En el momento en que el timbre del móvil saltó con su cantarina versión del Anarchy in the UK salía yo de mi jornada laboral en el Hospital de la Candelaria sin sospechar que la tranquilidad de que habia gozado hasta ese momento estaba a punto de quebrarse. Y la primera grieta era el texto enviado por Doña Chaxiraxi que, con los verdes tintes del Wassap, proclamaba «Le suplico que venga urgentemente, Doctor Rayco, está sumido en otra de sus crisis«.
Con paso acelerado logré subirme al tranvia que en esos momentos estaba a punto de partir y que veinte minutos más tarde me depositó en las cercanias de la Calle Castillo hacia cuyo portal, el 221-B ya hecho famoso por mis anteriores relatos, me dirigí con la premura que tan alarmante texto habia causado.
-Gracias a Dios que está usted aquí, Doctor Rayco -fué el apurado saludo de Doña Chaxiraxi- Cuando esta mañana he ido al Mercado de Nuestra Señora de África a hacer la compra semanal le he dejado haciendo su ronda diaria de blogs y noticias. Y al regresar me lo he encontrado así.
Mientras hablaba la amable y gentil casera abria la puerta del apartamento superior descubriéndome una devastadora vista. Allí estaba, E. Martín, genio entre los genios, summun de la astucia como ha quedado demostrado una y otra vez en las crónicas de mis aventuras junto a él que redacto para este medio, desplomado en el sofá con la vacua mirada de quien no tiene motivos para vivir. Su gesto, antaño vivaz y aquilino, ahora era funesto y apesadumbrado. Nunca pensé que viviria lo bastante como para verle reducido a la viva imagen del abatimiento y la desesperación.
-¡Rayco, querido amigo! -gritó dando un respingo al reconocerme- ¡Su llegada es providencial! ¡Nunca antes como ahora he necesitado de su sentido común y su titulación en la escuela de la vida!
-Cálmese, Martín. Me es innecesario reafirmar que, como usted bien sabe, toda ayuda que pueda proveer está a su disposición.
-Estudie detenidamente esa pantalla -respondió señalando imperativamente el portátil abierto y encendido sobre la mesa de su escritorio- ¿Qué ve en ella?
-La noticia sobre la inauguración de un museo dedicado al cr´´itico de cómics Manuel E. Darias -respondí titubeante tras haber leido el texto de principio a fin.
-Efectivamente. ¿Y en esta otra página? -contrarrestó con creciente excitación.
-La fecha y hora de la ceremonia indicadas en el programa del Santa Cruz Cómic 2025.
-¡Por supuesto! -añadió bordeando un exhilarante frenesí- Ahora mire esta noticia de esa misma página oficial.
-Comenta cómo se están dando los últimos toques al mencionado museo.
-¡EXACTO! -gritó con incontenida furia- ¿Y no ve nada extraño en estas noticias?
Si algo me habian enseñado nuestros años de peripecias juntos era que Martín no era alguien capaz de exaltarse por una minucia o un imaginario detalle. Procedí a leer una y otra vez cada uno de los tres enlaces sin encontrar la más mínima causa de alarma. Así se lo comenté.
-La Casa de la Historieta Manuel Darias, que va a inaugurarse hoy. va a contener multiples exposiciones, tanto permanentes como transitorias ¿no es cierto? -me respondió.
-Así lo afirman estas noticias.
-Y tal acto, igual que las exposiciones, tendrán lugar en la Casa de la Historieta Manuel Darias ¿verdad?
-Eso se afirma.
-Pero… ¿donde, querido amigo, DÓNDE está la Casa de la Historieta Manuel Darias?
Senti como el suelo de la realidad cedía bajo mis pies abriéndose a un insondable abismo de ignotas tiniebas. Releí una y otra vez las noticias y el programa oficial pero nuevamente E. Martín tenia razón. Cuán necio fui al dudar de su cordura. Entre todos los datos que se aportaban nadie habia considerado necesario incluir la dirección de la casa.
