Una de las más corrientes quejas entre la gente que ya lleva un par décadas en el mundillo del cómic es que echan de menos las portadas de antes. Esta queja se basa principalmente en que, con el paso del tiempo, las portadas han ido premiando la labor estética, la que ejerce el dibujante, sobre la mera publiciataria, la que anunciaba—a veces con bocadillos—de manera exagerada lo que el cómic llevaba en su interior.
En este sentido cabe destacar que la belleza plástica no es sólo un reclamo publicitario básico, sino parte inseperable del arte y la publicidad. Si bien es cierto que el abuso de la fórmula ha derivado en el desligue completo de la portada respecto al interior de comic, algo por otra parte especialmente bien visto en las editoriales puesto que acelera los procesos productivos.
Este estetcismo contrasta con aquellas míticas portadas que te explicaban a la perfección lo que pasaba en el tebeo
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Afortunadamente, y sin negar que de un tiempo a esta parte hay portadas que no dicen nada
Sí que es cierto que hay mucho quejica suelto porque todavía existen portadas que muestran, a la perfección, de que va exactamente el cómic que acabas de comprar.