Contar la historia de forma retorcida

Hace unos meses le prestaba yo un poco de atención al tráiler de Scott Pilgrim Takes Off, la serie de animación de Netflix basada en el cómic de Bryan Lee O’Malley (y de la que podría haber SPOILERS en este post). Vista finalmente la serie, debo reconocer que me ha sorprendido que en lugar de sencillamente contar de nuevo la historia del cómic, adaptada de forma ligeramente libre en la película de 2010, Netflix ha decidido apostar por la naturaleza “de culto” del material original para ofrecer una perspectiva completamente nueva que no está dirigida a un nuevo público si no, más bien, al público ya acérrimo. Supongo que Netflix tendrá en algún cajón los datos de audiencia de la película (aunque aquí en España solo puede encontrarse en Amazon Prime) y consideraría que la vigencia del material ya existente era un movimiento lo bastante seguro. No como editar cómics de Batman, un auténtico riesgo que una editorial seria no puede plantearse.

Una vez superada la primera impresión, lo cierto es que el giro no es tan asombroso. Tomando de referencia otra adaptación a la animación de un cómic llevada por Netflix recientemente, como son “Cortar por la línea de puntos” y “Este mundo no me hará mala persona” del autor italiano Zerocalcare, es evidente que Netflix está apostando mucho menos por la fidelidad al material y más por una modernización de conceptos ya establecidos que funcionen mejor en el formato miniserie y refuerce los conceptos de la obra original. Contrasta con su forma de gestionar otra adaptación a imagen real como es One Piece, cuyas concesiones en la adaptación no pueden distraer del sumo cuidado que se toma el live-action en recrear situaciones, diálogos e incluso planos y transiciones del manga y el anime que todos conocen.

Tampoco sorprende la idea de retelling cambiando el punto de vista del autor, porque es algo en lo que Scott Pilgrim no es pionero. El referente más obvio y poderoso viene de Crepúsculo y su reinterpretación 50 Sombras de Grey. La tetralogía vampírica de Stephenie Meyer que revolucionó la segunda mitad de los 2000 iba a continuar con una secuela llamada Sol de Medianoche, en la que se contarían los acontecimientos de Crepúsculo desde la perspectiva de Edward Cullen en contraposición al narrador de la saga troncal, Bella Swan. En 2008 y en pleno furor por el estreno cinematográfico de la primera parte de la saga, algunos capítulos de esta obra fueron filtrados, lo que hizo que su publicación como libro quedase parada indefinidamente. Al fin y al cabo, publicar material ya conocido por el público, aunque pertenezca a una franquicia muy popular, es un riesgo que una editorial razonable no se atrevería a tomar.

Unos años después E. L. James, autora de la saga 50 sombras de Grey (que la propia autora confiesa, comenzó como un fanfic de Crepúsculo) publica Grey, un retelling de los libros desde la perspectiva del interés romántico de la saga Christian Grey. La idea, no cabe duda, proviene del mismo concepto de Sol de Medianoche que finalmente se publicaría en 2020, durante la Pandemia. Tanto en el caso de Sol de Medianoche como en el de Grey, se trataba de obras dirigidas al público ya aficionado. No perseguían nuevas audiencias masculinas al poner su mirada en el centro de la novela, ni buscaban atraer nuevas lectoras con una aproximación diferente.

En el caso de Scott Pilgrim Takes Off podemos intuir un pequeño espacio de reparación con el potencial público femenino de la obra original y su película, en tanto Scott Pilgrim y Ramona Flowers se habían instrumentalizado desde la misoginia más rampante y asquerosa. Sin embargo, al final la obra sigue estando dirigida al público masculino que disfrutó de Scott Pilgrim en su momento y ahora, una década y pico después, tiene preguntas y preocupaciones alrededor de la obra. Café para los muy cafeteros que sigue depredando el mismo mercado cautivo en lugar de arriesgarse a tocar puertas ajenas, algo mucho más arriesgado y que ninguna empresa se puede permitir.

Scott Pilgrim Takes Off es una obra divertida y refrescante que, en apariencia, rehuye la via de la adaptación de lo ya conocido para intentar sorprender con nuevas propuestas dentro de las mismas lógicas ya establecidas. En ese sentido es el camino contrario al que están siguiendo en Amazon con Invencible, y se parece más a adaptaciones en imagen real como The Umbrella Academy, también de Netflix, The Boys, también de Amazon Prime o la serie de Harley Quinn que David Zaslav no debe saber que sigue existiendo porque no ha cancelado. A priori, estas referencias nos nos dan demasiadas pistas sobre el éxito que puede tener esta forma de adaptar cómics. Si tenemos en cuenta que se lleva tiempo hablando de un reboot en Netflix de Kick Ass… ¿cabe imaginar una versión en animación de la obra de Millar y Romita Jr.? Viendo cómo han funcionado otras adaptaciones de las obras del “Millar World” quizá sea una apuesta arriesgada, pero no lo podemos descartar. Podría ser una versión desde el punto de vista de Red Mist. Al fin y al cabo, ahora se lleva contar la historia desde un punto de vista retorcido.

