Marvel: El Encuentro

Vale, a ver. Yo ya he hablado de Magic: The Gathering en esta web. Lo he hecho a veces un poco como fingiendo que íbamos a hablar de otra cosa pero sobre todo porque en realidad entre un fan de los superhéroes y un adicto a las licencias de Wizards of the Coast no hay separación suficiente. Estamos todos igual de jodidos. Sin embargo, esta semana por fin las dos empresas que más dinero me han costado del mundo me han dado una única pieza audiovisual de la que hablar.

Hay dos caras de la moneda de las que hablar aquí. Por una parte, Magic: The Gathering es un juego increíblemente popular pero, parece, no tan lucrativo como sus amos y señores quisieran. Y en estos últimos tiempos han decidido presionar las ventas con una cosa que a los lectores de cómics no nos resulta ajeno: mediante crossovers. Sin embargo estos cruces con otras propiedades intelectuales, a veces meros guiños, en ocasiones auténticos despliegues, son tan peregrinos y están escogidos con tan escaso gusto que uno siente que ahora mismo Magic parece un juego de cartas de Funko Pop. Recientemente han tenido cruces con Warhammer 40.000 o Fallout, algo que me saca de quicio porque temáticamente habría tenido más sentido y estética que las colaboraciones fueran con Warhammer: Age of Sigmar o The Elder Scrolls, licencias con los mismos propietarios que las dos citadas, respectivamente.

Pero bueno. Han tenido cruces con Godzilla, con Dr. Who y, aquí reconozco que para mi gozo, con El Señor de los Anillos. El cruce con Marvel parece, incluso, inevitable, siendo la franquicia más Funkopopable del mercado. Pero lo cierto es que el prestigio actual de Marvel no es el que era hace unos años. En este momento la popularidad del MCU está en claro declive y los cómics están, como siempre, yendo regular. De modo que esta colaboración «trabajada desde hace años» se ve más como un acuerdo que llega un poco cuando WotC ha podido permitírselo. Cuando Marvel no es tan jugosa, cuando quizá estampar la cara de los superhéroes en otro producto licenciado no es para tanto. Da la impresión de que Wizards se está quedando sin licencias que usurpar.

Por el otro lado, está la perspectiva desde Marvel. Y es cierto que Magic: The Gathering mantiene una considerable base de jugadores en todo el mundo y que una colaboración con ellos puede ser un impulso. Pero más cierto es que eso no ha importado nunca en exceso a Disney ni a Marvel, que han licenciado versiones de toda clase de juegos con la pintura Marvel por encima. Desde los ya clásicos Monopolys (sí, en plural) también propiedad de Hasbro, la juguetera propietaria en última instancia de Magic, pasando por casi cualquier juego que uno se pueda imaginar. Munchkin, Villanous, Risk, ajedrez,… todos han tenido su versión «marvelizada». Por no hablar de los juegos más o menos originales como Marvel United, Marvel Crisis Protocol,… sin olvidar los juegos de cartas coleccionables de Marvel, siendo el más popular y conocido el basado en el Sistema Versus. A eso hay que sumar los videojuegos que parecen juegos de mesa, supongo, como el más reciente Marvel Snap del que también hablé aquí.

A la vista de todo esto, ¿realmente hay demanda o necesidad de sacar cartas Magic de Marvel? ¿Hay una masa de fans de Marvel que se vayan a subir al carro de MtG únicamente porque las cartas tienen impresas a sus personajes preferidos? ¿Hay una base de jugadores de Magic que realmente van a adentrarse en el mundo de la licencia cultural más conocida y visible si, y solo si, la puerta de entrada tiene forma de carta coleccionable? Probablemente no. Al final esta jugada sale a perder para todas las partes. Da la impresión de que Marvel devalúa más su potencia licenciando absolutamente todo y, al mismo tiempo, que Wizards of the Coast mataría por poder imprimir cualquier cosa mínimamente popular en sus cartas a ver si la cosa funciona. Y así está el patio para unos y otros. Como decía al principio, estamos todos igual de jodidos.

De homenajes y viejos conocidos

Debo reconocer que incluso yo cometo errores de vez en cuando. Y durante muchos años me he dedicado a renegar de la obra de Donnie Cates. Es verdad que debe ser difícil abrazar los senderos de los noventa siendo guionista, porque como todos sabemos, los noventa siempre fueran el territorio especial de los dibujantes, los entintadores, los coloristas,… Los guiones estaban en un segundo plano que se podía modificar o retorcer para cumplir con las exigencias del arte gráfico. Por esto imagino que Cates habrá tenido una carrera complicada intentando reclamar lo más notorio de aquella época mágica sin la capacidad de ilustrar sus obras, dependiendo de la volatilidad de un gran número de artistas que han ido sirviendo a sus ideas, a veces con mayor despliegue de GENIALIDAD! que otras.

Y aunque no soy demasiado aficionado a la mayor parte de su trabajo en Marvel, sí que tenía muchísima curiosidad por Crossover, su obra para Image Comics que prometía reunir ese espíritu noventero sin tener que plegarse a los designios de un editor jefe entrometido. Al fin y al cabo, no hay nada más noventero que largarte de Marvel a hacer los tebeos que realmente quieres hacer.

Y debo decir que aquí hay una madurez que no me esperaba. Un noventerismo que está más cerca del clasicismo de obras como Marvels y Kingdom Come, que se enfrentan a la explosión superheróica desde el punto de vista de personas normales y corrientes sin superpoderes que al despliegue de alienígenas hipertrofiados y escaladas de poder al que nos tenía acostumbrados Donnie. Porque supongo que guardarte tus mejores ideas para la editorial alternativa y no para Marvel también es una cosa muy GENIAL!

Por supuesto, la obra a la que más recuerda Crossover es a Superman: Identidad Secreta, el cómic de Kurt Busiek y Stuart Immonen en el que, igual que aquí, las historias de los tebeos se convierten en realidad. Y es que Cates no renuncia del todo tampoco a hacer de Superman uno de los ejes de su historia. Lo cual, es, por supuesto, mucho más habitual y noventero de lo que cabría esperar.

Hay otras referencias inevitables. En ocasiones esta prospección sobre el mito del cómic convertido en realidad puede recordar a Planetary, la obra que el asqueroso de Warren Ellis y el no asqueroso que sepamos John Cassaday firmaron para Wildstorm a finales del siglo pasado. Y Cates y Shaw no renuncian a meter referencias a personajes del universo Image, por supuesto, algo sobre lo que no se les puede más que aplaudir.

