Hace un par de semanas hablaba yo por aquí de cómo la llegada de productos más lucrativos que los cómics al ecosistema de la “tienda friki” formaba parte de una tendencia que venía a desplazar a los tebeos de la que ha sido su base de operaciones habitual durante las últimas décadas. Como pináculo de esta toma del espacio (físico, pero también económico) mencionaba los Funko Pops, algo que desató un atribulado debate en la ADLOcueva acerca del auge, la crisis y el estado actual del asunto de los Funko Pops en las tiendas de cómics. Quiso la suerte que unos días después la prensa española (no la de tebeos, de esa no hablo) nos sacase de dudas publicando el siguiente titular:
Y digo que nos resuelve el dilema porque cuando la prensa española se entera de una tendencia (por ejemplo, el dropshipping, los cursos de seducción científica, los bitcoins, los NFTs, o cualquier cosa similar) suele querer decir que ya está cayendo tan abajo que hasta los redactores de prensa escrita pueden ver la parábola. Y además nos sacaba de dudas con una dato: 35.000€ (estimados) divididos entre 1.500 figuritas llega a poco más de 20 pavos por figura. Poco más de lo que cuestan en tienda las nuevas remesas. Vamos, que como negocio de coleccionismo, no lo veo muy boyante.
Por supuesto, otra cosa que sabemos los aficionados a los tebeos de superhéroes es que cuando algo comienza a anunciarse como objeto de coleccionista es porque las ventas se están yendo al garete. De eso iba el post de hace dos semanas: pasar de una audiencia enorme que compra un producto muy barato (una grapa de los 70, una figura de plástico de 15 pavos) a un público más reducido que compra bastantes productos más caros (unas portadas holográficas, unos Funkos edición limitada). Y como ya sabemos, ese es en muchos casos el paso al abismo. Es decir, que podemos concluir que los Funko Pop, efectivamente, están en crisis. Como el cómic en grapa. O la prensa española.
Lo cual no quiere decir que mañana vayamos a asistir al desmantelamiento del imperio Funko. Como dice Eduardo Garzón hablando de las criptomonedas, que algo siga valiendo dinero no quiere decir que no haya habido una burbuja. Qué duda cabe de que siempre habrá compradores y coleccionistas de tebeos, igual que los habrá de Funkos e incluso, quién sabe, de periódicos. No es nuevo y de vez en cuando, cual freaks nostálgicos a lo Mario Vaquerizo, son recuperados mediáticamente para recordarnos, de vez en cuando, que siguen ahí. Comprando Mortadelos, Cabbage Patch Kids, cromos de La Liga 1995 o lo que sea. Al fin y al cabo, desde hace ya un par de décadas, cuando hace falta rellenar parrilla tirar de los freaks siempre da resultado.
Y sin embargo, me reafirmo en lo que yo comentaba en mi artículo, porque lo que los Funkos han causado es un mal que no tiene remedio. Sí, puede que vayan pasando de moda y vayan dejando espacio poco a poco a otras cosas. Pero es poco probable que el espacio que en su momento robaron a los tebeos vuelva a ser recuperado por los tebeos. Pasarán a ser otro tipo de figuras baratas, de juegos de mesa, camisetas de Pampling, tazas, llaveros o algún tipo de merchandising apropiado. Porque sigue siendo más lucrativo tener en stock una caja de algo con un pingüe margen de beneficio que una caja de grapas de las que si acaso vendes alguna no vas a sacar ni un pavo. Es así de sencillo y así de duro. El daño, me temo, ya está hecho.
Los Funkos son solo una representación de un concepto mucho más grande y mucho más importante. Son fáciles de odiar porque son un conjunto obvio, que salta a la vista. Hay muchas figuras feas (desde esas figuras que imitan ser juguetes articulados de los 90 pero muchísimo más caras hasta las lolitas sexualizadísimas de tu tienda otaku más cercana) pero es más complicado saber de un vistazo a qué conjunto corresponden. Pero el Funko es obvio, monolítico, uniforme. El Funko es, al final, un signo de un tiempo donde el producto ya no importa, sino la IP, la marca. ¿Es fea la figura? ¿Es bonita? No importa, porque lo que importa es que es una figura que pertenece a X propiedad intelectual que te gusta. Y su valor estético importa mucho menos que su valor simbólico. Un Funko es una declaración de intenciones sobre un producto cultural que te gusta, no sobre el tipo de figura que te gusta. Y de hecho, si tienes muchos Funkos, y muy variados, ya no daremos tanto por hecho que te gustan la miriada de productos culturales que representan. Daremos por hecho que te gustan los Funkos. Como concepto. Como estructura. No lo entenderemos, quizá no queramos hacerlo. Pero es lo que vamos a inferir.
¿Y no es eso lo que ocurre ahora con tantas aficiones últimamente? Lo importante no es que te guste una u otra película de superhéroes. Lo importante es que te guste el Universo Multimedia del que forma parte. Y aunque no te guste, lo tragas porque es una forma de participar de un universo poliédrico de películas, series, trailers promocionales, ruedas de prensa y comunicados. De ahí los multiversos y los serviversos y todas esas interacciones entre IPs que antes solo aparecían en las horribles camisetas de Qwertee que plagia Pampling y que ahora están por todas partes. Incluso en los Funkos.