Desde aquí repartimos ideas y conceptos para la manipulación creativa y el abuso cultural. Somos el diario de lo genial, y el pensamiento de lo imposible
Desde hace ya muchos años cada vez que alguien habla sobre el mundillo en la prensa especializada me echo a temblar. Durante un tiempo incluso interné darle cobertura aquí, en ADLO!, hasta que me di cuenta de que cubrir todos estos desmanes implicaría no poder hablar nunca de otra cosa: ni de tebeos que me gustan, ni de batallitas históricas ni de la Sectorial del Cómic. Y claro, por ahí no paso. De modo que lo dejé. Decidí que era mejor dejar de amargarme con lo que cuenta la prensa sobre tebeos y simplemente negar con la cabeza y seguir con mi vida cuando pasara alguno de esos desastres ante mis ojos.
A pesar de que hay otros medios que acumulan grandes hitos del gazapo, hay pocos más prolíficos en sus disparates que El País, que no solo se asegura de faltar a casi todas las fiestas importantes, también se asegura que cada vez que se entera de algo, sea a medias y de malas maneras. Si no fuera por los muros de pago, me enteraría de más aún, me temo. Algunos errores son simplemente fruto de cierto apresuramiento, como el pasado 2 de noviembre cuando el periodista Tommaso Koch titulaba Batman de clase trabajadora, Wonder Woman perseguida por migrante y Spider-Man sin poderes mezclando churras con merinas en todo el artículo entre la pulsión marvelita de Ultimate Spiderman y la deceita con sus Absolutes. Mi parte preferida es ese mismo titular, porque quien haya leído el cómic sabrá que ese “Spider-Man sin poderes” dura menos de las 22 páginas del primer número, casi igual que su competidor clásico de los 60.
Mucho más para temblar es cuando no pueden fusilar durante todo el texto, arriba y abajo, al pobre Sean Howe si no que tienen que acudir a la fuente local, como le ha ocurrido esta semana a Álvaro Sánchez Martín, que se hacía un poco de lío hablando de las tiendas de tebeos de la capital del reino a raíz de la mudanza de Elektra Comics, llegando a hablar de que hay “[una librería] llamada Generación X” (lo cual es cierto, pero llamativo referirse a la franquicia más importante del medio como “una librería llamada…”) y “una nueva que se llama Atomizados”.
La tienda se llama Atom Cómics y dista bastante de ser nueva, incluso si solo contamos su establecimiento en la Calle de la Luna que lleva casi dos años allí. Alguien se ha chivado y han rectificado el nombre de Atom con el clásico estilo de rectificación de El País: ocultando cualquier asomo de que el dato haya sido rectificado. Podría ser peor: os recordamos que 8 años después, y con la autora del texto ya en otros medios, esta pieza de Eldiario.es sigue asegurando que Pantera Negra es “afroamericano”.
Sin embargo, la palma de este mes en cuanto a coberturas increíbles está en el programa Ponte al Día de la televisión canaria, que tuvo la buena idea de hacer un reportaje sobre los “niñombres”, hombres que no quieren madurar y se siguen comportando como chiquillos. El reportaje opta por entrevistar a LoboArkero, un coleccionista de figuras (con un perfil discreto en redes, menos de 700 seguidores en Instagram). El tratamiento de la pieza dio lugar a una riada de youtubers intentando capitalizar la indignación y en Ponte al Día decidieron salir del paso señalando que la pieza está basada en un artículo de El País, precisamente. El texto, de Enrique Rey, tiene poco que ver con la insistencia de Ponte al Día en la edad del coleccionista y el valor económico de su colección. La “disculpa” no ha sentado demasiado bien, incluyendo al coleccionista entrevistado que sigue insistiendo en que esto no es lo que le habían dicho que se iba a emitir.
