Hay conceptos que van indisolublemente ligados a algunos autores cuando se habla de ellos. Alan Moore tiene barba y es de Northampton. Grant Morrison es escocés, y Tom King trabaj´ó en la CIA. Hablamos poco de Tom King por aquí.
Posiblemente fueran los conocimientos adquiridos durante su trabajo en la agencia de inteligencia una de las inspiraciones para sus primera obras. Como el espionaje y la contrainteligencia en la divertida Grayson. O la crudeza realista de los conflictos bélicos en su primera obra con su ahora casi inseparable Mitch Gerads, el Sheriff de Bagdad.
Cuando esta obra para la línea Vertigo vio finalmente la luz, el título había sido escamoteado por otro menos explícito. Y es que es lo que pasa cuando trabaja con un ex-CIA, aunque fuera de oficinas, que hay que repasar muy bien lo que dice y como lo dice para que no se filtre información confidencial que no debe ser ofrecida de cualquier manera al gran público. Si lo llamas Bagdad te estás metiendo en un jardín, si hablas de Babilonia en el presente es pura invención.
Por eso King esconde el mensaje bajo capas de narrativa, hay que destilar el entramado bajo tanta técnica para saber qué está realmente queriendo decir.
Todo un desafío para los agentes encargados de desencriptar sus guiones para que no haya revelaciones de temas sensibles. Desafío todavía mayor cuando King, que es un cachondo, algunas veces juega a no contar nada y tiene a los agentes mareados buscando cosas que no existen. Anda que no debió reírse imaginando a los agentes buscando cosas en su Batman contra Elmer.
No parece este el caso, por supuesto, de sus Omega Men.
Una maxiserie con, aparentemente, tanta sustancia y salseo que su publicación tuvo que suspenderse cuando tan sólo habían aparecido seis de sus doce números previstos.
¿Pues no iba de unos rebeldes de varias y diversas civilizaciones que se alzaban contra el orden establecido de su sistema estelar Vega? ¿y que además recurrían descaradamente a la violencia, el secuestro y la extorsión?
Todo ello contado desde el punto de vista de un héroe (Kyle Rayner cada menos) que comienza siendo testigo y víctima de sus tácticas cercanas al terrorismo para, a medida que avanzaba la media miniserie, cuestionarse sus prejuicios para prácticamente terminar aliado con ellos.
La frontera entre la Resistencia y el Terrorismo en el sistema estelar Vega es tan difusa, tan fina y al tiempo tan permeable…cabe tanto ahí dentro…quién dicta qué esta bien y que no lo está…y en base a qué intereses lo dicta…tantas posibilidades…normal que las autoridades parasen aquello a los seis episodios para darle un par de vueltas, ver con calma dónde King pretendía llegar y, si fuera necesario, reconducirlo a una conclusión digna de la mejor manera. Todo para mantener la pureza del pensamiento, o como sea que llamen ahora a estas cosas. Que pensar tanto no puede ser bueno.
Terminaron publicándose los doce números, con los agentes leyendo y releyendo cada escena para que King no filtrase nada inadecuado. Pero tanta tensión y atención fue en balde para ellos, pues esta fue una de las veces que el escritor decidió tomarles el pelo, mareándoles con supuesta trascendencia cuando estaba contando cosas que ya se habían visto antes. Cosa que los agentes hubieran notado fácilmente si hubieran sabido dónde mirar.
Pues los Omega Men de Tom King no son más que un homenaje.
Lo que pasa es que hasta eso lo escondió hasta casi el final en su juego de espejos, escondrijos y tramas de 3 x 3.
Pues al principio parecía que el variopinto grupo…
…con su salvaje hombre-felino…
…y un adversario con gran poder político, grandote, calvo y con ropajes basados en la religión…
…tendrían que inspirarse necesariamente en otra serie que contaba en sus filas un líder con pelazo, barbita y uniforme ajustado.
Está todo ahí. La resistencia, la lucha contra la opresiva instrumentalidad. Son bravos, son valientes, son inconformistas, son disidentes, son…
Y entre tanta ensalada de adjetivos, cuando estamos llegando casi a la conclusión de la historia, cuando se nos van narrando y numerando las campañas para la liberación de los territorios oprimidos, es cuando Tom King hace su truco final. Nos lo cambia en una sola viñeta. Prestidigitación.
Una viñeta casi intrascendente, en la celebración posterior a una de las batallas de la ardua reconquista, cuando los bravos guerreros se reúnen frente al hogar para gozar de la merecida y corta desconexión. La transición entre una aventura y la siguiente.
Dijimos rebeldes, dijimos bravos, dijimos disidentes, dijimos…dijimos tantos…
Y nos dejamos uno.
Nos dejamos «Irreductibles«.
(de hecho pensaba al principio titular a esto «¡Están locos estos Veganos!» por ser más bait, pero igual era demasiado spoiler).
Lo dicho, que Tom King es un cachondo. Y si Kyle Rayner como Linterna Blanco no necesitaba recargar su anillo…
es porque debería caer de pequeño en una batería de poder.