Sin embargo, creo que el momento que más me ha emocionado de Crossover, el momento en el que me he reconciliado con ese Donnie Cates fan de la primera mitad de la década GENIAL!, es este recorrido a la prisión para personajes de cómic del segundo número de Crossover…

…que inevitablemente nos recuerda a un panel muy conocido.

Y aquí no cabe dudas de que hay intención, de que se trata, más que un homenaje, una referencia. Por primera vez en la carrera de Cates siento que ha encontrado la tecla para dar conmigo. Este es, sí que lo puedo decir, un tebeo con todo lo bueno de esa etapa del cómic americano que tanto nos gusta a ambos, de modo que aquí queda una recomendación sin ironía. Dadle fuerte.

Enrevesando la matanza

Hubo un tiempo en el que parecía que los fans arácnidos no podíamos cansarnos de los simbiontes. La segunda mitad de la carrera de Michelinie a bordo de la cabecera arácnida, con Bagley como dibujante principal, durante los primeros años de los 90 no sacaría de nuestro error. La simbiontexplotation a través de enfrentamientos cada vez más recurrentes con Matanza, el nuevo enemigo psicópata fruto de la unión del asesino Cletus Kasady y un retoño alienígena del simbiontes Veneno, llevó a un agotamiento de las soluciones creativas cada vez más GENIALES! para hacer regresar al sanguinario villano de color rojo. Poco sospechábamos entonces los lectores arácnidos cuánto llegaríamos a añorar eventos como Matanza Máxima, igual que muy pocos imaginamos que estábamos asistiendo al mejor momento como artista de Bagley, cuya vinculación con el personaje arácnido ha dejado más bajos que altos en los últimos años.

Los simbiontes nunca llegaron a morir, pero indudablemente perdieron parte de su predominio durante la segunda mitad de los 90, cuando los clones y los duendes verdes desplazaron el foco y cuya intrincada trama no dejaba cabida para el duelo moral alrededor de Veneno, Matanza y Spiderman. Veneno continuó con sus cosas de Protector Letal, Noches de Venganza y otras miniseries durante los 90, cada vez con autores menos populares y resultados más irregulares. El atractivo visual del personaje estaba ahí, y no podía obviarse que a cada oportunidad de brillar en otro medio el personaje triunfaba, pero la realidad es que los simbiontes dejaron de aparecer en la cabecera principal de Spiderman, convirtiéndose en un nicho en el vasto Universo Marvel.

El trepamuros y su némesis estuvieron sin coincidir en las colecciones del primero prácticamente 6 años, hasta que en 1999 Howard Mackie lo trajera de vuelta en un intento de llevar a Spiderman a un Back to Basics que nunca funcionó. La llegada de nuevas tramas vinculadas con la magia totémica parecía volver a dejar fuera de la vida de Spiderman al simbionte, y el equipo de escritores marvelita tuvo que buscar nuevas soluciones y nuevas tramas que, en la mayoría de casos, tenían más que ver con los simbiontes que con el pobre Eddie Brock. Aunque no volvería a pasar tanto tiempo de declive en su popularidad como en los 90, lo cierto es que la Venomania parecía haber decaído y simplemente ser un personaje de segunda fila con suficientes acérrimos como para no caer en desuso.

Sin embargo, la llegada del guionista Donnie Cates revalorizó los simbiontes y al propio Veneno con una celebrada y GENIAL! etapa propia, que coincidió con un renacer del personaje: su propia película, presencia en eventos e incluso en equipos como los Vengadores Salvajes,… E incluso Matanza, su némesis por excelencia, tuvo numerosos momentos para brillar. Pero todo esto significaba también sacar a Veneno del elenco habitual de Spiderman para crearle un ecosistema propio. Y como fan del trepamuros pero no tanto de Veneno, yo fui perdiendo el interés. Hasta que el otro día decidí retomar algo relacionado con simbiontes. La nueva colección protagonizada por Miles Morales cruza con un nuevo evento simbiótico llamado Carnage Reins. Y aunque llevaba mucho tiempo sin leer nada donde apareciera Cletus (que incluso tiene su propia colección estos días), ¿cómo de complicado iba a ser?

De modo que ahora ya no tiene el simbionte habitual de Matanza (ha tenido varios en estos 30 años de vida editorial, pero mejor no pensar en ello) si no un Extrembiote (GENIAL!) que es una armadura de Ironman fusionada con un… ¿simbiontes dragón? (GENIAL!x2) que propaga sus malignos impulsos homicidas a través de Internet. Debe hacer efecto porque yo me leí está sinopsis y mis ganas de comprarme una motosierra aumentaron considerablemente.

En fin, no queda otra que celebrar el despliegue de GENIALIDAD! que se arremolina alrededor de un producto tan netamente noventero y por tanto grandioso como Matanza. Solo queda preguntarnos si este revival será una fase o si quedará entre nosotros para siempre. CARNAGE RULES, COLEGAS

En Defensa de un youtuber

Esto es una Asociación para la DEFENSA! y hoy como tantas otras veces nos vemos en la obligación de poner el cuerpo y explicar, para los que no se quieren enterar, cómo funciona el proceso creativo del Artista y los vericuetos que entran en juego cuando un creador se pone a blandir la más poderosa de las energías: una desbordante imaginación. Lamentablemente hay muchos aún que no entienden ni pueden entender la grandiosidad del Arte! y tratan de imponer una mentalidad gris y fatalista en la que el tiempo es plano, aburrido, lineal….

Hoy vengo a defender a Dani Lagi, también conocido como Strip Marvel, también conocido como el tipo que obligó a Marvel Studios a cambiar el guión de Spiderman: No Way Home porque él había desvelado todos los vericuetos multiversales de la película. Dani cuenta en su haber con ser el youtuber sobre superhéroes español más visto, haber publicado un libro con los guiones de sus videos y, más recientemente, ha logrado dejar de ser el peor de los colaboradores con los que ha tratado Panini. Esto ha sido posible gracias a la persona de marketing de Panini España a la que le pareció buena idea asociar la marca con Libertad Digital y EsRadio, el libelo escrito y su filial en formato podcast dirigido por Federico Jiménez Losantos, uno de los dos hombres que hicieron de su marca personal mentir a sabiendas sobre el mayor atentado terrorista de la historia de España. Qué bien elige compañías estos muchachos.

