Debo estar muy mal, porque lo único que me viene a la cabeza al ver una imagen como ésta es…

… "¿POR QUÉ A ESTA TÍA LE HAN PUESTO LOS PEZONES DONDE NO TOCA?"
 
 	
	Debo estar muy mal, porque lo único que me viene a la cabeza al ver una imagen como ésta es…


Se podrían decir muchas cosas de este tebeo, y eso que Pedro ya dijo muchas cosas en su día. No obstante, no me parecería justo para esos maravillosos autores y verdaderos genios que son Jeph Loeb y Joe Madureira pasar de largo ante la publicación en nuestro país de la que es, sin duda, el evento comiquero de la década.Tan sólo decir que Loeb se marca unos diálogos maravillosos, especialmente en las escenas de acción:

(Avispa): ¡Ojo de Halcón! ¡Espera refuerzos!
Diálogos minimalistas con los que Loeb nos hace ver cómo la violencia desatada bloquea el espíritu del ser humano, limitando sus funciones cerebrales superiores. Toda una oda antiviolencia de un autor cuyos trabajos siempre destilan un simbolismo y una carga metafórica fuera de toda duda.
Del dibujante, el reaparecido Joe Madureira, poco que decir salvo que la emoción me ha embargado al ver su trabajo. Más precisamente, he estado a punto de llorar cuando he visto esa viñeta de la Avispa en posición de persona-pensativa-y-triste-en-pose-brazo-que-se-agarra-el-otro-brazo.






Y es que he visto pocos portés tan bien realizados, con los bracetes tan bien estiradetes como los pone Cíclope; y esa expresión tan vívida en su cara. ¡Y qué decir tiene del impresionate estilazo del portador, Iron Patriot, y la firmeza con la que sujeta a su volante! Impresionantes ambos. Claro que a lo mejor es que estoy mirando mal la imagen y en realidad lo que están haciendo esta sin par pareja artística es…
 

…no hace falta más que echar un vistazo a esta imagen…


…bebed mucha leche.
Claro que eso de beber mucha leche me hace preguntarme**…
 
 
Y una vez más, las imágenes nos dan la respuesta:

He aquí a Hal Jordan llevando la bandera gay hasta el infinito y más allá…

…y aquí a estos dos fotografiados justo en el momento en que Éomer los pilló con los pantalones bajados enseñándose las chorras (sé que esto os genera otra pregunta, pero esta tiene fácil respuesta: la de Spock era más larga, y eso que era sólo medio vulcaniana).
 
**: Sí, mis asociaciones de ideas son siempre así. 24/7. Qué le voy a hacer.
***: My most sincere thanks to the Gotham Comics boys.

…donde se ve perfectamente esto:

 
  
…lo sorprendente es que todavía no se hayan muerto todos del susto.

¿Hay alguien ahí? es un ejemplo de lo lejos que puede llegar al artista en su empeño en deconstruir un género para trascenderlo y lograr montar una obra maestra, al igual que hiciera Alan Moore en nuestra adorada Watchmen. Los guionistas de esta serie cogen un género típico, el de terror, y más concretamente una de sus historias tópicas, la de familia que llega a casa encantada, y la transforman en un retrato de la sociedad en que vivimos. De esta forma, la trama de los fenómenos misteriosos y los fantasmas pierde protagonismo ante el estrés, la histeria y la paranoia generada por el ritmo y estilo de vida de estos inicios de siglo en los que estamos inmersos.
De esta manera, cada personaje, cada miembro de esta ejemplificante familia, tiene una historia, una subtrama propia y personal donde podemos observar cómo vive, cómo se desarrolla su existencia en nuestra sociedad moderna, mientras que todos participan en la trama común de poltergeist y fantasmas.
Por ejemplo, el padre. El padre es piloto. Por lo tanto, y como todo el mundo sabe, se zumba a una azafata. Porque que un piloto se tire a una azafata no es un topicazo, no, sino un reflejo de la realidad más dolorosa: la del engaño y la traición. ¡Ay! ¡Cuánto dolor causa este hombre! Lo que nos lleva directos a otro personaje…
La madre. La madre, una mujer engañada que ha sufrido del dolor causado por llevar cuernos durante una buena temporada. Lo malo es que ya lleva tanto tiempo viviendo en el dolor que ahora lo necesita para sentirse viva. Es por esto que en uno de los últimos episodios la mujer, siguiendo a su hermana (que es algo que hemos hecho todos, reconozcámoslo) acaba en un local sado-maso: para permitirse por una vez reconocer que necesita del dolor para disfrutar.

