
– Buenos días.
– Buenas tardes.
– Ha muerto Don Armando Matías Guiu.
– No me jodas. ¿Hacemos algo?
– No estamos a su nivel de él.
– Colguemos uno de sus diálogos, así se verá lo mucho que aprendimos de él de su.
– Buena idea. Que empiece el «Homenaje In Memoriam«.
– Buenos días.
– Buenas tardes.
– ¿Cómo están ustedes?
– ¿Ustedes… refiriéndose a mí?
– A usted.
– Pues somos unos ustedes muy solitarios.
– ¿Están ustedes solos?
– Ustedes no sé como estarán, yo, que soy usted, estoy más solo que un chorizo de Cantimpalo.
– Un momento, está usted equivocado.
– ¿Están acompañados los chorizos de Cantimpalo?
– No lo sé. Usted ha dicho textualmente: «Yo, que soy usted». Y sin ánimo de interferir en su ego, que yo sepa usted es usted, pero jamás será yo.
– ¡Cómo que yo jamás seré yo!
– Yo, refiriéndome a usted, será yo, siempre que usted sea yo; pero yo, refiriéndome a usted, que soy mí, jamás será yo.
– O sea que yo debo de ser mí si no soy usted a pesar de ser yo. Pues yo no entiendo esto de usted ni de mí.
– Uno es uno siempre.
– Ahora llegan los unos. O sea que aquí estamos yo, que soy yo, usted, mí, usted que soy yo desde usted, yo que es usted desde usted, mí que debe ser un vecino musical y ahora para acabar de resolver los problemas llegan los unos. ¡El completo, vamos!
– No llegan los unos.
– Pues sí no son los unos serán los otros.
– Ni los unos ni los otros.
– O sea que llegan unos pero no llega nadie. ¡Que llegada más solitaria! ¿Les estaba usted esperando?
– Yo no espero a nadie.
– ¿También vendrá Nadie? ¡Jo! No vamos a caber tanta gente.
– Nadie no llega.
– Menos mal. Uno menos.
– Oiga, ¿sabe que usted es un complicado?
– ¿Yo? ¿Complicado yo? ¡Me llama complicado a mí, él que es siete u ocho personas a la vez!
– ¿Dice usted él refiriéndose a mí?
– ¡Ya vuelven los Mis! He dicho él refiriéndome a usted.
– De modo que yo para usted soy él.
– Perdone. Usted, para mí es usted y a veces usted es él.
– ¿Qué es él?
– Usted.
– ¿Y mí? ¿Dónde me deja usted a mí?
– Mí… Mi puedo ser yo desde mí. Usted no puede ser mí, desde yo.
– ¿Desde que yo?
– Desde yo-yo.
– Oiga, deje los juegos ahora que estamos en una conversación muiy seria. ¿A qué yo se refiere al decir yo-yo?
– Yo, soy yo. Usted es usted, pero como usted desde su yo es yo, y yo soy usted, para distinguirme de su yo me llamo yo-yo.
– ¿Usted se llama Yoyo? ¡Que divertido! Jamás conocí a nadie que se llamara Yoyo.
– ¡Dios! ¡Ya me ha bautizado de nuevo! Escuche, ¿usted sabe quién soy yo?
– Yoyo, ¿Yoyo Pérez, tal vez?
– Yo me llamo Agapito Martínez.
– Yo, no.
– ¿Usted no se llama Agapito Martínez?
– No, que va. Yo me llamo Fulgencio Pérez.
– ¿Usted no será pariente de Fulgencio Pérez?
– Mas que parientes, somos la misma persona.
– ¡Fulgencio, a mis brazos!
– ¿Me conoce?
– ¡Claro que le conozco! ¡Llevamos una hora hablando de de usted, de mí, de yo y de los unos! Cuente, cuente, ¿qué hace de mí?
– ¿Mí? ¿Mi a secas o Mi-mi?
– ¡Ha venido también Mimi! Ya estamos todos.
– Pues si están todos, me voy. Buenos días.
– Buenas tardes.
[«Diálogos para besugos» Armando Matías Guiu. Mortadelo nº 219. Marzo, 1985]
ADLO! no te olvida.