Dos partes lleva ya de esta joya.

¿Por qué necesita defensa Strip Marvel? Pues porque ha subido un vídeo en formato epistolar dedicado a Kevin Feige comentando cuál es su impresión sobre el estado actual del Universo Cinematográfico Marvel y resulta que coincide punto por punto, incluso palabra por palabra, con uno publicado hace meses por otro Youtuber anglosajón de cuyo nombre no queremos acordarnos. Lo primero de todo es que si repetir al milímetro lo que otra gente ya ha dicho sobre las pelis de Marvel fuera un delito, la mitad de los medios digitales del planeta estarían cerrados. Lo segundo es que si traducir al castellano un texto en inglés y publicarlo cambiando lo justo para que parezca que no le copiaste la tarea al de al lado fuera delito, todos los medios digitales del planeta estarían cerrados. Lo tercero es que asumir que Strip Marvel ha plagiado el vídeo anterior es lo fácil, pero hay una explicación mucho más sencilla.

Como todo artista, Dani no es ajeno a la polémica. En otras ocasiones se le ha criticado por el asombroso parecido entre el contenidos de sus videos y el de otras fuentes digitales cuya veracidad no siempre era perfecta. La Wikipedia, principalmente. Para un neófito sería fácil argumentar que no hay nada que diga más «periodismo» que copiar de la Wikipedia, pero esa deducción impulsiva nos impide ver la imagen completa.

Strip Marvel no es un periodista. Es un creador. Es un artista. Y con su obra, como tantos otros antes que él, pliega la textura del espacio-tiempo. Es la explicación más lógica. La culpa es de los taquiones, que todo lo enturbian. Si Dani se hubiera leído Watchmen y no solo el resumen de la Wikipedia lo podría explicar él mismo, pero es que los marvelitas no pueden perder tiempo en elegir qué edición de ECC se compran. Claramente Dani hizo su vídeo primero y después, a través del pliegue espaciotemporal, llegó hasta el youtuber angloparlante que posteriormente lo tradujo y lo subió como propio. Simple y sencillo.

Sí de verdad Strip Marvel se hubiera apropiado de contenido ajeno, estoy seguro de que no tendría problema en reconocerlo. Al fin y al cabo hablamos de una persona que tuvo uno de sus picos de repercusión cuando se dedicó a firmar cómics en los que no había participado en un stand del Salón del Cómic. Si no nos podemos fiar del guionista de «El GuanteHater del Infinito», ¿qué nos queda entonces?

Este de postre

Marca autoral del webcómic al mainstream

Hace mucho que no disfruto de verdad de un cómic de los 4 Fantásticos. Pero mucho, muchísimo. Puede que la última vez fue cuando Mark Waid los escribió en 2002. Es decir, hace más de dos décadas. Durante años fingí que me gustaba lo que estaba haciendo Hickman con ellos, pero era puramente autoengaño. Lo supe cuando me leí sus Secret Wars que eran, de forma escasamente encubierta, otra vez un cómic de los 4 Fantásticos y descubrí que me estaban pareciendo… GENIALES! La verdad es que en algún momento supongo que, igual que con Bendis, el tiempo pondrá en su lugar a Hickman como un autor GENIAL! cuya mejor idea en Marvel es… ejem… digamos que está inspirada en una novela de viajes en el tiempo.

Lo importante es que desde hace muchos años, los 4 Fantásticos me daban una pereza que me moría. Nunca ha sido mi serie preferida, pero al menos aquí o allá a lo largo del siglo pasado te encontrabas un tebeo decente. De modo que cuando vi que Marvel colocaba a Ryan North como guionista de la Primera Familia, pensé tres cosas.

La primera, que ojalá fichasen a Monteys para dibujar algo de Marvel. Un pensamiento que ha acudido a mí más veces en los últimos años, claro.

La segunda, que por fin alguien en Marvel había entendido el PEPINACO que es su Chica Ardilla.

Y la tercera, me sentí un poco defraudado, como cuando cogen a un director de cine que te gusta… (pongamos James Wan) y le ponen a hacer basura corporativa (pongamos, Aquaman 2). Y sé que hay un montón de señores con gafas y barba que cada vez que ven una película medio buena se ponen a suspirar porque cojan a todas las personas implicadas y las pongan a hacer películas de superhéroes, pero yo no soy esa persona. Estoy dispuesto a aceptar que artistas que me gustan aceptan encargos más o menos alimenticios y también a darle la oportunidad a una buena bala perdida de cuando en cuando. La incorregible Chica Ardilla era una bala perdida, un personaje minoritario, casi un meme, con una artista con un estilo atípico en el mercado de superhéroes donde North podía hacer las ideas atrevidas y chorradas que quisiera a pesar de los relanzamientos de la colección.

Pero los Cuatro Fantásticos son otra cosa completamente distinta. Igual que Spiderman, los Vengadores o Lobezno, uno no puede hacer lo que quiera con ellos. Hay pilares fundamentales del universo Marvel que no se pueden menear demasiado y menos cuando hay una película en camino. De modo que me preparé para un Rian North no sólo menos GENIAL! si no también menos genial. Y la verdad, no me equivocaba demasiado.

Su aproximación es interesante y no se puede negar que North tiene buen pulso para la ciencia ficción, algo fundamental para una cabecera como esta. El primer número trata sobre cómo Ben y Alicia se ven atrapados en un bucle temporal que reinicia todo y hace que la rutina se repita. En el segundo número Reed y Sue están atrapados en un pueblecito donde unos robots simulan una normalidad inalterable al paso del tiempo que esconde un gran peligro. En el tercer número la Antorcha Humana se deja bigote. Ahí supe que en realidad, en efecto, esto iba a tener parte de genialidad y parte de… eso que hace Marvel últimamente: un tebeo aburrido.

Llevamos un año casi de colección y en retrospectiva, los mejores tebeos son los que más contenidos están a una sola entrega, los que cuentan algo en lugar de preparar algo, en lugar de anticipar o desvelar una trama mayor. Algo que, supongo, tiene sentido viniendo de un guionista que viene de las tiras cómicas por internet, claro. Sin embargo, ya hemos podido ver la portada del número 13 y debo deciros… Se viene lo GENIAL!