Esto no es nuevo. Este tipo de reportajes llevan poblando los medios desde hace al menos dos décadas y nadie va a sorprenderse a estas alturas, viendo la calidad de rectificación de la que disfrutan nuestros periodistas. De todos modos es interesante que la TV decida hacer un reportaje sobre el coleccionismo de figuras con este enfoque mientras sigue vivo el asunto de Global Freaks, la empresa de figuras de coleccionismo que parece haber estafado a miles de clientes. El periodismo tiene estas cosas. ¿No estáis deseando que se pongan a hablar de las películas del MCU de nuevo?
¡NYA-HA-HA! Bienvenidos, bienvenidos, pasad, pasad… Ya sabéis, llega esa fecha que siempre trae el terror a… ¡No, no es una referencia al cambio de hora! ¡¡¡NO SOMOS TAN BRUTALES!!! Jajaja.
Resulta que nosotros no queríamos convertir esto en una sección anual pero el mundillo del cómic se empeña en llevarnos la contraria.
Por supuesto el terror es a escala, si quisiéramos terror de verdad miraríamos cómo van las encuestas de las elecciones USA, las encuestas del CIS o hablaríamos con un adolescente sobre las cosas que opinan en su clase los espectadores de YouTubers.
¡Pero eso no signifique no podamos encontrar aún cosas que aterren a los lectores de cómic!
Bueno, quizá no les aterren más… ¡Pero seguro que algo les aterran!
Reduciéndoles a una masa de carne y nervios que decide arrastrarse hasta una hamburguesería en la que pedir el menú ADULTO pero con regalito. Si creáis que no se podía seguir timando a la gente con Funkos es porque no pensasteis que se podían ahorrar los Funkos. Suponemos que en una caja sin color y con violencia.
Pero creo que para este año podemos buscar algo más chispeante, más efervescente, más espumoso, más… BURBUJEANTE.
Tanto hablar de burbujas en el Manga tenía que pasar que fuéramos encontrándolas en otro lado, incluso en las tiendas.
Así que unos pocos días hemos tenido no una, ni dos, sino tres historias sobre tiendas cerrando sin avisar que estaban admitiendo aún dinero de sus clientes.
Por supuesto no son las únicas noticias de movimientos en tiendas de cómics que hay, pero sí las que más están llamando la atención porque sirven para discutir de quién es la culpa. ¿De la burbuja del manga? ¿De la burbuja de las figuras? ¿De la burbuja de las tiendas de cómic? ¿Es acaso el momento de reconquistar el quiosco? Y si es así, ¿dónde están esos quioscos que había que reconquistar y ya no vemos por ningún lado? ¿Son los quioscos las nuevas cabinas de teléfonos? ¿Hay que vender cómic en los teléfonos? ¿O solo leerlos?
La verdad es que todo esto debería de ser aterrador, pero como el propio mercado de editores y libreros se dedican a mirar a otro lado, silbar o fingir que aquí no pasa nada… ¿Por qué deberíamos de ser los únicos que les digan que quizá deberían mirar cómo están las cosas?
¡Eso sería como esperar que acepten que el precio es caro! Tú imagina que aceptas que el precio de tu producto es caro y explicas por qué lo es en lugar de negar la mayor y sacar un manga a veinte euros y cualquier tomo por treinta.
¡Si están todos sacando packs, y estuches y ‘colecciones’ es sin duda porque la gente quiere comprar cuanto más mejor, no porque no se estén vendiendo las tiradas!
Porque lo importante aquí es que si todos fingimos muy fuerte que no ha pasado nada seguro que no pasa. Quizá eso es lo que deban hacer los que se han encontrado con que han puesto dinero para reservas que no van a llegarles nunca.
Como si fueran productores de películas de payasos.
Pero olvidemos a los payasos y pensemos en el lado bueno. Al menos nosotros no hemos puesto dinero por adelantado en ninguna empresa que pueda cerrar el día menos pensado. Ni para reservar una figurita ni para… ninguna otra cosa.
¿Verdad?
