Es una ley no escrita en todo Occidente, y gran parte de Oriente, que no se ha de hablar mal de los muertos. Pero también es una costumbre profundamente española crear corrillos en los tanatorios mientras pelas al recién fallecido con la tan lapidaria como elegante frase «tanta paz tenga como descanso deja».
No sabemos si es el caso de Francisco Ibáñez, que siempre fue majo con todo aquel que le entrevistó pero nunca conocimos en la vida real, aunque nos consta que alguna desavenancia con alguien tuvo y este se vengó inventado los Mortadelos NSFW antes de que se inventara internet y alguien enunciara la Regla 34.
En realidad de Ibáñez en ADLO! sólo sabemos tres cosas:
1.- Que es el pilar fundamental del cómic español, que logró con su obra (propia o delegada) convertirse en el referente máximo de una industria (la del tebeo como entretenimiento de masas) que ya existía cuando él llegó y de la que apenas queda nada ahora que nos ha dejado.

2.- Que tuvo mucho éxito en Alemania

3-. Y que copiaba

Copiaba Mucho

Y casi siempre del mismo


Pero en ADLO la D es de Defensa y por ello sabemos que si Ibáñez copió a Franquin (y lo hizo como podéis ver en esta estupenda recopilación que hizo la Página No Oficial de Mortadelo y Filemón) no fue para ganar dinero (que es algo además que nunca criticaríamos en una España que considera que el derecho de las empresas luxemburguesas que alquilan pisos en Madrid a expatriados está por encima de los derechos de los madrileños de poder conseguir una vivienda en la ciudad donde nacieron, crecieron y trabajan), sino para componer el primer gran cómic denuncia español que se público en plenas narices del franquismo, una habilidad que nunca puedes saber, por lo menos sin hacerte spoiler, cuando puedes volver a ser útil a los creadores españoles.

Y lo hace gracias a la dualidad de dos personas que son lo mismo pero a la vez son opuestos:
Gaston Lagaffe (Tomás El Gafé cuando la misma editorial que publicaba a Ibáñez lo tradujo al español)

y El Botones Sacarino

Gaston es un joven que trabaja de aprendiz en la Revista Spirou. Es un poco el «chico para todo», como personaje cómico que es tiene una habilidad extraña para convertir en un desastre todos los encargos que realiza, pero encima es que Gaston prefiere vaguear y dedicar el tiempo de trabajo a realizar inventos que, inevitablemente, saldrán mal.

Mientras que Sacarino trabaja como botones en la revista DDT y como personaje cómico que es tiene una habilidad extraña para convertir en un desastre todos los encargos que realiza, pero encima es que Sacarino prefiere vaguear y dedicar el tiempo de trabajo a realizar inventos que, inevitablemente, saldrán mal.

Es posible que si no conocías estas similitudes estés en estos momentos elevando la ceja pensando que hay demasiadas coincidencias entre el pefil de Gastón, de Sacarino y el de este humilde redactor que te escribe que ha sido tan vago como para copiar y pegar la descripción de los personajes, pero como he dicho antes, lo importante en el trabajo de Ibáñez no son las similitudes sino las diferencias.

Gaston Lagaffe es la representación de Franquin del joven Belga, y por motivos de mercado y proximidad cultural también francés, de los años 50.
Gaston lleva el pelo largo, se niega a llevar corbata o chaqueta por lo que viste siempre informal, y saca de quicio a Fantasio porque no parece mostrar ningún respeto por las jerarquías ni la edad de sus compañeros de trabajo. Nunca parece claro quién es el jefe de directo de Gaston, aunque sí de la empresa, porque a Gaston no le importan las jerarquías. Lagaffe prefiere usar su tiempo laboral para desarrollar sus inquietudes y no para cumplir órdenes de los demás. Nunca parece importarle demasiado el bienestar de su empresa.

Sacarino sin embargo, no sólo tiene escaso pelo, sino que viste de uniforme (la más formal de las vestiduras en cualquier sociedad pues ponertelo implica inmediatamente asumir unas obligaciones, y dice a todo el mundo en un vistazo cual es tu lugar en la escala social) , y siempre está muy claro quiénes son sus superiores: el director y el presidente.

En resumen, Sacarino es la representación joven español de los años 60 y 70: un joven al que aunque tiene un notable afán de inventor se ha colocado en el escalafón más bajo y no deja de recibir órdenes de ese cargo intermedio que es el director, un mediocre que ha llegado al puesto por haber nacido en una clase social que sí que puede pagarse una educación que Sacarino no tiene, pero que está subordinado a hacerle la pelota al Presidente de la empresa que es su superior. Una metáfora perfecta la España del Orden y la Paz que venden los nostálgicos del pasado.


Es por este motivo que cuando Franquin dibuja a Gastón echándose la siesta en horas laborales lo que está haciendo es narrar un acto de rebeldía más o menos consciente de un joven al que no le importan las reglas que le impone la generación anterior, las siestas de Sacarino son el único consuelo que le queda en la España tradicional en la que le tocó vivir a Ibáñez y por extensión a sus lectores.

Por eso cuando un francés te diga que Sacarino no es más que un rip off de Gaston, dile que tal vez sí, pero que Ibáñez lo hizo así para que al ponerlos frente a frente España pudiera ver todo lo que estaba haciendo mal durante una de las peores épocas de su historia ( e inmediatiamente cambia de tema o sal corriendo antes de que te saque lo de ese otro personaje belga del mismo autor que Gastón que iba siempre vestido de botones).

AVIV ZEÑABI!!!!