La turra ’97

Hacía mucho tiempo que el multimedia de los superhéroes no daba a luz una obra tan influyente y con el impacto y la capacidad para provocar conversación que ha tenido X-Men 97. Hay varios motivos para ello, y no podemos despreciar el principal de ellos: desde que terminó la Fase 3 del MCU, no habíamos vuelto a tener una obra artística relacionada con las grandes licencias de lo superheróico. Tras la resaca de Vengadores Infinity War y Spiderman: No way Home, hemos contado con un montón de películas y series de Marvel, pero todas alrededor de personajes secundarios que, en la mayoría de casos, no pueden contar con una serie regular constante durante la última década. Pero ahora llegan los mutantes, llega una de las grandes cabeceras, y esto provoca mucho más interés, y por supuesto mucha más polémica, que el Caballero Luna, la Capitana Marvel o Nick Furia.

Otro de los motivos es que se trata de una obra que entronca con una de las series de animación americanas más populares de los años 90. X-Men The Animated Series desde luego no llegaba a los niveles de calidad a los que aspiraba mirando al Batman: The Animated Series de Warner, y fue superada en muchos aspectos por su hermana más joven, la serie de animación protagonizada por Spiderman y que comenzó a emitirse un par de años después, crossover entre ambas incluído. Sin embargo, su importancia y relevancia en el subconsciente del público fue suficiente como para que en el año 2000 Fox considerase que los mutantes no necesitaban una “historia de origen” para su adaptación a la gran pantalla, y decidió recuperar, con escasas excepciones, la alienación de la serie para el equipo: Cíclope, Jean Grey, Tormenta, Lobezno y Pícara, comandados por el profesor Charles Xavier.

Cuando una obra es conocida y ha dejado una impronta en la cultura popular, es razonable que la que recoge el testigo dé bastante de qué hablar. Imaginamos que de ahí el interés de Kevin Feige por retomar la serie de animación en lugar de sencillamente comenzar desde cero con una obra de animación que, en un momento dado, pudiera apuntalar las claves de lo que vaya a ser el estreno en imagen real de la franquicia mutante a la Disney. Además convoca a mucha gente que por un motivo u otro ya ha renegado de lo nuevo, de lo actual, y solo quiere un buen baño de nostalgia. Desgraciadamente, todos sabemos que es en ese grupo poblacional en el que habitan montones de señores de mediana edad con gravísimas crisis matrimoniales e identitarias y que están esperando a la mínima para salir al combate.

Fuente: Nate Powell

Y quien dice la mínima dice la mínima. Tuvimos polémica sobre si Disney había “planchado” el otrora jugoso culo a lo Kardashian de Pícara, para lo cual se mostraba un fotograma desafortunadamente mal dibujado de la serie de dibujos original. La siguiente polémica vino a través de Morph, el mutante cambiaformas que murió en el segundo episodio de la serie original y que, ahora de nuevo en la mención, prefiere que se dirijan a él con pronombres no binarios. Un signo más, nos aseguraba el club de la petanca de los tebeos, de que estábamos no ante un honesto producto nostálgico que pretendía sacarle los cuartos a un grupo de gilipollas viejales, si no de una obra woke destinada a destruir los cimientos mismos de la cultura occidental.

De esta forma nos pasamos todo febrero y marzo aguantando a las plañideras de ultraderecha habituales asegurando que la serie iba a ser un fracaso (go broke) y que pasaría a engrosar la lista de fracasos “woke” de Disney como The Marvels (secuela de esa otra película woke que, por lo que sea, no fue “broke”). Por supuesto, la serie salió y resultó ser un producto nostálgico bastante dentro de los márgenes de lo Disney en cuanto a política. Su popularidad y éxito entre el publico ha hecho recular a esos mismos profetas del fin del mundo que aseguraban que X-Men 97 era un producto “político”, suavizando la beligerancia frente a un programa de televisión que plantea, justo estas semanas, una cuestión de plena actualidad (en el capítulo de esta semana el villano formula la frase “Cuando no es tu pellejo el que está en juego, la respuesta es la apatía”).

Por lo interesante ha sido el entreacto en el que la respuesta generalizada a estos agitadores de extrema derecha ha sido una y otra vez insistir en que “los X-Men siempre ha sido woke”, a lo que ellos contestan que no. Los X-Men, responden ellos, trataba de un grupo de chavales, todos blancos, que vivían como marginados durante su etapa del instituto, intentando salir adelante siendo diferentes y aprendiendo a aceptarse a ellos mismos. Aunque ese periodo “de instituto” corresponda solo con los primeros 7 números de la colección, un recuerdo distorsionado y retorcido como tantas otras cosas.

Ah, sí, la etapa preferida de NADIE.

Y es que lo primero que cabe preguntarse es qué significa woke. Sin tener la definición de aquella, es complicado definir si algo (el mero concepto de los X-Men) lo es. Sobre este tema el canal de youtube Plilar of Garbage lanzó una serie de vídeos sobre la polémica, y centrando el último de ellos sobre esta cuestión. La conclusión, resumidamente, es que al ser “lo woke” una etiqueta absolutamente intangible, es imposible aplicarla de forma racional. Las cosas son percibidas como woke o no por estas personas de acuerdo a muchísimos sesgos que les impiden aceptar las cosas como son. Un tibio mensaje antirracista o un personaje femenino con una actitud predominante pueden ser “mensajes positivos de toda la vida” o “propaganda woke basura comunista” dependiendo de la relación personal del autor con la obra, algo que muchas veces se define simplemente por la fecha de estreno de la obra: antes o después de la radicalización fascista del observador.

Sobre esto siempre me gusta recomendar Mutant Readers, Reading Mutants, un texto del profesor de universidad Neil Shyminsky, en el que reflexiona sobre la forma en que muchos lectores de los X-Men ajustan los mensajes sobre la opresión introducidos mediante metáforas en los tebeos de los mutantes y las aplican sobre sus propias opresiones, en muchos casos ficticias, en otras simplemente sobredimensionadas respecto a las auténticas opresiones señaladas en el texto. De este modo, el mensaje sobre la opresión racista u homófoba se puede convertir rápidamente en una historia sobre “chavales marginados en el instituto porque las chicas solo hacen caso a los malotes” o “la opresión de que tu familia ya no te invite a las cenas familiares porque eres un alt-righter insoportable”.

Siempre cojamos con pinzas las definiciones woke de estas personas. X-Men 97 es una entretenida serie infantil que se acerca de forma muy lateral a los mensajes políticos y sociales introducidos, un poco de aquella manera, por autores en su mayoría hombres, blancos y heteros que trabajaban profesionalmente para Marvel en los años más desquiciados del capitalismo triunfante de los Estados Unidos. ¿Han sido siempre woke los X-Men? La respuesta, la verdad, es que a quién le importa. Lo importante es lo que van a ser ahora. Y de momento, por lo que estamos viendo del rodaje de Deadpool 3, lo que van a ser los mutantes es un receptáculo para la nostalgia peor entendida, capaz de reivindicar antes Lobezno Orígenes o la Elektra de Jennifer Garner antes que aceptar que quizá ha llegado la hora de hacer algo interesante de verdad con las adaptaciones a imagen real de estos personajes. Pero eso solo importa, supongo a los que nos gustan los tebeos más que el fascismo.

4 comentarios en «La turra ’97»

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