Ojalá todo el cómic sea la misma página con el dinosaurio pixelado y Muerte dando discursos

Scott Pilgrim vs sus lectores

La primera vez que leí Scott Pilgrim tenía 19 años. Era 2009 (sí, soy insultantemente joven para estar en esta desorganización) y el tebeo de Bryan Lee O’Malley era el tebeo que tenías que estar leyéndote si querías parecer un sofisticado y moderno lector de cómics en lugar de uno de esos fans alienados del manga y de los superhéroes. En los albores de la Edad de Oro de considerar la Novela Gráfica como Alta Cultura, la historia de Scott se había convertido en una parada obligada para el hipsterismo, a la altura de escuchar los Strokes o haber leído a Murakami. Casi de inmediato apareció la película, dirigida por Edgar Wright (uno de los nuestros, un británico entre friki y modernito capaz de hacer una romcom de zombies) que tenía todos los elementos necesarios para acabar de convertir el cómic de O’Malley en una referencia obligada entre los gafapastas aficionados a la Fnac.

El significado de Scott Pilgrim fue cambiando con los años, en el momento en el que el concepto de Manic Pixie Dream Girl comenzó a popularizarse en Internet. Aunque el concepto no fue creado a medida de Ramona Flowers, el personaje femenino principal del cómic, rápidamente ella (y especialmente su representación cinematográfica con la cara de Mary Elizabeth Winstead) se convirtió en la referencia obligada a la hora de explicar el concepto. A partir de ahí el fandom se dividió en varios frentes: un grupo que entendía que las problemáticas que entrañaba el personaje de Ramona (algunas conscientemente introducidas a favor del desarrollo del cómic por O’Malley, otras probablemente fruto de las pulsiones subconscientes del autor) y unos cuantos modernos bordeando la treintena, demasiado maduros para surfear la nueva tendencia y que acabaron atrapados en el ciclo de llamar a sus novias “Ramona Flowers” o de identificar como románticas algunas de las escenas más devastadoramente abusivas de un cómic hecho para veinteañeros.

Por supuesto, esta división ya existía: desde el principio mucha gente había podido detectar la forma en la que Scott y Ramona, lejos de ser la pareja aspiracional que Wright había acabado perfilando en su película, eran una pareja construída a partir de dinámicas tóxicas y personalidades inseguras y con muchas faltas. Pero claro, la mayoría de esta gente eran mujeres y sus opiniones fueron eclipsadas por un montón de blogueros y reseñistas de Filmaffinity que suspiraban por su chica patinadora de pelo multicolor. Algunos de estos especímenes acabaron generando una contrarreacción, naciendo así un nuevo subtipo de lector de Scott Pilgrim: el proto-incel. La idea de que las Ramonas del mundo no eran una ensoñación de unos cuantos modernitos gafotas si no que un modelo aspiracional al que la mayoría de mujeres de sus entornos querían llegar sin ser nunca lo bastante auténticos para ello. Tipos haciendo gatekeeping a sus propias fantasías de pajero.

Scott Pilgrim quedó asi condenada a un particular y maltrecho destino: una obra de culto denostada por buena parte del que debía haber sido su público, malinterpretada por la mayor parte de sus aficionados y cuyos conceptos, retorcidos y caricaturizados por parte de un puñado de analfabetos funcionales se habían convertido en el emblema de lo tóxico. El mismo no-lugar inmaterial en el que viven El club de la lucha de Fincher y la saga Matrix. Sobrevivir a semejante purgatorio solo está al alcance de obras realmente buenas. Durante los años siguientes Scott Pilgrim tendría que demostrar si estaba a la altura del desafío.

Únicamente el afán de O’Malley de salvar su obra del batiburrillo de interpretaciones desacertadas puede explicar que 13 años después del estreno de la película de imagen real vayamos a tener una adaptación animada de la misma historia, dibujada por su mismo creador (que, por cierto, solo ha publicado una única obra nueva desde el cierre de la saga de Scott). Prevista para el mes de noviembre en Netflix, si las huelgas lo permiten, la nueva adaptación podría presentar las ideas originales del cómic sobre la madurez, la responsabilidad emocional, el autoaprendizaje y las relaciones sentimentales a una nueva generación de espectadores y, de paso, explicarle con marionetas a la base de fans que han convertido Scott Pilgrim en una obra de culto todo lo que no entendieron bien originalmente. También podría, sin embargo, acabar de errar el tiro y condenar al bueno de Scott al infierno de las obras proscritas. De la capacidad de autocrítica de O’Malley y Wright, así como de su talento para mejorar lo ya creado, depende.

Personalmente Scott Pilgrim fue una obra muy importante para mí. El cómic me ayudó a entender, relativizar y medir muchas de las decisiones y acciones que tomé durante mi post adolescencia. Reenmarqué mis prejuicios y enterré algunas actitudes de las que estoy orgulloso de sentirme libre más de diez años después. Creo que es, todavía hoy, un gran cómic. Complejo, imperfecto y, por supuesto, tremendamente seductor, lo cual a veces puede jugar en su contra. Parece que Netflix ha vuelto a dedicarle más espacio a las adaptaciones de tebeos, y si el resultado es como el de las obras de Zerocalcare o el reciente live action de One Piece, puede ser una buena noticia. En el peor de los casos, siempre puede que recuerden que tienen los derechos de “Millarworld”.

Un obituario, menudo calvario

Nació en 1936 “que ya son ganas de presenciar acontecimientos”, decía la biografía de los tebeos. Muere en 2023, probablemente sin ganas de presenciar más acontecimientos, que vienen los tiempos cargaditos. Ensombrecido durante los últimos años por las duras polémicas en torno al papel de sus ayudantes y colaboradores, con los que resultó de todo menos amable, pero siempre celebrado como uno de los autores más importantes del arte español de la segunda mitad del siglo XX, hoy nos ha dejado Francisco Ibáñez, padre de una considerable cantidad de personajes ineludibles del tebeo español y muy especialmente de Mortadelo y Filemón, nuestra exportación cultural más importante hasta la llegada de Rosalía.

