Hubo un tiempo en que los inentos de producir videos mediante IA generativa sólo daban lugar a secuencias que le habrían causado pesadillas a Clive Barker.

Tanto que esa misma deformidad se usó como excusa para tirar de IA para los títulos de crédito de cierta serie de TV.

¿Quién hubiera podido sospechar que la Disney antepusiera sus intereses monetarios a la integridad artística?
Pero el imparable progreso tecnológico ha seguido avanzando a una velocidad que deja en conservadora la Ley de Moore (no, ese no, el otro).

Y hoy en dia el tema ya no es si una IA puede generar una secuencia de video realista sino, AY MECACHIS, que todo el catálogo de tu productora no basta para que plagie lo suficiente ENTRENARLA para hacer una película entera.

¿Hemos pasado de la Era de la Postverdad a la de la Falsedad Absoluta? ¿Un tiempo en que las sombras de la caverna son tan realistas como los cuerpos que las proyectaban (+10 por referencia literaria clásica)? ¿Estamos condenados a no saber qué es verdad y qué es mentira?
A eso digo ¡NO! Siempre nos quedará el indomable Espíritu Humano™. Ese que hace que indefectiblemente ganemos en las películas cuando nos enfrentamos a máquinas teoricamente superiores. Esa chispa, ese ojo clínico, ese sentido crítico que siempre nos avisará cual instinto arácnido ante un video generado por IA por muy ultrarrealista que pueda ser.
Sin ir más lejos el último que han intentado colarnos era fácil de detectar.

¿Moore (no, el otro no, ese) siendo amable y pidiendo perdón a sus lectores? ¡Vamos, hombre, me habría creido antes uno de Manzón confensando que es un homicida imprudente y anunciando su dimisión!