NYA-HA-HA! ¡Más aún! BWA-HA-HA!!!
Creo que dejaros con ese pensamiento es suficiente por este año.
Así que podemos despedirnos como hicimos el año pasado:
¿No sería tan terrorífico como mirar las previsiones y las taquillas de las películas de superhéroes?
No, no, no, la OTRA forma de despedirnos del año pasado.
Hace un par de semanas hablaba yo por aquí de cómo la llegada de productos más lucrativos que los cómics al ecosistema de la “tienda friki” formaba parte de una tendencia que venía a desplazar a los tebeos de la que ha sido su base de operaciones habitual durante las últimas décadas. Como pináculo de esta toma del espacio (físico, pero también económico) mencionaba los Funko Pops, algo que desató un atribulado debate en la ADLOcueva acerca del auge, la crisis y el estado actual del asunto de los Funko Pops en las tiendas de cómics. Quiso la suerte que unos días después la prensa española (no la de tebeos, de esa no hablo) nos sacase de dudas publicando el siguiente titular:
Y digo que nos resuelve el dilema porque cuando la prensa española se entera de una tendencia (por ejemplo, el dropshipping, los cursos de seducción científica, los bitcoins, los NFTs, o cualquier cosa similar) suele querer decir que ya está cayendo tan abajo que hasta los redactores de prensa escrita pueden ver la parábola. Y además nos sacaba de dudas con una dato: 35.000€ (estimados) divididos entre 1.500 figuritas llega a poco más de 20 pavos por figura. Poco más de lo que cuestan en tienda las nuevas remesas. Vamos, que como negocio de coleccionismo, no lo veo muy boyante.
Por supuesto, otra cosa que sabemos los aficionados a los tebeos de superhéroes es que cuando algo comienza a anunciarse como objeto de coleccionista es porque las ventas se están yendo al garete. De eso iba el post de hace dos semanas: pasar de una audiencia enorme que compra un producto muy barato (una grapa de los 70, una figura de plástico de 15 pavos) a un público más reducido que compra bastantes productos más caros (unas portadas holográficas, unos Funkos edición limitada). Y como ya sabemos, ese es en muchos casos el paso al abismo. Es decir, que podemos concluir que los Funko Pop, efectivamente, están en crisis. Como el cómic en grapa. O la prensa española.
Lo cual no quiere decir que mañana vayamos a asistir al desmantelamiento del imperio Funko. Como dice Eduardo Garzón hablando de las criptomonedas, que algo siga valiendo dinero no quiere decir que no haya habido una burbuja. Qué duda cabe de que siempre habrá compradores y coleccionistas de tebeos, igual que los habrá de Funkos e incluso, quién sabe, de periódicos. No es nuevo y de vez en cuando, cual freaks nostálgicos a lo Mario Vaquerizo, son recuperados mediáticamente para recordarnos, de vez en cuando, que siguen ahí. Comprando Mortadelos, Cabbage Patch Kids, cromos de La Liga 1995 o lo que sea. Al fin y al cabo, desde hace ya un par de décadas, cuando hace falta rellenar parrilla tirar de los freaks siempre da resultado.
Y sin embargo, me reafirmo en lo que yo comentaba en mi artículo, porque lo que los Funkos han causado es un mal que no tiene remedio. Sí, puede que vayan pasando de moda y vayan dejando espacio poco a poco a otras cosas. Pero es poco probable que el espacio que en su momento robaron a los tebeos vuelva a ser recuperado por los tebeos. Pasarán a ser otro tipo de figuras baratas, de juegos de mesa, camisetas de Pampling, tazas, llaveros o algún tipo de merchandising apropiado. Porque sigue siendo más lucrativo tener en stock una caja de algo con un pingüe margen de beneficio que una caja de grapas de las que si acaso vendes alguna no vas a sacar ni un pavo. Es así de sencillo y así de duro. El daño, me temo, ya está hecho.
