Yo iba a escribir un post que…
-Andayá, hombre. Un post tú. Sí, claro.
No, en serio. Un post que hablase de las «I», de esas letras con serifa (también conocida en algunos libros de estilo como remate), de que la partición de palabras debe ser escasa y seleccionada en idioma español si para ese idioma lo rotulas (para evitar cosas como «aqu-í llega el malv-ado.»). De lo fácil que es crear una tipografía para ajustarse al original y dejar de usar la CCWildwords International para todo lo que se rotula en esta santa península . Iba a hablar de rotulación. De packageo.
Pero he descubierto que quejemos de lo que nos quejemos, lo que nos ocurre es que estamos limitados por una concepción clásica de la rotulación. Queremos que los bocadillos (a.k.a. «globitos» a.k.a «lo de las letras») nos sirvan para leer los diálogos y el narrador. Pobres de nuestras limitadas mentes.
Ya basta de quejarnos porque en Los Muertos Vivientes se repitan textos en los bocadillos o no enlacen bien las fuentes.
Ya dijo Eisner o el McCloud o el Pons o uno de ésos que el bocadillo en sí mismo es un medio gráfico de expresión casi tan importante como el dibujo. Y yo voy aún más lejos. El tío que rotula es más importante que dibujantes y guionistas, que editores y coloristas, puesto que en su mano queda el transformar la historia, el medio en definitiva.
Y para muestra de lo que digo, os presento al súmmum del packageo, el Excelso Rotulista, el Jack Kirby del bocadillo, el Alan Moore de la rotulación. Un tipo que humildemente permanece en el misterio, cuyo auténtico nombre desconocemos y al que nos referiremos simplemente como Marcello, el rotulista de Narwain.
Y es que Marcello rompe moldes. Como ejemplo, llegó a mis manos el ejemplar mericano de Horrorama, una obra que es de… horror. Pero ahí pude ver la luz. Pude ver las barreras de mi limitada percepción derrumbarse. Pude ver a Marcello en acción.
Para muestra, un botón. La historia nos habla de un señor que está en la cárcel por un crimen que sí ha cometido, y los sucesos que allá le llevaron.
Y entonces, en esta secuencia de flashback, Marcello rompe las barreras, ofreciéndonos un vistazo del proceso creativo de un tebeo…
…y de lo vago que es el dibujante.
Las genialidades de Marcello no conocen límites. Los bocadillos tapan cabezas dándole a todo un aire de misterio, puesto que no sabes quién está hablando. Se desplazan de una viñeta a otra haciendo fluir la narrativa anárquicamente. No tiene negritas haciendo que todo suene monótonamente obsesivo… Pero una de sus mayores genialidades es la siguiente. En esta historieta, el Tímido Tim ha estado oyendo terroríficas historias de campamento sobre un monstruo devorador de gente despistada que va a lagos encantados a hacer el ganso.
El Tímido Tim se dirige al lago, cuando…
…de repente, el malv-ado monst-ruo aparece, rugiendo.
Y Marcello, en un alarde de genialidad, redefine el concepto «Onomatopeya».
Por eso, antes de quejaros tanto de escaneos y remates, de rotulaciones y de muajajás varios, pensad en que los packagers os están ofreciendo nuevas experiencias de lectura, derribando las paredes restrictoras del noveno arte. Ninguno llega al nivel de Marcello, pero todos tienen un pequeño Marcello dentro.
Aviv Ollecram.
(Nota: Lamentablemente, todas estas genialidades no aparecen en la edición española de Horrorama, publicada por el ínclito y hermoso Xavier Morell en Recerca Editorial. Le han puesto cubiertas nuevas y dibujitos raros, y no siguen los parámetros de Marcello. ¡Protestemos por ello! )