Esta escena es, posiblemente, una de las mas geniales de la serie. Tan genial, tan genial, que no puedo evitar imaginarme el momento de su gestación por parte de sus guionistas, mis nuevos próceres particulares…
– Vamos a ver: tenemos a la mazorca pocha atada a la cruz, el fulano cachas le rompe la blusa y…
– Yo creo que esto es demasiado fuerte.
– ¿El qué?
– Que alguien le rompa la blusa.
– ¡Es un local sado-maso! ¡O le rompen la blusa o le parten la cara, o le clavan los tacones en el pezón, o le ponen unas correas de cuero aprisonándole los muslos. o… Esperadme aquí, que tengo que ir un momentito al servicio. Enseguida vuelvo…
– Pues a mí me parece mal. Romperle la ropa a alguien es una indecencia. Si lo haces, te tienes que casar con esa persona.
– No vamos a casar a la mazorca pocha con nadie, fundamentalmente porque ya está casada con el picha voladora…
– …quien a su vez comete adulterio. ¿No ves cómo estamos degradando a los personajes? Podríamos transformar esto en una historia de amor, bonita, tierna, para dar esperanza a la gente: de lo más asqueroso puede salir algo bello.
– Vale, de acuerdo, uno de los mascachapas sado-maso (pero no necesariamente el que le rompe la blusa) se enamorará de la mazorca pocha y es posible que en episodios posteriores se enrollen. ¿Algo que decir?
– Sí. Que esté bueno. Porque hay que compensar la pochez de la mazorca con algo, que si no las escenas de sexo parecerán sexo geriátrico.
– Fale. Que el mascachapas esté bueno.
– ¿Me he perdido algo?
– Sí: la mazorca pocha se liará con uno de los sadomasos.
– Muy bien. ¿Y cómo le llamamos?
– El mascachapas
– Estará bueno, ¿no?
– Por supuesto.
– Muy bien. Sigamos, por favor. Así que la mazorca pocha está atada a la cruz y entonces el mascachapas…
– Hay que poner una palabra de seguridad.
– ¿Eh?
– Cuando uno hace sadomaso, ha de poner una palabra de seguridad. Si el que recibe la dice, se acaba el juego.
– Eso es idiota.
– No, esa es la gracia del maso. El poder lo tiene el que recibe los golpes, porque es el que decide hasta dónde se llega… ¿Qué os pensáis, que a los masoquistas lo que les gusta es que les peguen?
– Sí.
– Pues sí.
– Evidentemente.
– Pues no tenéis ni idea. Hay que poner una palabra clave.
– Mmmh… Vale. Diremos que alguien diga «La palabra clave es basta«.
– Basta no puede ser la palabra clave.
– Joeeeer.
– Es que basta no puede ser la palabra clave. La palabra clave ha de ser algo que bajo ninguna circunstancia los participantes dirían durante un juego sexual. No sé, algo como «chorlito», «orchata» o «mercedesmilá».
– Joder tío, es que siempre estás igual: que si la postura del birmano no es así, que si un violador en serie nunca diría eso, que si Dios va a castigarnos a todos por ser unos obsesos sexuales…
– Por cierto, ¿a esta hora tú no tendrías que estar rezando el Ángelus?
– ¡Ostras! ¡Ahora vengo!
– ¡Rápido, aprovechemos para acabar de escribir la escena! Alguien dice «La palabra clave es basta».
– Y entonces la mazorca pocha grita «¡¡Basta, basta!!»
– Y a continuación alguien dice «Ha dicho la palabra clave» y la sueltan.
– Joder, ¡cómo me pone escribir escenas de sexo duro!
– Síííííí.
– Ya te digo.
Claro que en la serie no todo es sexo. Está la historia de la hermana mayor, que tiene un novio ideal al que deja cuando éste y la mejor amiga de su novia se permiten sugerirle un trío una noche de borrachera. Tras la ruptura, él se va volviendo cada vez más y más celos, hasta que en una ocasión hasta llega a intentar agredirla. Sí, amiguitos, la serie no sólo nos habla del engaño y el dolor. También se atreve de esa dolorosa realidad que son los malos tratos. La escena de la pelea, con el chaval haciendo taekwondo o algo así, es de lo más impagable que se haya podido ver en la televisión española desde hace tiempo. Brutal.
Seguro que se os está haciendo haciendo la boca agua. Y eso que todavía no os he hablado de la criada, una inmigrante que trabaja para la familia y que se ve sometida a todas las vejaciones imaginables para poder mantener ese puesto de trabajo que la mantiene a ella y a su familia de diecisiete miembros allá en su país de origen… Indignidades tales como zumbarse al hijo de la familia, o acudir puntualmente a las reuniones de la secta religiosa a la que pertenece. Una secta religiosa que se reúne con capuchas, capas y un enorme tatuaje en la espalda de un dragón ardiendo enroscándose alrededor de una cruz de caravaca. En otras palabras: una secta religiosa satánica. Impagable. Casi tanto como la conversación que tiene el personaje con el responsable de la muerte de su amado; tras engañar al susodicho, se lo lleva a la cama con frases tan sugerentes como «a mí me gusta hacerlo perrito». Poco después lo mata, no sé yo si por venganza o por vergüenza.