Los Funkos son solo una representación de un concepto mucho más grande y mucho más importante. Son fáciles de odiar porque son un conjunto obvio, que salta a la vista. Hay muchas figuras feas (desde esas figuras que imitan ser juguetes articulados de los 90 pero muchísimo más caras hasta las lolitas sexualizadísimas de tu tienda otaku más cercana) pero es más complicado saber de un vistazo a qué conjunto corresponden. Pero el Funko es obvio, monolítico, uniforme. El Funko es, al final, un signo de un tiempo donde el producto ya no importa, sino la IP, la marca. ¿Es fea la figura? ¿Es bonita? No importa, porque lo que importa es que es una figura que pertenece a X propiedad intelectual que te gusta. Y su valor estético importa mucho menos que su valor simbólico. Un Funko es una declaración de intenciones sobre un producto cultural que te gusta, no sobre el tipo de figura que te gusta. Y de hecho, si tienes muchos Funkos, y muy variados, ya no daremos tanto por hecho que te gustan la miriada de productos culturales que representan. Daremos por hecho que te gustan los Funkos. Como concepto. Como estructura. No lo entenderemos, quizá no queramos hacerlo. Pero es lo que vamos a inferir.
¿Y no es eso lo que ocurre ahora con tantas aficiones últimamente? Lo importante no es que te guste una u otra película de superhéroes. Lo importante es que te guste el Universo Multimedia del que forma parte. Y aunque no te guste, lo tragas porque es una forma de participar de un universo poliédrico de películas, series, trailers promocionales, ruedas de prensa y comunicados. De ahí los multiversos y los serviversos y todas esas interacciones entre IPs que antes solo aparecían en las horribles camisetas de Qwertee que plagia Pampling y que ahora están por todas partes. Incluso en los Funkos.
Compré mi primer tebeo de Spider-man en Junio de 1996, en la tienda de cómics de mi ciudad. Ya había comprado algunos números antes acompañado por mis padres, pero el número 18 de Forum fue el primero que recuerdo coger del estante y llevarlo hasta el mostrador. Empecé a leer sobre cómics en internet cuando tenía unos 13 o 14, 7 años después. El primer blog al que recuerdo aficionarme fue a Un Tebeo Con Otro Nombre, del Adlater Pedro Garcia con el que, tardé mucho tiempo en descubrirlo, compartía tienda de tebeos. Y una cosa que siempre me sorprendía de aquellas nostalgias que se trataban entonces eran los tebeos en los kioscos. ¿Por qué nadie iba a sentir nostalgia de aquello con lo estupendas que eran las tiendas de cómics con sus pilas polvorientas, sus cartas Magic, sus figuras atroces, sus cajas de Warhammers y demás? Sin embargo, ahora, con 32 años (19 años después), creo que empiezo a entender.
El origen de la tienda de cómics es complicado de resolver. Hay un cierto consenso en ubicarlo a finales de los años 60, cuando el californiano Gary Arlington abrió un local bajo el nombre de San Francisco Comic Book Company para vender su enorme colección de tebeos para poder pagar las deudas. Sin embargo, de forma veloz Arlington decidió empezar a editar tebeos, en una búsqueda constante de la forma más ruinosa de subsistir. Su tienda se convirtió también en el centro editorial underground de la Costa Este, trabajando con nombres tan pujantes como Robert Crumb, Spain Rodriguez, Trina Robins o Art Spiegelman. En aquellos primeros años el espacio de las novedades del cómic mainstream se encontraban en los kioscos de prensa, y el cómic underground se trajinaba en las tiendas de discos raras, librerías políticamente comprometidas y otros negocios marginales. Las tiendas de cómics eran una rareza para coleccionistas y apenas había unas pocas en todo Estados Unidos.
