Un posteo no llega ni pronto ni tarde. Llega exactamente cuando debe llegar. Por ejemplo, yo llevo meses diciendo que tengo un posteo sobre muñecos. Pero todavía no ha salido porque, oye, no es su momento. También dije que iba a documentar la ilustre labor de la Sectorial del Cómic pero de momento no lo he hecho por, quizá, todavía no es el momento. Que se vienen elecciones, primero autonómicas y luego de las que tienen más intriga, y quizá para entonces sea interesante volver a hablar de la sectorial.
Sin embargo, una película no es un posteo. A veces llega pronto y otras veces, las más, llega tarde. Por ejemplo, la Daredevil de Mark Steven Johnson llegó pronto. En 2005 el publico aceptaba moderadamente bien Batman Begins, una película en la que los personajes no vestían sus atuendos habituales sino una versión “realista” de los mismos, algo que un par de años había desatado las críticas de los fans contra la película protagonizada por Ben Affleck. En 2008 se estrenaba Iron Man, siendo uno de sus elementos más celebrados una banda sonora rockera llena de “needle drops”, cuando apenas un lustro antes había sido fuertemente criticado el uso de temas de rock mucho más modernos y contemporáneos para el Hombre sin Miedo. No quiero imaginar cuánto se hubiera celebrado hace una década que hubiera aparecido una película con referencias constantes a personajes oscuros de los cómics y a los autores más emblemáticos del personaje, pero esas virtudes no se tuvieron en cuenta en 2003 para juzgar Daredevil. Incluso la elección de casting de Ben Affleck, uno de los elementos más recurrentes en su momento, destaca al compararse con la reacción del público cuando una década después el mismo actor fue seleccionado para interpretar a Batman.

Como digo, hay películas que llegan demasiado pronto.
Hay directores que son visionarios. Y no, no me refiero a Mark Steven Johnson que después de Daredevil dirigió la primera película de El Motorista Fantasma antes de abandonar los superhéroes para dedicarse al mucho más lucrativo mercado de las comedias románticas. Pero si hablamos de películas que llegaron antes de tiempo, en algún momento habrá que hablar del Hulk de Ang Lee, que ya adelantaba en 2003 algunas de las cosas que le aplaudirán a Scott Pilgrim contra el mundo en 2010.
Y, por supuesto, hay películas que llegan tarde. The Flash llega muy tarde. En términos cronológicos es la que más tarde llega, aunque desde luego no está para presumir en el ámbito teórico. Y es que Morbius es una rareza, una joya que llega tan tarde conceptualmente que de haber salido en 2012 seguiría habiendo llegado tarde. The Flash llega tres o cuatro años tarde, lo que nos señala que de haberse estrenado en su fecha original… quizá habría llegado a tiempo. Pero claro, entonces hablaríamos de una película muy diferente.
Ver el trailer de The Flash es como ver una parodia del SNL de Spiderman No Way Home. Y esto nos plantea un dilema. Por una parte, no ir a ver la película de The Flash para dar carpetazo definitivo al DCEU. Para demostrar su inviabilidad económica. Para, con suerte, convencer a alguien de no estrenar Aquaman 2, una película que realmente nadie tiene ganas de promocionar.
Por otra parte, no ir a ver la película de The Flash para darle la razón a quien decidiera darle la patada a toda esa gente que estaba detrás del DCEU. Snyder, Johns, Hamada… todos se equivocaron y hay que celebrar que ya no estén. Y qué mejor forma de celebrarlo que dejar que su último legado de estrelle.
Obviamente, otro motivo sería dejar claro que no estamos de acuerdo con seguir dándole trabajo a Ezra Miller en una temporada. E incluso protestar simultáneamente por la cancelación de Batgirl. No es que ninguna de las cosas sea una preocupación demasiado fuerte, pero no deja de ser una razón.
Pero… por otra parte, hay otro motivo de peso para no ir a ver The Flash. Un motivo para desear que sea un fracaso en taquilla. Y es esperar a ver cuántos golpes puede encajar James Gunn antes de que le peguen la patada por el fracaso de unas películas que se decidieron antes de que él pinchase ni cortase nada en los planes cinematográficos de Warner.
Y todos sabemos que ahí está el verdadero espectáculo.