Crítica traducida

En su esfuerzo por proporcionar un servicio a los millones de adláteres que nos siguen, desde ADLO! Sección Servicio Público hemos decidido traducir las críticas gafapastas de los diarios a un lenguaje que el resto de la humanidad pueda comprender. Para comenzar esta serie, hemos elegido la crítica de la película de Scott Pilgrim publicada en El País. De nada.

Arqueología del hoy

En su telecomedia Spaced (1999-2001), Edgar Wright forzó al máximo las limitaciones del lenguaje televisivo para emular una retórica filocinematográfica que hiciese justicia a la voracidad referencial de sus personajes: un repertorio-tipo de la generación que creció con la primera trilogía de La guerra de las galaxias y vivió su desencanto colectivo con el estreno de la segunda trilogía.

Hola, amiguitos. Hoy vamos a criticar una película que ha hecho un pavo que se dedicaba a hacer una telecomedia de esas llenas de chistes que sólo entienden los friquis.

Scott Pilgrim contra el mundo, adaptación de la serie de historietas del canadiense Bryan Lee O’Malley, es la película de Wright que marca su (¿temporal?) emancipación del grupo completado por sus dos compinches de Spaced -los cómicos Simon Pegg y Nick Frost-, pero, en cierto sentido, puede interpretarse como un intento de ajustar las estrategias de ese trabajo a otra sensibilidad generacional: la de los retoños amamantados con indie pop, educados en la dinámica del progreso y el crecimiento personal a fuerza de videojuegos, susceptibles de codificar su emotividad con el vocabulario icónico de un anime y empeñados en disolver las fronteras de su intimidad twitteando desvelos en 140 caracteres.

Pues resulta que el director, que ha tenido mucho menos éxito que sus antiguos compañeros de trabajo y ha tenido que buscarse las castañas en otra parte, ha sido listo y ha pasado de sus target habitual de treintañeros con síndrome de Peter Pan y ha optado por hacer una peli para los niñatos adolescentoides, que al fin y al cabo son los que llenan los cines y alguien tiene que hacer películas para que vean, porque si no se enfadarían de que les cobraran ocho o nueve rulos por comerse unas palomitas a oscuras.

Si, en el original, O’Malley se apropiaba, de manera un tanto tosca, de las caligrafías del manga para desgranar la épica sentimental de un posadolescente, enfrentado al pasado promiscuo de su objeto de deseo, aquí Wright convierte cada fotograma en exagerada caja de resonancia de una tentacular cultura pop conjugada en estricto presente.

La película está basada en un tebeo dibujado con un tío por un otro tío en estilo manga, que es lo que hacen todos aquellos que no saben dibujar pero quieren (aunque no lo merezcan) publicar un cómic. El tebeo va de un tío que se echa de novia a un putón verbenero, pero el director de la peli, que sabe que con eso no se va a ninguna parte, decide meter todas las referencias a la cultura indie pop que puede para alargar la broma y llenar el tiempo que le han dicho que tiene que durar la peli.

Es una de esas películas que sublevarán a todo purista que tuerza el morro ante la mera mención del concepto posproducción,

Lo único que llama la atención de la peli son los efectos especiales y demás florituras,

pero su incesante festival de pirotecnias confirma a Wright como formalista tan cargado de energía como capacidad de invención.

pero aunque la peli no tiene nada más, hay muchas lucecitas y eso y al menos las peleitas tienen ritmo y son originales.

El cineasta ha definido su película como el cruce entre una comedia de John Hughes y una película de Jackie Chan. La definición es ingeniosa, pero no exacta:

El director éste debería dejar de beber en sus ratos libres, porque lo flipa mucho:

en realidad, es una de esas películas que son, hasta tal punto, síntoma de su época que solo alcanzará la inmortalidad cuando se convierta en testimonio arqueológico de un mundo antiguo, desaparecido.

su peli es una mierda pinchá en un palo, pero seguro que dentro de unos años, para alguien será una peli de culto. Porque hay gente para todo.

 

Y, además, el post de hoy os ofrece como contenido extra…

…REANÁLISIS ADLO!

¿Una peli que narra como un mindundi se enfrenta al recuerdo de los múltiples ex-novios de su nueva y existencialista novia utilizando como metáfora los videojuegos hasta que aprende que lo más importante para que una relación salga bien es ser el que más mole? Sólo podría mejorarse si la dirigieran los Wachowski. O las Wachowski, que ya me pierdo. Palabrita de crítico sesudo y profesional.