Sin embargo, a partir de 1973 la cosa cambiaría gracias a Phil Seuling. La historia de Phil es singular, se trataba de un aficionado a los cómics que llevaba organizando convenciones de aficionados a los tebeos varios años en el área de Nueva York. Fue en su Comic Art Convention del 73 donde el propietario de una de esas tiendas de cómics tuvo la feliz ocurrencia de, en lugar de llevar tebeos antiguos y descatalogados, como era habitual, iba a llevar cómics nuevos, algunos de los cuales ni siquiera habían llegado aún a los “puntos de venta habituales” (esto es, los dichosos kioscos). El vendedor en concreto fue Ed Summer, propietario de Supersnipe Comics Emporium, sobre el que cabría hablar muchísimo más. Digamos que, entre otras cosas, se codeó a mediados de los 70 con gente como Frank Frazetta o George Lucas.
Pero estábamos hablando de Phil. El gran éxito que tuvo en la convención un comerciante que no vendía nada prodigioso (solo tebeos que estarían en los kioscos unos días después) le llevo a elucubrar un plan. Y no era el único que estaba pensando en ello. Y es que detrás de este éxito se escondía una realidad: los tebeos recién salidos de la imprenta era, en algunos casos, tan difíciles de encontrar para los aficionados como viejos números perdidos de hacía décadas. El sistema de distribución de los kioscos era volátil y temperamental. En tu barrio o en tu zona podría no llegar nunca una colección, pues lo que se demandaba dependía del requisito nada completista del despacho de prensa. Poco después Phil Seuling llegaría a acuerdos comerciales tanto con Marvel como DC cimentando el “mercado directo”, la base sobre la que se ha sostenido la industria del cómic americano desde mediados de los 80 hasta ahora.
Me desvío otra vez, no venía yo a hablar del mercado directo sino de los kioscos. Hay varios motivos por el que Marvel y DC se lanzaron alegremente a los brazos de gente como Seuling y sus tiendas especializadas para coleccionistas. Y es conveniente explicarlo, porque de entrada, parece una jugada suicida: salir de los circuitos comerciales mainstream para depender de un comercio de nicho. Una cosa que se podían permitir los artistas underground como Kevin Eastman y Peter Laird, pero que parece no tener sentido para los propietarios de Batman, Superman, Spiderman o los X-Men. Sin embargo, lo cierto es que el mercado tradicional del cómic de superhéroes estaba de capa caída y el principal responsable era el kiosco.
Hay que entender que el margen de beneficio de los tebeos era muy escaso para los kiosqueros. En la época de la DC Implossion (ya estamos en 1978) el cálculo aproximado es que un negocio sacaba el triple de beneficio de la venta de una revista (por ejemplo, la Play Boy o la revista MAD) que de la venta de un tebeo de superhéroes. Y ocupando los dos el mismo espacio en el expositor, ¿por qué tener superhéroes? Poco a poco la pujanza de otras publicaciones impresas más lucrativas fue empujando a los cómics fuera del negocio. Los vendedores no querían vender tebeos, de modo que muchas veces devolvían casi todo lo que se les enviaba. O peor. El sistema era tan caótico que los vendedores podían solicitar la devolución del importe de cómics no vendidos sin tener que ofrecer prueba ninguna de que no se hubieran vendido (o de su destrucción) dando lugar a un mercado secundario que desembocaba en aquellas entrañables primeras tiendas de tebeos.
