
La publicación en nuestro país de un nuevo volumen del Señor de la Luna ha sido un buen motivo para volver a ponerme al día con el personaje, al que debo admitir que le tenía bastante perdida la pista. Hecho imperdonable, pues entre los autores que han conformado su bamboleante trayectoria editorial se incluyen artistas que han despuntado con el personaje hasta convertirse en reputados dibujantes de talla internacional, verdaderos auteurs. Como el tipo ese que tanta gente le escribe mal el apellido, con lo sencillo que es: termina en doble te.


(Otro de tantos temas pendientes: una exposición de portadas de Stephen Platt. Canela fina)
Seguro que debo haber leído más cosas, pero la aventura que más recuerdo, que debe ser la misma que muchos de vosotros, es aquella en la que terminaba en silla de ruedas tras pelearse con un tipo disfrazado de moscardón y había una rusa de dos metros que controlaba los vientos:

Esta historia la recordamos tantos por una sencilla razón: fue el complemento escogido por fórum para rellenar páginas en sus Secret Wars. La razón de este complemento no parece que fuera tanto la importancia del personaje o la relevancia de la aventura contada, sino el que era más o menos autoconclusiva y el número de páginas les cuadraba para el relleno. Sea como sea, es por esta aventura tan extendida (por su amplia difusión y la cantidad de episodios que rellenó) que muchos tenemos como casi icónica esa versión de un Marc Spector con las piernas jorobadas y anclado momentaneamente en silla de ruedas.
Imaginad entonces mi alegría cuando repasando volúmenes anteriores me encuentro con uno de este mismo siglo en el que el protagonista sigue exactamente igual con su invalidez ¡nada ha cambiado apenas, casi, casi, estoy al día!

Motivo extra para alegrarse es que el dibujante de ese volumen fue uno de los más reputados de los últimos tiempos: David Finch.

Forjado en la talentosa cantera de Top Cow, Finch sabe que nunca hay que bajar el pistón: todo debe molar. Tanto da la escena que estés dibujando, sea cotidiana o de acción, los detalles, la iluminación, las musculaturas, los escotes, los colores de los fondos existentes o inexistentes, todo debe entrar por los ojos. Hasta tal punto que lo que el lector vea sea tan molón que la historia que se esté contando sea algo secundario. En el fondo ese es el cielo creativo al que todo dibujante aspira, que sus dibujos molen independientemente de que estén contando algo. Y es que si lo que el público quisiera fueran historias, compraría libros de verdad.
Con Finch todo mola, el guión es opcional. Maldad Eterna, por ejemplo.
Es por esto que bastantes veces Finch decide prescindir de guionistas para ofrecernos su arte, pues sabe que lo vamos a comprar igual y con un sueldo menos se reducen costes. Así lo hacía en la primera obra en que le descubrí, Ascension, que no recuerdo de qué iba pero molaba, con sus ángeles y demonias y pelandruscas con faldita y todo eso.

Una tendencia que mantiene también en obras recientes trabajando solo (¿edito? me dicen que el guión de WW lo hace su mujer, claaaro, la táctica del doble sueldo) en Batman (Jenkins no hacía los guiones, simplemente ponía globos de diálogo donde no molestasen demasiado, lo que en la jerga de la industria llaman "hacer un Nicieza") o Wonder Woman, con sus dioses, su diablas y sus amazonas con faldita.

Fichar a David Finch para cualquier proyecto parece ser una garantía de buenas ventas, pero tiene como todo un lado adverso. Finch mola, si, pero una vez de por terminada su andadura en un título ¿cómo sigues? es un poco el sindrome de Van Sciver, artistas con un estilo tan molón o recargado característico que lo que ofrezcas después siempre parecerá poco. Esto es lo que sucedió en el volumen del Caballero Luna que inició, escrito por Charlie Huston. Tras ocho confusos y molones números dando lo mejor de si mismo como hace siempre, el dibujante se retiró hacia otros pastos y fue cuando desde la editorial le dijeron al guionista "tenemos un problema". Necesitaban a alguien capaz de imitar el estilo del dibujante saliente. Un clon, vaya, como suele requerir tantas veces la industria, necesitada de alimentar páginas con el sello visual del artista de moda que toque, sea Lee, ROB!, Silvestri… De hecho hoy día con el zafarrancho de series semanales en la Ya-No-Tan-Nueva-D-C en la que los lapiceristas se alternan cada pocas páginas a lo que se tiende es a un estilo plano estándar e indistinguible, costando encontrar en el mercado nuevos valores con un estilo propio. Vaya, si incluso en los primeros números de Action Comics (2011) llegó un momento que me costaba distinguir al supuestamente talentoso Rag Morales de los que estaban en el banquillo y dibujaban las páginas menos importantes. Total, que como recambio de David Finch necesitaban a alguien que lo imitara, y si lo que quieres es imitar…

…nada mejor que un Mico.
Y sí, Suayan se las apañaba bastante bien para dar ese toque Finch en viñetas panorámicas alargadas en las que se nos muestra con todo
lujo de detalles que no está sucediendo nada importante.
lujo de detalles que no está sucediendo nada importante.


Pero tate, gente, que el bueno de Mico también tenía lo suyo que decir. Pues otra virtud de los buenos artistas es poder contar cosas con su dibujo pese a lo marcado del estilo que se les haya impuesto imitar. Y Suayan es muy consciente del personaje al que está caracterizando. Pues no en vano lleva el sombrenombre de El Puño de Khonshu. Y pocas veces ese Puño ha lucido tan bien y en tan primer plano.


Y otra cualidad que define al personaje de Marc Spector es su múltiple y esquizofrénica personalidad, siendo ahora un playboy millonario, más tarde un antiguo mercenario, luego un taxista…una personalidad bastante retorcida, algo que Suayan se encarga de recalcar desde sus primeras páginas. Nunca, nunca, intentéis agarrar unas pesas así so riesgo de dislocaros muchas cosas.


El Puño de Khonshu, un personaje retorcido. Y Mico Suayan, un autor que demuestra que aunque la industria esté exigiendo autores sin un estilo definido para suplir páginas de relleno donde sea, siempre es posible mostrar algo diferente. Quizá no todo el mundo puede ser el próximo Skottie Young o Carmine Digiandomenico, pero desde la imitación, que recordemos que es la forma más sincera de homenaje, también se puede asomar la cabeza.
Me acuerdo, El Moscardón era un luchador mexicano que le rompió la espalda a nuestro héroe. (Vaya, DC plagiando a Marvel otra vez.)
«no hacía los guiones, simplemente ponía globos de diálogo donde no molestasen demasiado»
(Y otra. Vergüenza.)
No está mal eso de liarse a mancuernazo limpio, nunca lo había visto.
El Caballero de la Luna de Ellis está bastante bien, sobre todo por Shalvey.