-Cómo es posible -balbuceé incrédulo.
-Ah, querido amigo, ¿acaso nuestras aventuras no nos han llevado a contemplar las estigias profundidades de la maldad humana una y otra vez?
-Pero esto…
-Es sólo un escalón más en ese inacabable descenso en el que sigue empeñándose con autodestructiva entrega la humanidad. Llevo toda la tarde examinando infructuosamente la única pista disponible.
Con un click del ratón Martín procedió a maximizar la fotografía de los últimos retoques a la facha de la maldita Casa de incognoscible emplazamiento.
-¿Ve ese pequeño triángulo en la esquina superior izquierda? Es nuestra única referencia. ¡Y no es suficiente, maldita sea! Se vislumbra un edificio en construcción, pero con el reactivamiento de la burbuja de la construcción la ciudad está llena de edificios en construcción.
Asentí recordando el impactante Caso del Piso Desplomado de El Corte Inglés.
-Pero justo debajo se ve algún tipo de vegetación -continuó- Arbustos, quizá copas de árboles, pero están demasiado altos, no a nivel de calle. ¿Acaso ese es el secreto de la Casa de la Historieta Manuel Darias? ¿Hallarse en un pliege dimensional de impia geometria no eucludiana más allá del alcance de todo aquel que no quiera perder toda cordura?
-Un momento -dije tomando el ratón- ¿se ha fijado usted que este artículo contiene más fotos?
Unos certeros clicks bastaron para revelar un tesoro de ocultos píxeles, un desfile carnavalero de imágenes adicionales al final de la cual se encontraba una reveladora instantánea.
-¡Querido amigo, ha vuelto usted a hacerlo! -exclamó Martín con tsunámico entusiasmo- ¡Nuevamente su sanchopanzesco yang ha complementado mi quijotesco yin permitiendonos llegar juntos a lugares que jamás podríamos habe hollado por separado!
Sonrei modestamente ingorando su desvergonzado robo de un gag de Los Simpsons mientras recordaba anteriores momentos de gloria como los vividos durante el Caso de la Montaña Desaparecida de Tindaya.
Y como con aquellas sustraiados toneladas de áridos encontradas en el carguero coreano estábamos mirando cara a cara a la solución de nuestro hasta ese momento irresoluble enigma.
-Son los arcos del puente Zurita.
-Sonlo, en efecto -colegí.
-Y si aplicamos sofisticadas técnicas de triangulación espacial -prosiguió entrecerrando los ojos, signo inequívoco de que acababa de poner en marcha ese prodigioso artefacto de cálculo que es su cerebro- podemos deducir sin riesgo a equivocarnos que la Casa de la Historieta Manuel Darias está en la esquina de la Calle Ni Fú Ni Fá.
-Canastos, Martín, pensé que el caso le interesaba, no que le daba igual.
-Calle Ni Fú Ni Fá en homenaje a la afamada afilarmónica carnavalera, querido amigo. Otro chiste así de malo y consideraré buscarme otro cronista.
-No habrá necesidad de ello, querido amigo -contrapuse recordando el Caso De Adivine Quién Ha Registrado Ya El Copyright De Los Personajes, Querido Amigo– ¿Y qué planea que hagamos con tal información?
-Qué otra cosa, mi querido Doctor Rayco, sino acudir a la susodicha inauguración. Quién sabe que nefandos secretos pueden esconderse tras su intento de escamoteo -respondió descolgando su característica manta esperancera- ¡EL JUEGO ESTÁ EN PIE!
Y allí estaba. Escondida a plena vista contemplando de reojo el Barranco de Santos. La Casa de la Historieta Manuel Darias.
Ya llena a rebosar de lo más selecto del ambiente comiquero local. Una marejada compuesta por el quién es quién de los profesionales y aficionados al noveno arte nivarienses. No en vano hablamos de un divulgador de no inmerecido moderado prestigio. No uno de los mejores del país, por supuesto, pues como es sabido los mejores del país siempre son los de Madrid.
