– ¡Hombreeee! ¡Dichosos los ojos! Ya has vuelto de París, entonces.
– París, no, mon frére: Paguís. Y sí, volví el otro día.
– ¿Y que tal por París? ¿Es tan bonita como dicen? ¿Y tan romántica?
– Hombre, romántica lo es mucho. En todos los bares un café con leche te cuesta 4’20€. O sea, imagínate lo romántica que es para que la gente pague esos precios sin montar otra revolución.
– ¿Cuatro euracos por un café con leche? Joer, eso parece un poco excesivo.
– Pues fliparás cuando te diga que por una San Miguel te soplaban cinco euros.
– ¿Qué? ¿Los franceses pagan cinco euros por una San Miguel? ¿Acaso están locos?
– Pues muy bien no están, no. Lo cierto es que Francia es un sitio rarejo, rarejo. Para que te hagas una idea, uno de los monumentos nacionales es el Panteón.
– ¿El Panteón? ¿Y eso qué es?
– Pues iba a ser una iglesia dedicada a la patrona de París, pero entonces llegó la revolución francesa y el gobierno dejó de estar a buenas con la Iglesia, así que dedicaron el templo a usos laicos.
– Espera, espera. Construyeron una Iglesia de postín y luego decidieron que no fuera una iglesia? ¿Y para qué la usan entonces?
– Pues mira, lo que es la nave de la iglesia está totalmente vacía. En el sitio donde iría el altar hay una escultura dedicada a la Convención Nacional y unos cuantos murales y, en el resto, silencio. Eso sí, en el sótano hay gente famosa enterrada. Victor Hugo, los Curie, políticos que no conoce nadie…
– Bueno, no está nada mal: un edificio donde enterrar a los próceres de la patria y darles un reconocimiento además de un lugar donde descansar en paz…
– …Molestados sólo por miles de turistas al año sacando fotos de sus tumbas…
– Pues ahora que lo dices, sí que es algo rarito, sí.
– Lo mejor es mirar la cúpula y ver las grietas que tiene, tanto por el interior como por el exterior.
– ¿Grietas?
– Unas grietas que dan miedo. Lo que me voy a reír cuando tenga que sacar los restos de Victor Hugo de entre un montonaco de escombros…
– Pues sí que son raritos los franceses…
– Que sí, que sí, que son muy raritos. Por ejemplo, aquí en Valencia, ¿qué te puedes esperar encontrar si vas al Ayuntamiento?
– Pues no sé… coches, supongo. Policía. En un mal día, a Rita Barberá diciendo aquello de "senyor pirotècnic, pot escomençar la mascletà"…
– Pues en Francia, delante de los ayuntamientos ponen… ¡¡¡pistas de patinaje!!!
– Anda ya.
– Te lo juro. Y las series de televisión las califican de una manera muy particular.
– ¿Por ejemplo?
– ¡Padre de familia permitida a mayores de 10 años! Sí, hombre, y entonces una serie como Weeds donde se vende droga y se folla como conejos, ¿que está, permitada a mayores de 13?
– De doce.
– ¡Joder, qué satiros!
– Si, tío. ¿Y sabes eso que dicen lo de los americanos de los franceses, que los comparan con las ranas?
– Un cliché sin razón ninguna.
– Cliché un huevo, que yo he visto la devoción que le tienen los franceses a las ranas. Recuerdo que en los mismísimos Campos Elíseos había una tienda donde los franceses entraban en masa sólo para comprar peluches de ranas.
– Joder, tío. Esto está empezando a darme miedo. Háblame del mercado del cómic. Las cosas van bien por ahí, ¿no?
– Hombre, lo cierto es que parece que sí. Las librerías Todas le dedican una sección a los tebeos. Al europeo, eso sí. Al americano, algunas. Y al manga, pocas. Y los tochales y el concepto editorial del "paga 20€ por cualquier cosa que compres", también han llegado a Francia.
– Así que es difícil encontrar americano o manga.
– Hombre, difícil, difícil, no. Es difícil encontrar tiendas especializadas, eso sí. Pero si buscas, encuentras.
– ¿Ves, hombre de poca fé? No todo es rarito.
– Eso sí, a lo mejor se especializan en otra cosa que no son los mangas precisamente.
– ¿El cosplay?
– El último grito en Francia.
– Pues si Francia ya ha caído ante el cosplay y los peluches de ranas…
– …estamos jodidos.
– Lo estamos.