Os hablaría de la hija pequeña, pero no puedo. Más que nada porque la niña es fea, fea, fea. Pero no de esas feas que dice «joer, qué cosa más horrible», no. Es de esas niñas feas que tienen algo raro en la cara, pero no sabes qué es. Pero a pesar de no saber que es, te es difícil mirarlas a la cara. Yo de hecho, no la miro. Cuando veo que le toca escena, ya sea para estar a punto de ahogarse en la bañera, cortesía de su amiguito el fantasma, o para pillar a los padres ginkando (genial frase de «…es que oí unas respiraciones raras y decidí venir» que se merecía una respuesta como «pues no eran fastasmas, nena, éramos tu madre y yo, jodiendo hasta cansarnos»), yo, cuando veo que sale la niña, aparto la vista.

Y todavía me falta el hijo. ¡Ah! El hijo… ese símbolo de las patologías que inundan a la adolescencia de nuestro país. Ese chavalín, obsesionado con el sexo, que no sólo se tira a la chacha de su casa, sino que se zumba a su novia en el tanatorio, mientras celebran el funeral de su mejor amigo, quien se ha suicidado al escuchar una psicofonías que grabó en la casa del prota. El hijo, ese zagal que deja tirada a una mujer en la cuneta (donde se quedaría durante tres o cuatro episodios, por cierto) después de haberla sacado de la carretera con el coche. El hijo, cuya novia ve cómo su mejor amiga y su madre se enrollan y ella aprovecha para sacarle unos cuartos a su madre mediante chantaje… El hijo: ese símbolo de todo lo que puede ir mal en los jóvenes de nuestra sociedad: obsesionados con el dinero, con el sexo, con el dinero obtenido mediante el sexo… ¡¡¡ Cuánta crítica social, y qué bien llevada a cabo!!!

Imagínate que un día enchufas la tele y te sale esto:


 
  
  


Evidentemente, los friquis que atestaban el recinto se quedan estupefactos durante unos segundos…
 
 

…hasta que un espectador… esteeeee… anónimo salta y le espeta un más que merecido "¡¡DAS ASCO!!"
 

Y es que tiene razón: mira que coger una serie de ciencia-ficción light, aséptica y familiar como Galact… digooo… como Astro Quest y convertirla en una serie sesuda, con intención de trascendencia y gafapastismo y todo tipo de ismos… Se merece que lo cuelguen, igual que al productor de la auténtica Battlestar "ha-sido-Dios" Galactica, el famosísimo Ron Moore:
 

A mí me da que al final, la mala va ser la profesora universitaria del productorcete, al que acusa de robarle la idea de deconstruir Star… estooo…. Astro Quest. Al menos, eso me huelo yo, que la cara de la tipa no me inspira confianza ninguna.

La normalización ya está aquí. ¡Congratulémonos todos!
Sincero, -a: Dícese del estado de mente en el que entra Peter David cuando le cuenta a sus jefes que hay gente colgando sus tebeos en Internet o…

…cuando escribe sus prólogos para Factor-X.
 Parecidos ¿razonables?:

