Justicia, mi Capitán

Con la cosa de las series con ya cierto tiempo y el magnífico canal que RwDt09 tiene me he pasado gran parte de la semana viendo openings de series. Que siempre es un gran ejercicio para recordar series y encontrar caras conocidas. El caso es que mientras estaba viendo vídeos como:

 

Me encontré con una serie de esas con una historia detrás que siempre dejas para contar más adelante. Se trataba de Once a hero

¿Qué? ¿Os ha sonado alguna cara? Ya. De ahí que tuviera pendiente contaros la historia, que estaba dejando por si algún día me ponía con la de los superhéroes en televisión. Pero parece que eso tardará, así que el día ha llegado finalmente.

1987 fue un año convulso para los superhéroes en televisión. Es cierto que La Superabuela llevaba ya un par de años de éxitos, pero su cancelación dejaba muy obviamente un hueco por rellenar. Que la serie fuera inglesa no tiene nada que ver. Lo importante es que los norteamericanos eran consciente de esa necesidad pese a los fracasos recientes de Manimal, Automan o el éxito moderado de El gran héroe americano.  Pero ese mismo año se presentó en sindicación -ya sabeís, en USA las teles son como las radios en España, funcionan por emisoras asociadas que no siempre emiten el contenido de la ‘nacional‘, a veces tienen que rellenar huecos y recurren a esas series sindicadas, como Xena o Los Vigiliantes de la Playa, para hacerlo- la serie Captain Power and the Soldiers of the Future

 

y, a la vez, la cadena ABC se animó a encargar una adaptación de cómic.

Pues claro que estoy hablando en serio. Me refiero nada menos que a uno de Mike Grell, ¿ahora váis a fingir que no sabéis que ese año hubo una temporada entera de


Jon Sable: Freelance? Vale, la llamaron solo Sable que era más barato de imprimir, pero la adaptación estaba ahí.

Ya, bueno, otro día hablaremos de esta. De momento quedémonos con que mientras otras cadena se dedicaban a saber qué locas ideas -como la CBS emitiendo La bella y la bestia. Pfff.- en la ABC había gente con visión de futuro que encargó no solo la adaptación de la serie de First Comics, también una aproximación a gente que sabía de lo que hablaba. Dusty Kay, por ejemplo. Un tipo que llevaba años intentando vender pilotos sin éxito, que hasta el momento su mayor logro había sido que le hicieran un piloto llamado Triplecross que no pasó de ahí y fue reconvertido en telefilme, pero que ahora recibía de la ABC la posibilidad de montarles una serie directa a televisión.

Le pedían un superhéroe pero con un toque cómico, que ya hemos visto que era lo que mejor estaba funcionando. Así que él se lió la manta a la cabeza y busco a alguien que supiera mejor que él lo que había que hacer. Optó por Ira Steven Behr, que es una elección muy lógica porque para algo tenía experiencia como productor televisivo. En Fama.

Total, que se pusieron manos a la obra para lograr una serie que buscaba:

to satirize the anachronistic notion of being a hero in an imperfect world and to capitalize on the considerable recent popularity of comic books among adult readers.

No sé a qué se referirán, si en 1986 sólo se había publicado… uy, perdón, que no lo he altavisteado:

para satirizar la anacrónica noción de ser un héroe en un mundo imperfecto y a sacar provecho de la reciente Popularidad del cómic entre los lectores adultos.

Eso y más cuentan en esta entrevista que el New York Times les hizo… cuando cancelaron la serie tras sus tercer episodio. La cosa no salió como ellos se esperaban, a saber por qué, y la cadena decidió retirarla rápidamente. Y es una pena, porque esta comedia superheróica había contactado ya con Adam West para hacer un personaje invitado en uno de los capítulos siguientes que… No, no veo ninguna pauta. Ahora bien, ¿por qué estoy hablando de una serie de televisión que duró tres capítulos?

No, no es porque «yo soy yo». Es por otro motivo ¡MUCHO MÁS NOTABLE! A ver, cuando he dicho antes que la ABC se dirigió a Kay para que les hiciera la serie es exactamente lo que pasó. Lo único es que no se dirigió SOLO a Kay. Sino que puso en contacto a Kay con una empresa reciente, nueva, llena de talento y de ideas, una empresa con lazos comiqueros: New World Pictures. Vale, la rama de televisión, que era la nueva, la New World original había sido creada en los ’70 por Roger Corman tras su marcha de AIP para servirle de productora, cierto.  Pero para entonces ya se la habían vendido a otro pard… experimentado inversor. El caso es que los nuevos dueños decidieron diversificarla metiéndose en el negocio de la televisión para la que producían series como Santa Barbara.  Y también compraban otras compañías, por ejemplo… Pero no nos adelantemos. La cosa es que en 1987 decidieron reinventarse, ofrecerse como un grupo de negocios multinivel y blablablabla. Lo típico. Y entre las cosas que probaron fue sacar provecho de sus creaciones. También típico. Pero cuando se les aproximó Kay para crear esta serie… bueno… No era exactamente lo que ellos tenían en mente pero, mira, una oportunidad de abrir una nueva brecha siempre es interesante. Sobre todo porque esa empresa que habían comprado en 1986 les podía venir de perlas. Ya sabéis…