En un estado donde el tebeo siempre vive una edad dorada en lo creativo pero nunca en lo que se refiere a las condiciones de trabajo, solo José Escobar y Manuel Vázquez podían equipararse en su papel fundacional en la mayor tradición del tebeo español. Un legado que ha alcanzado a varias generaciones de autores posteriores, incluso entre aquellos que finalmente acabaron tomando caminos radicalmente distintos al de la comedia visual de la “escuela Bruguera”. La influencia de Mortadelo y Filemón en el hábito lector de los españoles no tiene parangón ni en el medio del cómic ni en el de la literatura. Con su muerte se frustra una de las primeras iniciativas de la Sectorial del Cómic, el reconocimiento a toda una carrera con el Premio Princesa de Asturias.

Su prolífica obra está llena de aciertos y gags memorables que forman parte de un acervo cultural intergeneracional, incluso en aquellos momentos donde, ocasionalmente, se apoyaba sobre el trabajo de algunos de sus artistas de referencia, tanto los francobelgas como sus compatriotas. Cronista de los últimos 30 años de actualidad, su humor pasó del barro, sudor y cachiporrazos de sus primeros años a la sátira política, con un resultado que, con todo, suma muchos más aciertos que errores.

Criticado también, especialmente en los últimos tiempos, por algunos de los elementos más problemáticos e insensibles de una obra con multitud de tics misóginos y racistas y preso desde hace un par de décadas de una inapropiada líbido, también es imposible negar el compromiso de Ibañez con su progresismo de señor mayor y su predisposición a sacudir sin descanso a una cierta política abominable que iba desde la Casa Real británica a la Iglesia Católica, la derecha española del PP y, por supuesto, el dictador chileno Augusto Pinochet.

Veremos estos días muchas comparaciones entre Ibañez y Stan Lee debido a todos estos puntos oscuros de su trayectoria, pero a diferencia del genio de Stan, cuyo entredicho se extiende hasta sus primeras obras, en el homenajeado de hoy no queda duda ninguna de que, aunque sus mejores años quedaran atrás hace décadas, su genio creativo único nos deja a todos en deuda para la eternidad con él.

Su capacidad para seguir atrayendo la atención del público tras tantísimos años, incluso en los momentos peor valorados de una producción artística que llevaba años de capa caída, no ha sido emulada por ninguno de sus muchísimos hijos adoptivos que, igual que millones de lectores, hoy quedamos un poco huérfanos.

¡AVIV ZEÑABI!

*Pongamos a la pieza de El País Cultura en la lista para los EsenciADLOS! de finales de año antes de que lo corrijan.

** Actualizamos. Parece que Eldiario ha copiado la misma nota de prensa donde le atribuyen a Ibañez la creación de Zipi y Zape, Doña Urraca y La Familia Cebolleta.

La historia repetida como parodia

El siguiente posteo incluye spoilers del contenido de algunos tebeos de Marvel que todavía no han salido en España en los que muere un personaje.

La muerte del Capitán Marvel Original (Mar-Vell) es uno de los momentos más importantes de la historia editorial de Marvel. La importancia y significancia que tuvo, tanto dentro como fuera del universo de ficción, permitió que desde la publicación de su muerte en 1982 hasta 2010, nadie intentase resucitar al personaje (salvo un breve subterfugio durante la Invasión Secreta unos años antes).

Eran otros tiempos, y Marvel todavía, la mayoría de las veces, trata con reverencia los elementos establecidos durante los primeros 25 años desde la publicación de los primeros superhéroes del combo Lee-Kirby y compañía. Con las cosas que pasaron desde finales de los 80 en adelante las cosas son bastante distintas. Por ejemplo, el hijo (más o menos) de Mar-Vell, llamado Genis, se las apañó para morir y resucitar de un número a otro de su colección de 2003, escrita por Peter David. No es el único. Spiderman murió y resucitó de un número para el siguiente durante el arco “El Otro”, de J.M. Straczinsky.

En el punto medio tenemos los personajes que pasan muertos una temporada, siendo el caso más notable Jean Grey (que estuvo muerta desde 1980 hasta 1987, más o menos) pero habiendo muchos otros. El Capitán América, Ojo de Halcón, Daredevil, Visión, Cíclope, Lobezno, Nova, todos han muerto en algún momento de los últimos 20 años para volver unos meses o, como mucho, un par de años después. Quizá otro caso particular sea el de Elektra, la asesina ninja creada por Frank Miller. Y no podemos olvidar a Norman Osborn, que logró permanecer “muerto” durante más de 20 años hasta que la Saga del Clon le obligó a regresar.

Como decimos, las muertes “de broma” de Marvel no son nuevas y ha habido algunos casos donde los motivos del regreso eran bastante obvios, como ocurría por ejemplo con el regreso de Peter Parker al cuerpo de Spiderman tras los eventos del Spiderman Superior, a raiz del nuevo estreno cinematográfico protagonizado por el trepamuros. Algo similar ocurrió, seguramente con la muerte de Tony Stark en los cómics durante la II Guerra Civil de los superhéroes, cuando regresó poco después justo a tiempo para el estreno de la película Vengadores: infinity War.

Estas cosas pasan y todos sabemos que lo audiovisual repercute en los tebeos, de modo que cuando un personaje muere, hay que poner siempre la fecha de resurrección con proximidad a su aparición en la gran pantalla. ¿Pero qué ocurre cuando la muerte ocurre muy próxima a esa resurrección? En la Marvel de Cebuslki y de Disney todo es posible. Por ejemplo, es posible coger al personaje de reciente creación más popular del Universo Marvel y darle una serie de televisión donde cambias su historia de orígenes y sus poderes por completo para, encima, centrar toda la serie en sus poderes y su historia de orígenes. Sí, claro, hablamos de Ms. Marvel.

Hay que decir que la génesis del personaje ya es bastante particular. Marcada por esa influencia de lo audiovisual, tuvo que nacer en una época en la que Disney y Marvel le habían declarado la guerra a sus licencias de mutantes cuyas adaptaciones al cine no controlaban. Esto llevó al intento de convertir a los Inhumanos en los nuevos mutantes de Marvel (con el mismo rotundo éxito en los cómics que en la televisión) y por tanto forzó a que Kamala Khan obtuviera sus poderes como inhumana de tapadillo y no como mutante (lo que habría sido más normal y habitual en cualquier otro momento de historia de la editorial).

Pero los tiempos han cambiado, y ahora Disney sí controla la licencia cinematográfica de los mutantes, mientras que los Inhumanos vuelven a estar al fondo del cajón. Nadie tiene demasiadas expectativas de que Marvel se atreva a hacer algo grande con ellos otra vez en una temporada, de modo que tiene mucho más sentido hacer que Ms. Marvel sea una mutante. La serie lo resuelve de una manera bastante particular en sus escenas finales, y cuando digo particular es que lo hace a las bravas y de forma cutre, pero así es como se hacen las cosas últimamente en el UCM.