De modo que de pronto las editoriales aceptaron que era mejor reducir la exposición de sus productos si a cambio podían librarse de las devoluciones (mercado directo) y exprimir a un lector devoto. En lugar de tener 10 niños comprando una grapa cada uno, tendrías a 3 coleccionistas comprando 5 o 6 grapas cada uno. Un negocio perfecto. Así, las editoriales comenzaron a potenciar a las tiendas del mercado directo: la primera fue Marvel que en 1980 lanzaba en exclusiva para ellas el primer número de su nueva heroína: Dazzler. DC hizo lo propio con Madame Xanadú. No eran grandes personajes (de hecho, eran MUJERES) pero la apuesta funcionó bien. Tanto que los exclusivos para venta directa comenzaron a aflorar: Micronauts, Moon Knight, Ka-Zar, Camelot 3000, The Omega Men,…
La idea era clara: mover progresivamente a los lectores de los kioscos a las tiendas donde podían encontrar todas las colecciones que estuvieran dispuestos a seguir. Había que crear un nuevo perfil de lector, o más bien, convertir al ya existente comprador esporádico en un acérrimo aficionado. Llega asi la novela gráfica de Marvel, comenzando con La muerte el Capitán Marvel. DC quiso estar a la altura y reclutó a Frank Miller para hacer Ronin. Estas nuevas novelas estaban ya pensando en un comprador con conocimientos que no solo buscaba la portada o al personaje, sino al autor. Comienza a asomar la pata el concepto del artista estrella en el cómic de superhéroes, algo que hasta entonces parecía solo a la altura de Jack Kirby. Las convenciones se convierten en lugares para comprar y compartir las novedades editoriales, no solo los números desclasificados de colecciones antiguas, y los artistas comienzan a participar en ellas como famosas estrellas del cine y la televisión.
Los kioscos, por su parte, sobrevivieron. Se adaptaron a nuevos modelos, incluyeron en su oferta coleccionables, fascículos, chucherías, tabaco o lo que estuviera a mano y se olvidaron de los tebeos. Y los aficionados nos olvidamos de ellos a su vez. Fue una ruptura tranquila, sin sesiones de Bizarrap salvo para los nostálgicos. Yo no era uno de ellos. Cuando yo llegue a los cómics acababa de abrir mi tienda de cómics de referencia. Esa que comparto con Pedro.
En España la historia de las tiendas de cómics anduvo pareja, pero como siempre, algo más atrasada. Sus primeros momentos coinciden con la crisis del kiosco en Estados Unidos, a comienzos de los 80. Como aquí a veces lo hacemos al revés, alguna se convirtió en editorial pero alguna editorial puso tienda, como es el caso de Norma Cómics en Barcelona. Allí se dieron cita los fanzines y cómics underground del post-punk y las post-Movidas, los nuevos nombres de un cómic español que abandonaba el franquismo, los tebeos de superhéroes, el manga y todo lo demás. Y todo lo demás fue incluyendo, poco a poco, lo que comentaba al principio del artículo: cartas Magic, Warhammer, figuras, juegos de mesa,…
Y poco a poco, el espacio en las tiendas de cómics empezó a menguar. Los vendedores, como siempre, buscaron optimizar su negocio y apostaron por productos que daban mayor margen de beneficio que los cómics. En muchos casos productos derivados, otras veces solo vagamente relacionados con el propósito original. El advenimiento del Funko Pop de los últimos 10 años ha sido la expresión inmensa de una progresión que se ha podido palpar desde finales de los 90. Las convenciones han vuelto a cambiar y ya no son el espacio donde hacerse con las últimas novedades del mercado, sino un escaparate para adquirir productos cada vez menos relacionados con el cómic pero con un margen de beneficio mucho mayor.
¿Y las editoriales? Pues curiosamente, las editoriales tampoco están del todo satisfechas con el modelo de las tiendas. Se les ha empezado a quedar corto lo que venden para lo que cuestan. Y progresivamente han ido apostando por nuevos espacios de venta. Por ejemplo, las grandes superficies, como Carrefour, con títulos dedicados exclusivamente para ellos. Y también, por supuesto, han apostado por la venta en digital, mucho más lucrativa para ellos, sacando cómics exclusivos para internet. No con grandes personajes (de hecho, casi todo MUJERES) pero la apuesta parece que funciona bien.
Y cuando tu tienda de cómics cierra, uno se da cuenta de que entiende, por fin, a los nostálgicos de los kioscos. Sí, puede parecer que es que no entienden cómo vienen los tiempos, pero en realidad lo que pasa es que lo entienden y les duele igual.