Marvel Entertainment Group.

De esa compra y la lógica decisión de pues vamos a hacer series de televisión que seguro que nos forramos salió esta alianza que  funcionó… como funcionan todas estas cosas. Podemos echarle un ojo a lo que cuentan del asunto tanto en TBMR (con estrambote) como en Starlogged, pero lo importante podemos robatomárselo prestado.

La idea de modificar dibujos de Starlin para incluir al héroe de la serie

o que en su lugar de procedencia se deje ver algún conocido de la Marvel

no es casualidad. El propio Stan Lee tenía planes para la serie, y en la serie, un cameo que fue eliminado. ¿Quizá fuera ese el inicio de su obsesión con los cameo? Quién sabe. El caso es que mientras en su Soap Box venía las virtudes de la historia en la realidad la cancelaban.

Bien es cierto que no sin que antes Marvel hubiera decidido aprovechar las sinergias para hacer eso que tan bien se les ha dado siempre: Publicar un cómic basado en la serie de televisión.

Guión de J.M. DeMatteis, dibujo de Steve Leialoha, tintas de Tony DeZuniga, DeFalco editando, Potts editando, Janice Cohen al color y Janice Chiang rotulando. Y si la serie duró tres capítulos el cómic duró dos. Bien es cierto que entre el primero y el segundo habían pasado meses y no semanas. Pero mira, lo suficiente como para que pudiera aparecer en un buen número de distintas bases de datos relacionadas con los supes. Y que quedaran un par de historias curiosas.

Por ejemplo, que ni el canal, ni la productora, ni Kay parecían tener claro que era lo que querían. La idea principal -un héroe que pasa de su universo superhéroico llamado Pleasentville (*guiño codazo*) al nuestro y se encuentra con que aquí las cosas no son tan idílicas- no tendría por qué ser mala. O no se hubiera seguido copiando durante las siguientes décadas. Pero la forma de ejecutarlo, con el creador del personaje -se señor con el pelo blanco y las cejas negras- diciendo que estaba repitiendo una y otra vez esquemas, con otro personaje de su universo colándose en el nuestro, con una reportera de investigación que no es capaz de descubrir lo que pasa aunque su hijo pequeño sí, con… en fin, todo eso. Pues resulta que no acaba de funcionar.

Por lo visto no funcionaba tampoco porque la primera versión tenía a un actor tirillas para reforzar la cosa humorística. Algo que ya habían intentando tantas series antes que en 1967 había habido DOS series usando esa premisa… masomenos. Pero ese será tema para otra ocasión. El caso es que ese actor llegó a hacer un piloto que se mostró a algunos potenciales compradores de la serie -las cadenas que tenían que decidir si la emitían o no, vaya- y les dejó una impresión tan mala que aunque se hiciera un cambio en el reparto y se intentara poner en marcha de nuevo ya tenían claro que aquello no iba a funcionar.

De ese piloto al que echarle la culpa de tantas cosas también se le puede colgar el haber hecho que las emisoras que normalmente programaban series de la ABC tuvieran que buscar un sustituto. Un sustituto en sindicación, por supuesto. ¿Y qué mejor que una serie que también estuviera empezando ese año? Más aún, una serie también de fantástico y con un respaldo de franquicia que lo mismo les ayudaba a arrancar. En serio, entre eso que traían por mucha Marvel que tuviera y lo otro no había color. Así que, ¿por qué no darle una oportunidad a Star Trek: La Nueva Generación?

La pérdida de uno, la ganancia de otro. O algo así debió de pensar Ira Steven Behr cuando pasó de producir esta serie a escribir guiones para la de Star Trek y a partir de ahí a ocuparse de más cosas dentro del universo de la Enterprise. Hasta convertirse en uno de los productores de Espacio Profundo 9.

Al final ya veis, todo acaba estando conectado. Siempre. Incluso los problemas de Marvel para hacer series de TV.