Pero ahora se avecina The Marvels, la película con la Capitana Marvel y con Ms. Marvel que Disney tiene esperanza de que se acerque más a la cantidad de audiencia de la película de la primera que a las de la serie de la segunda, a la que por lo que sea no le salió demasiado bien traicionar su premisa a partir del piloto, centrarse en una historia de orígenes absolutamente sacada de ninguna parte y sin el apoyo de ni uno solo de los personajes ya conocidos por parte del público de las películas.

Total, que Marvel necesita hacer algo con esa Ms. Marvel inhumana y sin poderes lumínicos que tienen entre manos. Y como las cosas se hacen a las bravas y de forma cutre, la solución más rápida ha sido matarla. ¿En su propia colección? Mala suerte, el personaje vio el final de su última serie regular en 2021 y después de eso solo tuvo algunas apariciones aquí y allí y una miniserie de cinco números el año pasado. Algo pobre para ser un personaje al que le estás dedicando una serie entera en Disney +.

El caso es que hay que matarla y no tienen muy claro dónde, y entonces deciden que hay otra colección con la que los aficionados no están contentos, que vende bastante pero que está causando reacciones muy causticas y que quizá necesita un golpe de efecto: la cabecera principal de Spiderman. De modo que Marvel decide liquidar a un de sus personajes más populares, con próximo estreno cinematográfico, en una colección que no tiene nada que ver con ella. Ni siquiera en la cabecera de Champions o de la propia Carol. Un despropósito que culminó con que encima, la página con la muerte de Kamala «se filtró» antes de que el cómic llegase a las tiendas.

Oh no, ¿quién morirá? ¿Coneja Blanca o este personaje increíblemente popular?

Y, por supuesto, quedan meses para el estreno de la películas de The Marvels. Y una cosa es que Disney saque una serie sin tener una colección regular del personaje, y otra cosa es que lances el estreno de Hollywood que decide si la gente está dispuesta a seguir tolerando el MCU o si la cosa ya no tire y no tengas ni un triste tebeo apoyando. De modo que parece obvio que va a ser una muerte de la duración de una siesta larga.

Pero antes, Cebulski no desaprovecha ocasión de hacer caja, por lo que saca un nuevo tebeo especial, Fallen Friend: The Death of Ms. Marvel. Y donde La Muerte del Capitán Marvel se convirtió, hace más de 40 años, en un cómic de referencia que sentaría un hito editorial e histórico para Marvel, este tebeo no contiene ninguna épica porque todos, absolutamente todos, sabemos lo que va a pasar.

Porque sabemos que Ms. Marvel va a regresar. Porque sabemos que Disney quiere introducir algunos cambios en el personaje, como en sus poderes o en el hecho de que sea mutante. Y sabemos que los mutantes de Marvel, en este momento, se resucitan de forma recurrente y sin ningún problema. Por si queda alguna duda, la editorial decide hacer una página Bonus especial anticipando la resurrección express que, por algún motivo, no está incluido en el cómic impreso, solo en la página web de Marvel. Total, para que se filtren las cosas, ya lo hacen ellos. El método Deadpool.

Y dos días después, ya tenemos anunciada la siguiente cabecera. Con un título tan sutil como el dibujo de portada y como, en fin, toda esta historia.

Diría que estamos ante el ridículo más grande que puede hacer Marvel este año, pero estamos todavía en julio y no me atrevo.

Todo lo que quiso leer sobre el Castigador y nunca se atrevió a preguntar

En otro momento, en otro tiempo quizá, esta guía de lectura se habría ido a tuiter. Sin embargo, tal y como están las cosas en el nuevo patio de juegos de Elon Musk, habría que ser idiota para dedicar una ingente cantidad de esfuerzo para un contenido ahí. Es mucho más práctico dejarlo en ADLO!, donde quizá pocos lo lean ahora, pero al menos me consta que seguirá ahí para finales de año. O no. Vete tú a saber. El caso es que surgió la idea de hacer una guía de recomendaciones protagonizadas por Frank Castle y publicadas en los últimos 23 años. Y claro, yo no podía dejar pasar esta oportunidad.

No obstante, hagamos una mención especial al Castigador de los 90.

El Castigador es un personaje que siempre ha sido tratado pobremente por la directiva editorial de Marvel, pero aún así se las ha apañado para atesorar una gran popularidad y amasar una considerable cantidad de momentos dignos y etapas recomendables. Lo cierto es que el cisco del personaje no es poca cosa, y debido a ello esta guía de lectura intenta ser todo lo precisa que puede tomando como referencia los títulos tal y como aparecen en Marvel Unlimited y, por las dudas, la Marvel Database. Dicho esto, no todos estos tebeos están disponibles en Marvel Unlimited y a veces hay que sacar el parche (y no el de Nick Furia) para leerlo a día de hoy. ROB! me libre de animaros a delinquir contra los intereses económicos de la Walt Disney Company.

Vamos a empezar con un par de miniseries. A lo largo de su larga carrera al mando del Castigador, Garth Ennis regresó una vez tras otra al pasado de Frank Castle intentando entender al hombre antes de la tragedia, buscando explicaciones y motivos por los que la pérdida de su familia lo convirtieron en la máquina de matar criminales que todos conocemos. Su primera aproximación fue en la miniserie Punisher: Born (Garth Ennis-Darick Robertson, 2003). La mirada aquí apunta al tercer año de servicio de Frank Castle en Vietnam. Un cómic bélico con connotaciones terroríficas.

El segundo intento de Ennis de profundizar en la mente de Frank antes de la muerte de su familia fue Punisher: The Tyger (Garth Ennis-John Severin, 2006). Un número especial que retrocede a un joven de 10 años para exponer el primer contacto con la violencia del que acabaría siendo el Castigador. Este origen ha sido ignorado y reciclado con ingredientes similares durante los siguientes años, pero vale la pena leerlo.

El tercer flashback escrito por Ennis sería Punisher: The Cell (Garth Ennis-Lewis LaRosa, 2005). Esta vez Frank ya ha tomado el emblema de la calavera y es que el Castigador se ha entregado para poder entrar a la cárcel con una misión muy especial que nos ofrece nuevos enfoques sobre la tragedia de Central Park.

