Barcelona – Los vecinos del inmueble sito en la calle del Suspiro Verde 34 llevan una semana viviendo una difícil situación: la familia Bofarull, propietaria del Tercero Segunda de dicho inmueble, lleva ese tiempo habitando en el rellano del tercer piso. Más insólito todavía es el motivo de tan extraño comportamiento: al parecer, la familia ha tenido que adoptar tan extraña medida forzada por el obsesivo comportamiento del hijo mayor, Venanci, que ha ocupado todo el espacio disponible en la amplia vivienda (90 metros cuadrados) de… comics.
Una visita al lugar de los hechos confirma la veracidad de la historia: en el rellano del tercer piso encontramos un agradable matrimonio, tranquilamente sentados en dos taburetes, junto a dos sacos de dormir y un camping-gas. «Si es que llevaba años diciéndoselo», clamó la madre, Enriqueta, a este reportero, «niño, no te compres tantos tebeos que al final vamos a tener que salirnos de casa para guardarlos». Se impone una ojeada al piso. Con cierta dificultad, empujamos un poco la puerta y lo que observamos desde allí es desconcertante: pilas y pilas de comics, apilados contra las paredes, desde el suelo hasta el techo. Imposible penetrar físicamente en la vivienda. El cabeza de familia, un funcionario de nombre Ovidi, nos explica el proceso: «cuando cumplió doce años le preguntamos qué quería para su cumpleaños, y nos dijo que una estantería. Cómo iba a saber yo que pasaría esto…» Entre lágrimas, nos explica que «para cuando cumplió quince, había llenado toda su habitación de estanterías y es que ya no se podía ni entrar. Después ocupó un lateral del pasillo; luego, el despacho y parte del lavabo. Al principio no nos preocupamos, eran cosas de críos, pero cuando cumplió los dieciocho ya tenía medio comedor y nuesto dormitorio».
Ovidi sigue desgranando su triste historia: «Yo, de tanto en tanto, le decía, Venanci, ¿por qué no empaquetas unos cuantos y los vendes…? y el crío me miraba como si estuvviese loco. Así que al cabo de un tiempo, dejé de insistir. Mi mujer y yo nos mudamos a dormir en el sofá del comedor, mientras él se apropiaba del resto de nuestro dormitorio y de la cocina. Nos acostumbramos a comer fuera de casa». «¿Lo peor? No sabría decirle… bueno, sí, espere, hace unos meses, llegó fuera de sí, como desencajado; le preguntamos y masculló algo así como que en Torma se habían vuelto locos y que iban a morir matando. Y al cabo de poco apareció el chaval con un saco como no había visto en mi vida. Oh, y los salones del comic… cada Salón era un nuevo suplicio para nosotros».

El responsable de toda la historia, Venanci, está actualmente «en algún lugar del piso. no sabríamos decirle. Creemos que se ha montado un sistema de túneles o algo así, porque no lo vemos desde las vacaciones de verano. Sabemos que está ahí porque hasta anteayer, todavía podíamos entrar en el recibidor, pero ahora ya ve usted, ni eso».
El matrimonio ha pedido ayuda al ayuntamiento y otras entidades, pero hasta ahora no ha recibido respuesta por parte de las instituciones. El resto de vecinos sigue los acontecimientos con una mezcla de simpatía y preocupación. «Lo que me preocupa de verdad» afirmó el señor Cuesta, presidente de la comunidad de vecinos, «es que el cabrón ese ha empezado a apilar tebeos en el rellano»