
Y a vivir.
Osamu Tezuka, pomposamente llamado Dios del Manga (admitamos por tanto que al menos tuvo un muy buen agente), se estrenó en nuestro país con una obra maestra, Adolf (lo de Black Jack y Glénat es una leyenda urbana ¿acaso alguien lo vio?). Visto en perspectiva, tampoco fue difícil encontrar una obra de tal calidad, ya que la producción de este autor es inmensa, dándose además la circunstancia de que, como lo del Cid, cada vez que le dedican un artículo dicen que realizó más. La última vez que lo comprobé la cosa iba por las decenas de miles de páginas, aunque con un par de reportajes más que le dediquen seguramente llegará a los miles de millones. Nada mal para 43 años de profesión. Entre todo eso, algo bueno debía haber, era inevitable.
La cuestión es que al comenzar con tamaña obra, se generó un interés en torno al autor que convierte cada nuevo título suyo que aparece en el mercado en imprescindible. Es un poco como el efecto mariposa de cuando a Planeta le dio por sacar el Almanaque de mi Padre y años después Ponent busca Taniguchis debajo de las alfombras. Con Tezuka todo vale. Tenemos Adolf, Buda, Ayako, Oda a Kirihito, sí, incluso a veces Fénix, pero también tenemos Metropolis, Crimen y Castigo (con el complemento de Lemon Kid), y pronto o ya Glénat nos ofrecerá La Nueva Isla del Tesoro, cuyo interés historietístico reside en ser algo primerizo de Tezuka, punto. Tezuka es como un Pokemon, si te gusta debes conseguirlos todos.
Y luego está Astroboy.
Con Astroboy crítica y público están de acuerdo en que es una obra imprescindible, porque es popular por unos dibujos animados que por Japón echarían, dirán unos, porque es de Tezuka, dirán otros. De forma que nuestro transistorizado amigo se ha hecho un hueco en el carro (casi escribo «cesta») de la compra de muchos lectores. Que, como con tantas otras cosas, lo van dejando por el montón de pendientes hasta que no hay más remedio e intentan leer un buen taco. Y llega entonces el primer impacto.
Tezuka se lee con una vocecita de fondo que va diciendo «es Tezuka«. Si lo que está contando no te llama tienes paciencia, en unas cuantas páginas pasará algo distinto (tres generaciones, el colapso de un universo, que un padre vaya a buscar una mandarina para su hijo enfermo…) y la vocecita que dice «es Tezuka» te anima a continuar. Merece la pena. Es Tezuka. De la misma manera, cuando en el momento más dramático de la epopeya medieval entran los payasos del circo por un agujero del suelo diciendo «por aquí no es» mientras el caballero y la dama, sorprendidos, han intercambiado sus cabezas, la vocecita de «es Tezuka» te tranquiliza, sabes que habrá más momentos así, pero pasarán, son sólo viñetas «es Tezuka, es Tezuka«.
Con Astroboy la vocecita no para. Grita. Mientras seguimos leyendo buscamos explicaciones a lo que estamos viendo. Años 50, otra época, otra mentalidad, medio incipiente (bueno, estaban ya un tal Spirit, un tal Caniff, un Foster, muchos cásicos…), evasión, ritmo de producción elevado… Debe ser al principio, no tenía el tranquillo todavía cogido, pero seguiremos esperando. Es Tezuka. Y con esas vamos ya por el tomo 14.
¿Que qué sucede con Astroboy? Pues que de pura fantasía, de pura evasión, de puro entretenimiento, bordea ¿nos atreveremos a decirlo? el ridículo. Bueno, tampoco es tanto. Es Tezuka. Pero es que esas historias…
Haced un intento. Leed un tomo de Astroboy, escoged una de sus historias y haced un resumen. Sin avergonzaros. Ya, sólo le falta la kriptonita rosa. Yo haré trampa y lo que haré será transcribir los resúmenes de los tomos 7 y 8, titulados Historias de Ayer y de Hoy, en los que Astroboy retrocede en el tiempo al Siglo XX y no tienen nada que envidiar a las mejoras historias de mutantes:
El cohete de Skala, una mujer langosta extraterrestre, explota sobre la bahía de Tokio. Astroboy, que va a investigar lo ocurrido, se ve lanzado a la cuarta dimensión junto a Skala por culpa de la explosión, tras lo cual ambos son transportados desde el siglo XXI al mundo del siglo XX.
En el Tokio de 1969, Astroboy conoce a un chico pedigüeño llamado Shingo Yamanaka, y empieza a adaptarse al nuevo entorno gracias a su ayuda. Por pura casualidad, Astroboy conoce al padre del profesor Mostacho, el profesor Bigoteblanco, y gracias a él puede conocer también a un joven Ochanumizu, obsesionado con construir robots. Astroboy se da cuenta enotnces de que si no consigue recargar energía, dentro de poco le va a ser imposible seguir moviéndose.
Astroboy se entera de que en el país de P están construyendo un dispositivo de transporte para la bomba H basada en un robot, y va a investigar. El día de la prueba, Astroboy oculta al robot, Barow, bajo tierra, pero al escuchar este último que el hombre que lo construyó, el doctor Karpon, acaba de morir, decide regresar de donde vino y destruirlo todo.