Por supuesto, el gran aporte del guionista de Irlanda del Norte al mando del personaje comenzaría antes, cuando comenzase la cabecera Punisher (Garth Ennis-Steve Dillon, 2000). Sus 12 números devolvieron al personaje a su lugar canónico en Marvel y definió la relación de Ennis con el personaje durante más de media década. Más adelante la colección sufriría una renumeración para entrar dentro de la serie Marvel Knights junto con otros prometedores tebeos de Marvel. De esta nueva etapa todo es decente, aunque el único arco argumental que llega a nivel de lo anterior es en Punisher 33-37 (Garth Ennis-Steve Dillon, 2003-2004), en el arco conocido como La conjura de los necios, en el que varios superhéroes intentan detener la guerra asesina de Frank. Este sería el colofón a la época desenfadada de Ennis y Dillon con el personaje antes de que comenzase una trayectoria más dramática en la serie MAX. El Castigador se enfrenta a las consecuencias de sus actos y Ennis salda cuentas con algunos superhéroes estrella de Marvel.

A partir de aquí, como decimos, el Castigador se ramifica. Por un lado, el Frank de Tierra 616 y por otro, el de Ennis (Tierra 200111). Para el propósito de esta guía de lectura, vamos a seguir ambas ramificaciones por un motivo: todo lo que Ennis proponía y hacía en la Línea MAX resonaba y repercutió, aún sin ser canon, en lo que otros guionistas acometieron en Tierra 616.

Seguimos con Punisher War Journal (Matt Fraction-Ariel Olivetti&otros, 2006-2008), donde Fraction toma al personaje en los albores de la Guerra Civil Superheróica y se dedica a explorar a Frank en un nuevo Universo Marvel, más conectado y complejo. A partir del número 15 llega a los lápices Howard Chaykin haciendo un trabajo que yo personalmente detesto, pero las propuestas narrativas de Fraction serán importantes y tendrán consecuencias en la etapa posterior que llegó, por supuesto, con una renumeración tras el número 26.

Esta renumeración (Punisher (Rick Remender-Varios, 2009-2010))  continúa la senda de Fraction, pero quizá heredando tiempos más interesantes para el Castigador, como Reinado Oscuro, y después fluyendo al entorno del terror marvelita. Y sin Howard Chaykin. Todo ventajas, salvo que la cosa duró escasamente un año y medio antes de que Marvel volviera a hacer de las suyas. Remender tuvo que cerrar todos los cabos sueltos que le quedaban tanto a su etapa como a la de Fraction en la miniserie Punisher: In the Blood (Rick Remender-Roland Boschi, 2010). Un colofón excelente que hace tabula rasa para que los próximos autores del Castigador puedan plantear nuevos caminos.

Antes de seguir con el 616, vamos a recomendar algunas de las cosas que estaban pasando durante estos años en los cómics que no son canon. Empezamos con Punisher MAX 31-54 (Garth Ennis-Goran Parlov&otros, 2006-2008). Este viaje desde el arco Barracuda al llamado La larga y fría oscuridad es el intento más introspectivo de Ennis con un personaje al que escribe de forma ya crepuscular, influyendo en los autores posteriores.

Por eso mismo continuamos con el Frank crepuscular en Punisher MAX 61-65 (Gregg Hurwitz-Laurence Campbell, 2008), una historia excelente que rima con La larga y fría oscuridad y continúa desarrollando la identidad de un Frank que si bien no es enteramente canon ha transpirado a todas las versiones contemporáneas o posteriores del personaje.

Añado como bonus el Anual Punisher MAX Annual: The Hunted (Mike Benson-Laurence Campbell, 2007). Una historia autoconclusiva que nos pone en los ojos de la presa, de un criminal perseguido por el Castigador y su carrera desesperada para sobrevivir ante la máquina de matar definitiva. Una brillantez antes de volver al universo 616 y a ese Frank al que Remender había dejado listo para nuevas aventuras.

En The Punisher (Greg Rucka-Marco Checchetto, 2011-2012) seguimos los pasos del Castigador a través de una nueva acompañante. Pero esta vez no se trata de otro “tipo de la silla”, sino de una compañera que pueda continuar la misión. Por desgracia, a Rucka tampoco le dejaron cerrar su etapa de forma decente, y le mandaron a terminar en la miniserie Punisher:War Zone (Greg Rucka-Marco Checchetto, 2012-2013). Ni siquiera fue un movimiento para aprovechar la película del mismo nombre, que se había estrenado cuatro años antes. En este arco final los Vengadores han decidido poner fin a la Guerra de Frank.

Hay un paralelismo considerable entre la War Zone de 2012 y el anterior intento de los superhéroes de detener para siempre a Castle en esa La conjura de los necios de 2004. El cambio más notable es el de la relación entre el Castigador y Logan. La relación entre Lobezno y Frank siempre han sido complicados, y me gusta bastante cómo lo trató la miniserie Wolverine/Punisher (Peter Milligan-Lee Weeks, 2004) que vamos a incluir aquí como algo de contexto entre ambos.

A partir del War Zone de Rucka comienza una época convulsa para Frank. Fue reclutado por los Thunderbolts de Trueno Ross en una etapa donde volvería a dibujarlo Steve Dillon. No es mi época preferida del equipo por montones de cosas, y dado que estamos intentando ceñirnos a las cabeceras del personaje, no me cuesta demasiado dejar fuera esa etapa. Si acaso señalaría Daredevil/Punisher: Seventh Circle (Soule-Kudranski-Brown, 2016), una miniserie exclusivamente digital de la serie Infinity Comics que Marvel lanzó para Marvel Unlimited.

En 2016 una nueva renumeración para la cabecera llamada The Punisher (Becky Cloonan-Steve Dillon, 2016-2017) que merece reconocimiento por varias cosas. La primera, porque Cloonan se convierte en la primera, que a mí me conste, mujer que escribe al Castigador. Probablemente, una de las primeras autoras que escriben una serie regular de Marvel de un personaje masculino en la historia de la editorial. El segundo, porque se trata del trabajo póstumo de Dillon. El artista, uno de los que más vinculado ha estado al personaje del Castigador, falleció antes de poder terminar el amplio largo propuesto por Cloonan, que fue rematado por una pléyade de dibujantes invitados. Después de eso la colección vuelve a una numeración vetusta y entra a escribir Rosenberg.

