Di NOOORL a las drogas

Si existe un azote de la humanidad desde que existe la civilización ese es el de las drogas. Incontables son las vidas que su implacable guadaña ha segado y más incontables aún las que ha arruinado. Su siniestra sombra sólo palidece ante la de una amenaza aún mayor, la de la fibromialgia (pero eso es otra historia).

Como decía, el número de personas cuyas vidas han descarrilado por culpa de las drogas es incalculable. Es por ello que no podemos sino aplaudir la iniciativa del Ayuntamiento de Villaquilambre, Leon (aplaudir a una página offline pero aplaudir igualmente) de dar un paso adelante con su campaña contra las drogas. Es cierto, campañas contra las drogas ha habido muchos y a estas alturas hemos visto de todo desde alegres vídeos de jóvenes felices hasta cronembergianos gusanos trepando nariz arriba. Por eso la campaña ¿villaquilambresa…? es una refescante novedad.

Porque en su Ayuntamiento saben que los niños son el futuro.

Y por ello su campaña se centra en los más pequeños de la casa, usando a personajes de novelas gráficas tebeos con los que tanto se identifican para promover los valores de vida sana y responsable que encarnan.

Porque ese es el mayor peligro de las drogas. Esa promesa de que un ignoto elemento químico va a convertirte en alguien especial.

Y no, pequeñuelos que sin duda leereis este texto. Es una promesa vacua y falsaria. ¿Acaso vuestros heroes en la vida real, los deportistas que tantas satisfacciones internacionales nos proporcionan, han recurrido a las drogas para llegar a donde están? ¡Claro que no! Sus plusmarcas y sus medallas se deben a su tesón y esfuerzo personal y no a ningún suero.

Igual que con vuestros heroes de la ficción.

(via Mastes of Naming via Fino Filipino)

Los peligros de las drogas

Drogas. Parecen un problema del mundo moderno pero en realidad llevan ahí desde casi el inicio de la sociedad humana. Algunas nos curan, otras nos alteran, algunas son legales, como el tabaco, o están tan entroncadas en nuestra cultura que forman parte de nuestros ritos religiosos, como pasa con el vino. Las drogas nos curan, pero también nos dañan, y he ahí la complejidad del problema.

De hecho el problema de las drogas siempre tiene el mismo recorrido. Descubrimos que existen en nuestra más tierna infancia. Los padres, los mismos que creen están protegiendo a sus niños, son los primeros que nos hacen conscientes de la existencia de las drogas. Un padre o madre fumador, o un comentario dicho delante del niño pueden dar origen a una pregunta incómoda sobre qué son esas sustancias evasivas. Pero lo más fácil es que sean los propios padres quienes propicien el consumo. Un sorbo de champán, que acalle las protestas del niño por no poder beberlo, en una fiesta familiar, o una peli de dibujos con presuntos valores educativos en la que el héroe toma una sustancia que le da increíbles poderes, o incluso el regalo inocente de nos cigarrilos de chocolate pueden ser puertas de entrada para los niños a un mundo que, en este estadío, se les ofrece envuelto en un mensaje inocuo, divertido y aparentemente apropiado para los más pequeños.

 

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Luego llega la adolescencia, y con ella viene la necesidad de encajar, de parecer mayor, de sentirte especial. E inevitablemente se piensa en las drogas que cuya existencia ya conocíamos. Su consumo permite a su usuario olvidarse por un momento de las terribles angustias que conforman su vida, encontrando así una forma de sentirse mejor y creerse más interesante.
 
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El hábito de la droga ya está implantado en la vida de la persona y por ello incluso cuando abandone el duro tránsito que supone la adolescencia, su consumo quedará ya para siempre fijado en su vida. Una práctica que la gente le recriminará pero que la persona enganchada defenderá como una cosa inofensiva y asegurando que la consume una gran parte de la población.

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Y es que las ideas preconcebidas son probablemente el mayor problema en la lucha contra las drogas. Por ejemplo asumimos que las drogas son un producto originario de lejanos continentes que ha de recorrer grandes distancias para llegar hasta las civilizadas sociedades occidentales.

 

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Pero esto es una verdad a medias, hasta quizás interesada, que nos distrae mirando a oras latitudes, mientras los derivados que se consumen a nuestro alrededor son generados, con materia prima foránea eso sí, en el propio occidente, siendo estos los productos más potentes y con mayor penetración entre la población.
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Mirar hacia costas lejanas cuando la droga se produce en nuestros propios barrios no es el único error que se comete a la hora de concienciar sobre el problemas de las drogas. Existe también la creencia de que una campaña antidroga ha de centrarse inevitablemente en los aspectos más negativos de las sustancias evasivas.
 
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Pero eso es un error, probablemente el más importante de todos, porque es negar que las drogas tienen también un componente divertido. Nos dañan, sí, pero la gente no los toma para dañarse, sino porque les hacen sentir bien.

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Porque saben conectar con los gustos y ansiedades de sus consumidores.


 

 
Porque les da constantemente excusas para sentir que forman parte de su vida, que no les incita a un comportamiento anormal, que quien les critica creyendo que estas sustancias para perdedores es simplemente porque no las ha probado nunca.
 
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E incluso que es una práctica que realizan muchos famosos que siguen triunfando a pesar de su consumo, algo que consideran prueba de su inocuidad para con su organismo.
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Pero en realidad, por muy divertido que puede ser a ratos, lo cierto es que el consumidor de droga está haciendo algo antinatural, inmoral y autodestructivo que sólo puede llevarle por el camino de su degradación como persona.

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Por eso desde ADLO os recordamos que siempre hay que decir "NO" a las drogas.

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¡Ah sí! Y feliz día del libro y esas mierdas….