Skala resulta ser perezosa, antojadiza y con pocas ganas de trabajar, con lo que no consigue adaptarse a la vida en la ciudad. Así, decide utilizar una máquina reductora para hacerse del tamaño de un insecto y empieza a vivir en medio de la naturaleza del monte Tanigawadake.
Por su parte, al no poder impedir Astroboy que el doctor Ochanumizu se entere de que es un robot, acaba huyendo del laboratorio. Unos malvados consiguen venderle como arma al ejército norteamericano, pero al enterarse de la verdad, Astroboy decide luchar para salvar a los vietnamitas.
A causa del esfuerzo, la energía que le restaba acaba agotándose, tras lo cual se hunde en las aguas del río Mekong.
En 1993, encuentran a Astroboy por casualidad y lo envían a la dirección del ahora adulto Shingo Yamada, que lo hace revivir.
Tras ser arrestado por error el robot Chilchil, construido por el doctor Ochanumizu, Astroboy consigue atrapar al auténtico ladrón y demuestra la inocencia de Chilchil. No obstante, al haberse decidio ya la pena de Chilchil, y sin visos de que sea revocada, acaba siendo reducido a chatarra sin más remedio.
Astroboy vuelve a quedarse sin energía y su cuerpo se oxida y deteriora en el monte Tanigawadake.
Pasa el tiempo y estamos de nuevo en el siglo XXI. El doctor Tenma, jefe del Ministerio de la Ciencia, pierde a su único hijo Tobio en un accidente automovilístico, tras lo cual utiliza todos los recursos de la técnica más sofisticada del momento para crear a un robot idéntico a su hijo. El deteriorado Astroboy debe ceder su puesto al nuevo Astroboy, por lo que Skala hace explotar el oxidado cuerpo para que desaparezca de este mundo. La razón: no puede haber dos existencias idénticas viviendo a la vez.
Al principio, el doctor Tenma aprecia y trata al nuevo Astroboy como si fuese su auténtico hijo. No obstante, al darse cuenta de que no puede crecer, empieza a odiarle y lo vende a un circo.
Tomad aire y coged perspectiva, que bucles temporales así no se ven todos los días. Es Tezuka. Este resumen es comparable al argumento de sus demás aventuras, si bien la lectura de estos dos tomos en particular se hace a veces algo difícil por la peculiar composición de página, impuesta porque para esta edición Tezuka remontó el formato original de algunas historietas, que no sólo se publicaron en revistas sino también en periódicos. Y es que esta es la versión definitiva de las aventuras de Astroboy, pues las historietas fueron reordenadas y remontadas en lo que podríamos llamar El Montaje del Autor. Aunque hay que decir que a efectos de orden, lo que más parecia importar a Tezuka es que las aventuras le cuadraran en el rígido número de páginas de cada tomo. Y si faltan un par de páginas no hay problema, que remontando las viñetas todo cunde. Así, Astroboy puede vivir solo en una aventura, tener unos padres robot en la siguiente, volver a vivir con el profesor Mostacho, o tener una hermana y un hermano, también robots (lógico, si él es un robot y sus padres también), que aparecen y desaparecen a gusto del Montaje del Autor. Es Tezuka.
¿Por qué sucedía todo esto con Astroboy? sesudos historiadores han concluido a este respecto que, dado su endiablado ritmo de producción, Osamu Tezuka no podía permitirse hacer dos cosas a la vez. O dibujaba o pensaba. De manera que lo que hacía era alternar largas temporadas ante el tablero con un tiempo de reflexión para escribir nuevas tandas de aventuras. Por eso obras como Fénix están contadas como a golpes, cada pocos capítulos tirando de un lado para otro. En el caso concreto de Astroboy, Osamu Tezuka ideaba sus guiones en los meses de Julio-Agosto de cada año en la terraza de su estudio en la prefectura de Hyôgo. La época más calurosa del año. A pleno sol y con la boina puesta. Sin siquiera ponerse bajo la sombra de un almendro. Como buen japonés disciplinado, el hombre se sentaba y aunque el olor a seso cocido era preocupante, no se levantaba de su lugar de trabajo hasta cumplir sus quince horitas. Escribiendo guiones de Astroboy. Con la chaqueta de pana.
Estoy contento, siempre quise escribir «prefectura»
Por eso Astroboy es como es. Porque es Tezuka. Y la calentura de vez en cuando hacía que desbarrara.
(las APAs aún no han visto este manga)

(el viejo truco de tomar prestado el motor atómico minetras duerme)
Glénat nos ofrece una versión aparentemente asequible, con montaje del autor incluido, pero los lectores deberíamos exigir u
n formato todavía mejor, Tezuka lo merece. Porque con ese tamaño piojoso de los tomitos (¡Tezuka merece tamaño de álbum!), cuatro de ellos a 7.20 cada uno, ocupan el mismo tamaño que un formato de megalujo de la misma editorial, con algunas páginas menos pero a color, también de guión lisérgico y con montaje del autor ¡por 800 ptas menos que los Astroboys!

¡Yo quiero Astroboy con lomo de tela!
Un consejo, amigos inversores, comprad Astroboy aunque sólo sea para especular. Es Tezuka y se revalorizará en poco tiempo. En cosa de una semana, por ejemplo.
Y próximamente: «No diga Genial!, diga Pepe Carter y Coco«