Ugh.

Vamos a decir que después de escribir este tebeo sobre Estados Unidos invadiendo un país extranjero con presuntas armas de destrucción masiva en nombre de la Libertad, Rosenberg acabó firmando una de las peores etapas jamás escritas de los mutantes, incluyendo lo que se podía intuir como un mensaje anti-vacunas. No soy un gran fan de su etapa ni de ninguna otra que haya escrito. Además su concepto de un gran final para su arco argumental vuelve a ser (por tercera vez en un lapso de menos de 15 años) un grupo de superhéroes intentando dar caza y poner fin a la guerra de Frank Castle contra el mundo criminal.

Dicho todo esto… ¿son buenos tebeos? Pues no están mal, aunque como hemos visto, Castle ha estado escrito en los últimos años por los mejores (Ennis, Fraction; Remender, Rucka,…) de modo que mi recomendación personal es que cualquier persona puede saltárselos sin demasiado problema. Tanto esta como la siguiente renumeración que hicieron en 2018.

Sin embargo, hay esperanza. Durante el último año hemos tenido una nueva miniserie llamada Punisher (Jason Aaron-Jesús Saiz, 2022-2023). Puede que a algún lector no se le haya escapado que no he recomendado ni un solo cómic de la etapa de Aaron con el Castigador en la Línea MAX. Eso es porque no me gustan nada de nada y además, me parece que pierden bastante el punto interesante que tiene crear cosas en Tierra 200111. Sin embargo, esta nueva serie, que sí se encuentra integrada en la tierra canónica de Marvel, está bastante bien. Aunque contenga una importante cantidad de reciclaje de conceptos que ya hemos visto en Marvel y en estas series en los últimos años.

Con esto estaría todo. Hay, por supuesto, mucho más. Hay etapas enteras de las que hemos pasado de puntillas o que he abreviado por lo sano (Garth Ennis ha escrito más de un centenar de números del personaje que yo he resumido en esta guía en menos de la mitad) y he intentado evitar contar los muchos crossovers del personaje o su participación en equipos (como los mencionados Thunderbolts o los Vengadores Salvajes). Creo que a Frank no le sientan demasiado bien esas asociaciones que hacen con él, y además, no son tebeos demasiado buenos. Con todo esto hay para leer una temporada larga, y para todos los gustos. Desde lo ridículo a lo sórdido, desde lo mundano a lo superheróico.

Diría que está feo terminar un post de ADLO! sin un chiste, de modo que aquí va una recomendación ligera: Punisher Kill Crew (Gerry Duggan-Juan Ferreyra, 2019).

Ben Reilly es un tipo divertido

He estado hablando mucho de Spider-man últimamente. Sí, últimamente quiere decir los últimos 30 años, pero sobre todo, las últimas semanas. El estreno de Spiderverse, el anuncio del nuevo videojuego del personaje y la desquiciada situación editorial del trepamuros parecen haberse confabulado para que me vuelva la persona más monotemática posible.

Sin embargo, hoy vengo a hablar una vez más de Across the Spider-verse por un tema que me parece absolutamente imprescindible tocar en ADLO!. Hoy vengo a hablar de Ben Reilly.

No os voy a engañar, de todos los aspirantes a sustituto que ha tenido Peter Parker, y no han sido pocos, Ben Reilly es el mío. Cuando empecé a leer tebeos del personaje, Ben ya estaba allí, era un personaje más en la Spiderfamilia. Siempre supe que no llevaba ahí “toda la vida”, pero eh, llevaba “toda mi vida” y eso era más que suficiente. Después de eso muchas cosas han ocurrido, pero yo siempre he profesado un cariño especial, un rincón en mi corazón, para ese otro intento que no pudo ser. Para ese amago de un mundo que no llegó a ocurrir. Para Ben Reilly.

De modo que podéis imaginar mi alegría cuando vi que la Araña Escarlata iba a ser uno de los nuevos personajes que aparecerían en Across the Spider-Verse. Y aunque parecía desde el principio que iba a fomar parte del equipo “malo”, aquello no me importó. De hecho, tenía sentido. Que Ben, Miguel y Jessica sean los que se encuentran frente a Miles en la película tiene (o puede tener) un porque que ya explicó mi estimado Nacho Teso por su blog. Al fin y al cabo, todos ellos han intentado ser Peter en lugar de Peter y todos fracasaron donde Miles triunfó.

Sin embargo, una cosa que la película falla al capturar es el espíritu de Ben. La película nos lo plantea como un personaje verborreico y dramático, oscuro y lleno de angustia existencial. Pero lo cierto es que Ben Reilly no era ese Spiderman. Peter lo era. Durante los 90 Peter había llegado varias veces al punto de no retorno, estaba sobrepasado por partida doble por una vida adulta llena de conflictos y por unos enemigos cada vez más siniestros y sanguinarios, desde el suicida Kraven hasta el terrible Matanza, pasando por Harry Osborn vengándose desde la tumba con unos padres robóticos. Era necesario un cambio y Ben era ese cambio.

La vida de Ben no había sido madurada en el mismo conflicto que Peter. Su único elemento dramático era saberse un clon de Peter. Y cuando, durante un tiempo, parecía que esto no era así y que Ben era el Peter original, su vida se presentaba llena de posibilidades. Era un personaje que no había sufrido los últimos 15 años de drama y dolor que había tenido Peter siendo Spiderman, y por tanto, un personaje más alegre que podía retomar mucho del sentido jovial que había sido característico del personaje y que guionistas como Todd!, Michelinie o DeMatteis le habían ido arrebatando poco a poco.

Luego pasaron muchas cosas. Ben murió. Resultó que sí era un clon. Murió otro par de veces. Se convirtió en el nuevo Chacal. Como digo, muchas cosas. Pero Ben Reilly siempre fue el hermano despreocupado y sin obligaciones, el que menos había madurado, el que llevaba el pelo decolorado y el estilo de ropa rebelde. El hermano al que había que cuidar y proteger pero que mantenía intacto ese sentido del humor, esa chispa. Y me dolió ver que la película lo presentaba al contrario. Como un personaje atormentado y oscuro. No es así como debemos recordar a la Araña Escarlata. Debemos mantener en el recuerdo su buen corazón. Su capacidad de innovar y mantener la esencia. Y sus crop tops.