
Una de las razones por las que en su lejano día pude aficionarme a los tebeos es porque se trataban de un producto asequible. No era necesario ahorrar/pedir demasiado para disponer de lo suficiente como para comprar los primeros ejemplares en los quioscos y librerías de segunda mano. Y a partir de ahí, antes de desarrollar el diógenes compulsivo de conservarlos, los adquiridos eran una buena masa crítica para el intercambio y el encuentro con nuevo material.
Grapa y papel malo, un producto de consumo que una vez disfrutado se intentaba recambiar cuanto antes para disponer de una nueva dosis, y entretanto se dejaban reposar en el rincón de las revistas, junto con el teleprograma, la Lecturas o los crucigramas. Junto con el papel. De manera que si en el montón se andaba corto de periódicos atrasados para que no pisasen lo fregao o para cubrir la paella y que repose, unas páginas arrancadas de tebeo podían cumplir la función. No pasaba nada, eran tebeos, eran baratos.
(inciso paellero importante: sí, el reposo adecuado de la paella precisa de la colocación de papel encima. Papel poroso, nunca satinado, y solamente en blanco y negro, a saber qué porquerías sueltan las publicaciones en color. Tradiciones, hay que respetarlas)
Si a la asequibilidad de los tebeos le añadimos lo asociado de su lectura a la etapa infantil del desarrollo, tenemos uno de los elementos más arraigados en el lore de la transición a la etapa adulta de muchas generaciones: cuando «un día mi madre me tiró todos los tebeos«. Cada experiencia traumática presenta sus variantes, pero el fondo es el mismo.
Actualmente, la situación es diferente.
Supongo que habrá sido un poco por todo. Porque la dignificación del medio ha supuesto una mejora del formato, porque la grapa ha dado paso al tomo, porque la tapa blanda ahora es tapa dura. Y porque la grapa más roñosa está por los 3,30, también hay que decirlo. El caso es que ahora ya no se escucha tanto eso de «vamos, hijo, que te compro un tebeo«.
Según Eurostat, la edad media de emancipación en España de de 30,3 años. Eso la media, así que habrá sus oscilaciones para arriba o para abajo. Y no me suena en el tardeo haber captado el lamento de ningún cuarentón diciendo «pues mi madre ha cogido y me ha tirado los cómics«. Ni tampoco se ven montones/cajas/palets de tebeos en los contenedores o el reciclaje (igual, ojo, porque las madres también se van haciendo mayores para según qué trotes).
Y es que los comics ahora valen cuestan dinero.

¿Artículos de primera necesidad o de lujo? me atrevería a decir que ambas cosas, ahora mismo, aunque haya quien dude de lo de primera necesidad.
Y más con la que está cayendo. Hoy en día las voces más inesperadas se pronuncian ante determinados costes.
Y si los comics cuestan tanto ¿son un producto interesante para invertir? pues todo esto ha pasado antes…

…y la respuesta sencilla es que no.
Al menos no para muchas de las publicaciones actuales. Por regla general, una publicación puede (o no) aumentar de valor con el paso del tiempo por aumentar su escasez, pero es difícil evaluar, y mucho más predecir, si la ganancia en valor compensará el coste del almacenaje y la espera hasta la hipotética revalorización. Y que cuantos más diógenes haya con sus cajas, sus bolsas acid-free y comictecas con control de temperatura y humedad, más difícil será que el número de ejemplares escasee.
(podéis pensar que soy un exagerado al decir de las comictecas, pero si lo pensáis es porque habéis normalizado ya lo de las cajas y las bolsas, conste).
Escasez, esa suele ser la clave. Es por ello que es difícil intentar hacer caja con tebeos de los que se imprimieron por millones en Los Gloriosos Noventa. Fueron para ser gozados, no especulados. El sobreprecio suele adquirirse ante tiradas reducidas de ediciones significativas, o por circunstancias singulares que escapan de la dinámica del mercado:

Pero si aun así un buen día decides pasar de ser comprador a vendedor, hay una cuestión de perogrullo: ten en cuenta que para poder vender es necesario que haya alguien dispuesto a comprar. Es posible que pillases en su día un segundo ejemplar de Chirimirimán con toda la avidez en mundo y lo mantengas treinta años después en condiciones impecables, pero eso no significa que vaya a interesarle a demasiada gente ni al precio que supones.
De hecho, el propio verbo «especular» trae consigo una componente de incertidumbre y de precaución en sus dos primera acepciones. Cuidadín.

(Y me atrevería a afirmar que «en sent peyor» debe significar «Me siento peor» en aranés o dialecto similar)
Y ya que hablamos del significado de las palabras, tened cuidado en emplearlas de manera correcta. Estamos hablando del precio de los tebeos, no de su valor. Parece lo mismo pero no es igual. Y de igual manera cuando tratemos el tema del mercado debemos hablar de la escasez de determinadas ediciones, y no de su rareza.
Porque hoy en día lo raro es que alguien compre tebeos.
Voy a probar a usar ese Vuillemin para mi paella, a ver qué efectos secundarios produce…
La verdad es que una cosa que simplemente nunca se me ha pasado por la cabeza es la de vender la comícteca… Cuando me muera que mis sobrines discutan qué hacer con ella (después de que rescaten mi cadáver de denajo de ésta, por supuesto).
HOYGA! no diga eso, que ROB! no lo permita.