Le Gácy

Aunque la bande dessinée francobelga se considere típicamente como obra autoral, lo cierto es que sus grandes superventas son aventuras de personajes cuyos creadores hace tiempo que los dejaron en otras manos.

El mótivo más típico para esta sucesión es el fallecimiento del autor y la continuación por parte de autores (reconocidos o directamente un estudio) que traten en principio de remedar el estilo ambiental y gráfico de la obra original. Ejemplos de esta situación podrían ser, entre otros, Blake y Mortimer

los Pitufos

…o más recientemenet y por eso de colocar españoles, Corto Maltés.

 

Este cambio por cuestión vital se hace menos abrupto cuando el equipo creativo está compuesto por un guionista y un dibujante y no se da la maldita coincidencia de que la parca visite a ambos al mismo tiempo (situación que en la práctica no me consta que se haya dado). El casa más típico fue el de René Goscinny, cuando los dibujantes a cargo de sus series más representativas tomaron también las labores argumentales, como en el caso de Lucky Luke (Morris con otros guionistas, y al fallecer continuaron otros)…

…o Iznogud (Tabary, la serie terminó cuando él), entre otros.

 

Cierto es que tampoco hay que ser tajante, y la retirada puede ser en vida, bien en plena cumbre o siendo amables unos cuantos álbumes demasiado tarde. En el caso de equipos creativos el caso más sonado es el del Jean (not Claude) Van Hamme, el superventas responsable de la génesis de Thorgal, que dejó tras 29 álbumes…

…, XIII, tras 19 entregas (también se marchó su dibujante original, Vance, pero no se le echa tanto de menos)…

…o más recientemente su Largo Winch, tras conseguir en su última saga que toda la cúpula directiva del Grupo Winch se zumbase a alguien (secretarias, antiguos compañeros de estudios, chóferes, hermosas ninfómanas que pasaban por ahí…) en un meeting de la empresa.

 

Y como ejemplo de un autor único a cargo de guión y dibujo que haya cedido los bártulos en vida a otros tenemos el caso de Albert Uderzo, claro…

PERO tenemos que tener en cuenta en el caso de Uderzo este relevo se produjo a la provecta edad de 86 años.

…de manera que si queremos hacerlo servir como precedente, mucho me temo, Don Francisco

…que le quedan todavía unos años de seguir dando el callo. Además ¿de dónde íbamos a encontrar de un día para otro a alguien que dibujase clavado a usted?

El molonismo latente de Edgar P Jacobs

Es algo que no conseguía quitarme de la cabeza desde hace tiempo, desde aquella vez que encontré un ojo brillante en un tebeo de Blake y Mortimer.
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Porque una vez pasada la broma del posteo, el concepto de Kable y Mortimer me seguía pareciendo tan poderoso que no concebía que aquello hubiera sucedido por casualidad. Y es por eso que comencé a sopesar la idea de que en realidad Edgar P Jacobs había querido ser un autor molón, pero las circunstancias sociohistóricoculturales habían jugado en su contra.

Sí, se que es difícil imaginar a este pavo tan relamido como algo lejanamente cool

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…pero añádele un sombrero de paja al conjunto y su look pasaría por el de un hipster de hoy día, así que no juzguemos a nadie por el aspecto que las modas se van y vuelven y que nadie tire la primera piedra.

ImaginAdlo!, el tipo quiere hacer tebeos molones, pero la contaminación de la línea clara francobelga es tan grande que no puede salir de sus parámetros, de manera que tiene que sacarse de la manga sus propios códigos de molonidad ciñéndose a las reglas del mercado de entonces.

Enfocándolo así, tiene sentido lo que Jacobs hacía. En la Image de los noventa, para enfatizar el dibujo y la acción se dejaban de lado los fondos, sustituyéndolos por líneas cinéticas y rayitas, muchas rayitas. La rayita era la plasmación física de la nada, un horror vacui que resaltaba el primer plano. Y ahí donde los molones noventeros pondrían rayitas, Jacobs lo resolvió poniendo…

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…letritas.

Resaltaban el dibujo, rellenaban espacio y demostraban que el artista se había pegado un trabajazo. Los diálogos de Blake y Mortimer son el equivalente de las líneas cinéticas de la Image de los noventa. Visto bajo ese prisma, los tebeos de Edgar P Jacobs pueden molar mucho.

Pero todavía se me escapaba algo que debía estar ahí, algo que me hiciera apreciar todavía más La Marca Amarilla, la aventura más representativa del autor y los personajes.
 

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Una aventura tan sugerente que ha tentado a gente como Álex de la Iglesia para plasmarla en la gran pantalla, aunque tras el exitazo del Tintin de Spielberg parece que el realizador vasco se lo está replanteando. Pero el potencial de la aventura sigue ahí, oculto pero latente.
 
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Esa marca, esa marca debe de significar algo más.

Y no se trata solamente del claro paralelismo de su portada con otras más modernas que luego han sido referenciadas tantas veces.
 

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Lo dicho, había algo más en esa marca, un indicador oculto de molonidad, ese algo que Jacobs quería plasmar en sus aventuras pero que el correctismo lineoclaro le impedía explotar. Lo busqué sin ningún resultado, hasta que dejé de pensar en él, lo olvide y justo cuando había olvidado seguir buscándolo…me lo encontre. Encontre la marca en otro tebeo.
 

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En un tebeo con mucha letra, además, circunstancia rara cuando se trata de un autor que suele ser bastante fluido y basar casi toda su caracterización en los diálogos. Pero esta vez preferió hacerlo  por así.

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Y por ese detalle del exceso de letra que dejó Peter David en aquella aventura de Supergirl en Gotham comprendí que es lo que quiso expresar Jacobs con su Marca. Algo molón.
 
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Y entonces el homenaje en la mítica portada cobraba todavía más sentido.
 
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Leed a Jacobs con otros ojos. Hasta él puede molar, que hacía lo que buenamente podía, eran otros tiempos. Y fijaos que entre Blake y Morty parece haber rollito…