Pero es innegable que llevar la página dedicada a la historieta más longeva de la prensa, cuya galeria de premios anuales es un repaso a la historia viva del cómic, sin ser algo excepcional o asombroso merece un aplauso. Habiendo sido separados las oleadas de asistentes logré reencontrar a Martín parado ante una de las exhibiciones.
-¿Aprecia algo fuera de lugar, mi nunca bien ponderado Doctor Rayco?
-Una colección de originales dedicados tirando a normalilla. Tampoco es que contenga autores importantes o abarque décadas de historia. Eso sí…
…mi preferido es el cuadro eléctrico. ¿Es un Duchamp?
-Preste mayor atención, querido amigo.
-La iluminación. Crea una experiencia interactiva al reflejarse en los cristales olbigando al asistente a un desplazamiento perpetuo para poder apreciar los dibujos que emula la manera en que las viñetas de un tebeo implican una dinámica de imagen en movimiento.
-Bien observado con ese ojo de galeno que le caracteriza, querido amigo. Pero es una obvia pista falsa colocada ahí para desviar la atención de todo aquel que intente escudriñar la exposición buscando un ulterior motivo. Fíjese en estos dos originales.
-¡Por el Padre Anchieta! ¡Los rótulos de los originales de Josep María Beà y José Carlos Gracia están intercambiados por error!
-¡ESO ES LO QUE QUIEREN QUE PENSEMOS! -respondió con febril intensidad- Pero en realidad es una pista emplazada ex profeso con torticera astucia. La invisible mano que mueve los hilos de este caso la ha dejado aquí para indicarme dónde tendrá lugar nuestro enfrentamiento.
-Hmmmm, veamos… Uno de los dibujos representa a un alienígena, el otro a un hada. ¿Quizá pretende dirigirnos hacia la zona de El Médano? -aventuré rememorando los peligros del Caso de los Hippis de las Cuevas y sus Cigarritos de la Risa.
-Vaya más allá de lo evidente, querido amigo. En cuántas ocasiones la verdad se haya en la misma raiz del fenómeno analizado. Y la raiz de una obra es quien la ha creado.
-Los autores -aventuré.
-Sus nombres. Josep María Beà. ¿O acaso deberia decir José María… VÉ A?
-¡Virgen de Candelaria! -exclamé con un asombro que no por repetido una y otra vez ante las demostraciones de talento de E. Martín era menos incontenible. Eso quiere decir que José Carlos… ¿GRACIA?
-Esa sería la opción fácil, querido amigo, y si nuestro oponente es quien sospecho que es tal palabra no se encuentra en su vocabulario. La segunda mitad de la pista no se encuentra en el apellido del fallecido autor sino en su obra. Acudamos a la página que la misma Fundación Cine + Cómics que ha respaldado este museo le dedica.
Con un certero y rápido movimiento de manos E. Martín desplegó su móvil procediendo a acceder a la mencionada página. Una destacada imagen saltó inmediatamente a la vista.
-¡Un retrato de Magneto! ¿Acaso la Hermandad de Mutantes Diabólicos se encuentra detrás de este complot?
-Ciertamente una posibilidad digna de ser considerada bajo otras circunstancias, pero siga mirando.
-¡Un retrato del Rey Carlos III de Inglaterra!
-Quien, en la época en que este cuadro fué pintado, todavía era el Príncipe Carlos. Esa es la segunda parte de la pista, Doctor Rayco, que unida a la primera nos da «VE A PRÍNCIPE».
-¡Por el Entierro de la Sardina! -gritá dándome repentinamente cuenta de la dirección en que apuntaba el caso.
-En efecto, querido amigo. Debemos encaminarnos con urgencia al escenario donde ha de tener lugar nuestro duelo con este oponente. En el que no por casualidad se celebran en estas fechas adicionales actos relacionados con la historieta. Tenemos que volver al futuro…
…a la Plaza del Príncipe…
(A Ser Continuado)