La Brucexploitation es el nombre que recibe el uso genial! de la figura de Bruce Lee, el mítico actor experto en artes marciales. El tipo la palmó (en una noche de mucho mambo y cha cha chá) con sólo cuatro largometrajes en su haber, pero tuva la suerte de que un montón de chinos (como todos son iguales…) decidieron rendirle homenaje y hacer cientos de películas mucho más geniales! que las originales, mitificando así la figura del Pequeño Dragón.
El caracter hispano y, sobre todo, mediterráneo, no podía dejar pasar la ocasión de sumarse a tamaño evento. Rendirle pleitesía era casi un deber, especialmente para la industria del tebeo popular de la época (y no como la de ahora), y más si el tipo era un mito y estaba muerto, sin familiares conocidos cerca que pudieran expresar algún tipo de duda (o más bien ejercer algún derecho). Cómo se va a enterar un chino que es primo segundo de Bruce Lee que en el más lejano rincón de Europa unos señores le rendían sentido homenaje con un tebeo que llevaba su nombre. Pues eso.
Así que ha principios de los 80 la mundialmente famosa Editorial Vilma (ejem) llevó a los quioscos españoles la colección Bruce Lee. Cada mes, un emotivo recorrido por las aventuras de este experto luchador. Me van a permitir que les describa una de éstas historietas tomada al azar. Por ejemplo… A ver… Déjame mirar… La del número 21. Ostras, ni más ni menos que Bruce Lee en El Rallye de las Momias.
¡WoW! Esto tiene la pinta de ser trepidante. Veamos cómo empieza la cosa. Lo primero que leemos es un recuadro de texto que dice «El Rallye iba a celebrarse en Egipto, pero se había organizado en San Francisco». Joder que complicado. Además, resulta que son sólo dos coches los que compiten. ¿Y Bruce Lee? Pues de momento circula alegremente por San Francisco.
¡Atención! Ven a ese muchacho que va junto a él. Es Jimmy, su joven compañero de aventuras, siguiendo esa bonita y sincera tradición que une a Roberto Alcázar con Pedrín o a Batman con Robin Siempre a su lado, siempre prestandole apoyo. ¡Jotacé! ¡Calla!
Pues resulta que uno de los participantes es el típico niño de papá, y éste, papá, ha recibido una carta anónima que dice que o apoquina un millón de dólares o se cargan al hijo. Así que papá, asustado, decide contratar nada más y nada menos que a Bruce Lee para que haga de niñera. La viñeta que les he dejado justo ahí arriba no tiene el propósito de ilustrar el argumento, sino, por un lado, llamar su atención respecto al moderno mosaico de piedras que decora la mansión del millonario en San Francisco. Lo curioso es que este tipo de mosaico lo encontramos también en los hoteles de El Cairo, en cabañas perdidas en el desierto y hasta en el interior de las pirámides. Por otro lado, quería llamar la atención sobre el estupéndo efecto luminiscente de la lámpara y cómo enmarca a los personajes dentro de un huevo. A todo ello… la intriga se apodera del lector… ¿Quién pude ser el conspirador?
Así que ya tenemos a Bruce Lee y su joven ayudante siguiendo el mini raylle en la distancia (concretamente, en helicóptero, y es que no veas tú la de cosas que sabía hacer nuestro desaparecido héroe). Pero claro, no se sabe muy bien cómo los malos están al corriente de todos los movimientos, así que cuando Bruce Lee está durmiendo se le cuela en la habitación un malandrín dispuesto a liquidarle mientras ronca. Este momento de extremada tensión está resuelto con una de las escenas de acción más maravillosas jamás dibujadas. Fíjense ustedes en la agilidad, en lo grandiosamente bien resueltos que están los movimientos de la lucha, propios de las artes marciales orientales; desde luego el dibujante busco concienzudamente la documentación necesaria para plasmar ese arte sobre el papel en vez de decantarse por copiar las posturitas del madelmán de su hijo: esas patadas con la pierna izquierda mientras se flexiona la derecha, ese puñetazo con la muñeca mientras se arrodilla o ese impresionante salto con los brazos extendidos mientras se golpean los testiculos del villano. Y por encima de todo… ¡Qué bonitos son los gallumbos de Bruce Lee! Unos calzoncillos tipo slip decorados con franjas verticales. Gallumbos gruesos que le van algo grandes, de esos con los que suda la entrepierna con el calor, produciendo incómodas molestias. Bruce Lee, antes que mito, era humano y usaba la ropa interior de su abuelo. ¡Qué bonito!
Otra de las grandes virtudes de este excelso tebeo es el gran conocimiento de la siempre compleja mente criminal que desprende. Si uno es un malandrín y anda preparando felonías por Egipto, nada mejor que disfrazarse de momia. El disfraz, además de permitir armarse con metralletas de manera harto discreta, tiene otras virtudes: impide el reconocimiento e identificación y añade un plus de pavor. La inteligente mente criminal lo tiene claro y lo comenta en la intimidad de la pirámide: «Lo más probable es que se muera del susto».
Con lo que no cuentan los malos es que delante no sólo tienen al Pequeño Dragón y sus ya constatados ágiles movimientos marciales, sino al joven Jimmy, que luce una valentía y un caracter dicharachero que lo emparenta en hermoso homenaje a la audacia del entrañable Pedrín, el célebre compañero de Roberto Alcázar. Pedrín, digo Jimmy, es hábil en la pelea, especialmente en la técnica del coscorrón en la cabeza mientras se mofa del pérfido villano. Y con el ejemplo de este homenaje a nuestros clásicos me despido de ustedes por hoy no sin recordar que los tebeos de Bruce Lee editador por Vilma tuvieron, entre sus artistas, al genial López Espí.