Y ahora que tengo vuestra atención voy a hablar de lo que en realidad quería hablar desde el principio: los rabos.
Que, como todo el mundo sabe, son las extensiones que tienen los bocadillos (o globos) en los tebeos que indican qué personaje corresponde el texto que contienen.
Siendo una elemento tan fundamental del lenguaje comiquero sorprende el histórico desprecio con que han sido tratados. A lo largo de los ya más de cien años que tiene el Noveno Arte han sido relegados a un simple rol complementario. Hemos tenido un desolador panorama en que sólo venian en tres variedades: curvo, en rayo y serpentino. Eso por no hablar de las escuchimizadas y diminutas formas con las que hemos tenido que conformarnos. Salvo honrosas e históricas excepciones de autores que han prestado a los rabos la atención y el detalle que se merecen como Tom de Finlandia o Kevin Taylor.
En particular Taylor siempre se ha caracterizado por dibujar unos rabos largos y flexibles como los de esta viñeta de Girl: Rule of Darkness.
Resulta patente que el norteamericano es un autor surgido de los noventa, la época de gloria de los rabos. Imperaba el estilo de diálogos interminables de Chris Claremont que a menudo costaba no ya asignar sino simplemente encajar dentro de una ya abigarrada viñeta. En situaciones así, como demuestran estos episodios de Los Cuatro Fantásticos (entonces viviendo una de sus más GENIALES! etapas) el correcto manejo de los rabos era fundamental.
Sólo gracias a la precisión y longitud del rabo del tercer bocadillo podemos saber que su contenido procede de Reed Richards y no del yacente adaptoide.
Pero no se trata únicamente de una cuestión de falta de espacio. Viñetas más grandes y abiertas pueden requerir rabos de mayor longitud para una adecuada lectura.
A estas alturas sé que estais haciendoos LA pregunta. ¿Existe un tamaño ideal de rabo? Depende de la circunstancia. Para ser comprensible, su función principal, el rabo debe acercarse a la boca todo lo que sea menester.
Y claro, esa distancia puede variar mucho. Incluso dentro de la misma viñeta.
Y aquí llega la OTRA pregunta: ¿qué pasa cuando hay un sólo personaje en la imagen y el diálogo no puede provenir de otra boca o pantalla?
Pues que se debe tener en cuenta toda posible fuente de sonido.
Por ejemplo, aquí los rabos resultan vitales para entender que la voz del androide del Pensador Loco que está autodestruyéndose surge de su boca y no de algún altavoz localizado en otra parte de su cuerpo robótico.
Y gracias a una correcta longitud sabemos que este diálogo proviene de Susan Richards y no del radiocasette del Fantasticar.
Tristemente toda gloria es efímera. Y este reinado de los rabos largos también lo fué.
Pronto volvió la gris dictadura de lo uniformemente mediocre y rabicorto.
Me podeis decir que el tamaño no importa.
Me podeis llamar obseso del volumen a lo Russ Meyer.
Y yo os responderé que un rabo de la envergadura correcta es imprescindible para saber si Lyja, la entonces novia skrull de Johnny Storm, está hablando por los labios…
…o está hablando por los labios…
Siendo skrull también podría estar hablando por el rabo
Brutal!!!
Y yo pensando que íbamos a hablar de Álvarez Rabo. ADLO!, antes molábais, etc.
Sabía cómo iba a acabar el post al empezar a leerlo.
Es un poco reduccionista, porque los bocadillos de pensamiento no tienen rabo sino unas bolitas blancas que les cuelgan debajo. Lo cual desmiente que los personajes de cómic piensen con el rabo.
Bueno, que yo recuerde, ya en su momento su Marcianidad había abordado el asunto de los diálogos que surgen de ciertas partes del cuerpo
http://jotacedt.blogspot.com/2011/02/el-plano-marciano-una-taxonomia.html
Lo que me recuerda que Febrero se acerca en el horizonte…
Ahm… ¡son los taquiones, que lo enturbian todo!