Más o menos cada año toca relectura de algo de Takahashi. Y en estos tiempos inciertos tan necesitados de buenas sensaciones, esa romántica oda al coliving que es Maison Ikkoku se me ha antojado la mejor elección. En su única edición completa en castellano, la de 2004-2010, Glénat mediante. Curioso que no haya habido otra edición desde entonces. Planeta se ha lanzado hace nada con una del Lamu a color, así que no estaría mal que llegado el momento vuelvan a mostrar Maison Ikkoku a una nueva generación de lectores.
Y estará dificil superar la edición Big Manga de Glénat, con su buen tamaño y gramaje, y con esas sobrecubiertas tan resultonas. Este, este es otro tema. Las sobrecubiertas, ya tan establecidas con prácticamente todos los tomos de manga. Se supone que están para proteger el tomo, pero son la parte mas frágil del mismo. De manera que debemos ser muchos los que las retiramos para leer. Y luego hay que tener cuidado al devolver nuestras lecturas a su sitio de que sobrecubierta y tomo coincidan. No sería la primera vez en una librería de segunda mano que al ojear tomitos se ve que la sobrecubierta no corresponde con el interior, ojo con esas compras. Editorialmente, las sobrecubiertas vienen bien sobre todo cuando es la única parte a color del tomo. Pero también entrañan un riesgo en el tema de maquetaciones, pues multiplican por dos el riesgo de que actuen los duendes de imprenta.
Tomemos por ejemplo el primer tomo de Maison Ikkoku, en cuya sobrecubierta el título está escrito correctamente dos de las tres veces en que aparece.
Circunstancia que se repite también bajo la sobrecubierta.
Entonces, el señor de Glénat avisa con más o menos severidad a Paco, de Grafismo, para advertirle del gazapo. La fecha de salida ha sido Julio de 2004, en plena efervescencia de blogs y foros comiqueros, de manera que hay que ser especialmente cuidadoso para no darles carnaza.
De manera que Paco toma nota, hace su trabajo y el segundo tomo aparece sin mácula aparente.
Si no fuera porque lo de dentro también cuenta. Lo dicho, doble riesgo.
Y es por tanto a la tercera cuando Paco conseguirá hacerlo correctamente, y se ganará su merecido pagaré valedero por un sandwich de mortadela.
Y eso que pensaba que lo difícil sería escribir Ikkoku o Takahashi siempre igual. Si hubieran dejado el título aquel de Juliette je t’aime, ahí sí que habría pasado más hambre el pobre Paco.