Scott Pilgrim vs sus lectores

La primera vez que leí Scott Pilgrim tenía 19 años. Era 2009 (sí, soy insultantemente joven para estar en esta desorganización) y el tebeo de Bryan Lee O’Malley era el tebeo que tenías que estar leyéndote si querías parecer un sofisticado y moderno lector de cómics en lugar de uno de esos fans alienados del manga y de los superhéroes. En los albores de la Edad de Oro de considerar la Novela Gráfica como Alta Cultura, la historia de Scott se había convertido en una parada obligada para el hipsterismo, a la altura de escuchar los Strokes o haber leído a Murakami. Casi de inmediato apareció la película, dirigida por Edgar Wright (uno de los nuestros, un británico entre friki y modernito capaz de hacer una romcom de zombies) que tenía todos los elementos necesarios para acabar de convertir el cómic de O’Malley en una referencia obligada entre los gafapastas aficionados a la Fnac.

El significado de Scott Pilgrim fue cambiando con los años, en el momento en el que el concepto de Manic Pixie Dream Girl comenzó a popularizarse en Internet. Aunque el concepto no fue creado a medida de Ramona Flowers, el personaje femenino principal del cómic, rápidamente ella (y especialmente su representación cinematográfica con la cara de Mary Elizabeth Winstead) se convirtió en la referencia obligada a la hora de explicar el concepto. A partir de ahí el fandom se dividió en varios frentes: un grupo que entendía que las problemáticas que entrañaba el personaje de Ramona (algunas conscientemente introducidas a favor del desarrollo del cómic por O’Malley, otras probablemente fruto de las pulsiones subconscientes del autor) y unos cuantos modernos bordeando la treintena, demasiado maduros para surfear la nueva tendencia y que acabaron atrapados en el ciclo de llamar a sus novias “Ramona Flowers” o de identificar como románticas algunas de las escenas más devastadoramente abusivas de un cómic hecho para veinteañeros.

Por supuesto, esta división ya existía: desde el principio mucha gente había podido detectar la forma en la que Scott y Ramona, lejos de ser la pareja aspiracional que Wright había acabado perfilando en su película, eran una pareja construída a partir de dinámicas tóxicas y personalidades inseguras y con muchas faltas. Pero claro, la mayoría de esta gente eran mujeres y sus opiniones fueron eclipsadas por un montón de blogueros y reseñistas de Filmaffinity que suspiraban por su chica patinadora de pelo multicolor. Algunos de estos especímenes acabaron generando una contrarreacción, naciendo así un nuevo subtipo de lector de Scott Pilgrim: el proto-incel. La idea de que las Ramonas del mundo no eran una ensoñación de unos cuantos modernitos gafotas si no que un modelo aspiracional al que la mayoría de mujeres de sus entornos querían llegar sin ser nunca lo bastante auténticos para ello. Tipos haciendo gatekeeping a sus propias fantasías de pajero.

Scott Pilgrim quedó asi condenada a un particular y maltrecho destino: una obra de culto denostada por buena parte del que debía haber sido su público, malinterpretada por la mayor parte de sus aficionados y cuyos conceptos, retorcidos y caricaturizados por parte de un puñado de analfabetos funcionales se habían convertido en el emblema de lo tóxico. El mismo no-lugar inmaterial en el que viven El club de la lucha de Fincher y la saga Matrix. Sobrevivir a semejante purgatorio solo está al alcance de obras realmente buenas. Durante los años siguientes Scott Pilgrim tendría que demostrar si estaba a la altura del desafío.

Únicamente el afán de O’Malley de salvar su obra del batiburrillo de interpretaciones desacertadas puede explicar que 13 años después del estreno de la película de imagen real vayamos a tener una adaptación animada de la misma historia, dibujada por su mismo creador (que, por cierto, solo ha publicado una única obra nueva desde el cierre de la saga de Scott). Prevista para el mes de noviembre en Netflix, si las huelgas lo permiten, la nueva adaptación podría presentar las ideas originales del cómic sobre la madurez, la responsabilidad emocional, el autoaprendizaje y las relaciones sentimentales a una nueva generación de espectadores y, de paso, explicarle con marionetas a la base de fans que han convertido Scott Pilgrim en una obra de culto todo lo que no entendieron bien originalmente. También podría, sin embargo, acabar de errar el tiro y condenar al bueno de Scott al infierno de las obras proscritas. De la capacidad de autocrítica de O’Malley y Wright, así como de su talento para mejorar lo ya creado, depende.

Personalmente Scott Pilgrim fue una obra muy importante para mí. El cómic me ayudó a entender, relativizar y medir muchas de las decisiones y acciones que tomé durante mi post adolescencia. Reenmarqué mis prejuicios y enterré algunas actitudes de las que estoy orgulloso de sentirme libre más de diez años después. Creo que es, todavía hoy, un gran cómic. Complejo, imperfecto y, por supuesto, tremendamente seductor, lo cual a veces puede jugar en su contra. Parece que Netflix ha vuelto a dedicarle más espacio a las adaptaciones de tebeos, y si el resultado es como el de las obras de Zerocalcare o el reciente live action de One Piece, puede ser una buena noticia. En el peor de los casos, siempre puede que recuerden que tienen los derechos de “Millarworld”.

8 comentarios en «Scott Pilgrim vs sus lectores»

  1. ¿Se acuerdan de cuando nadie vio la peli porque todos preferían ver The Expendables? Pues precisamente estos días ya han hecho un Expendables 4, así que TAQUIONES!

  2. ¿Un post sobre Scott Pilgrim en ADLO? Por un momento, horrorizado, he creído que lo había escrito el canario ese que estaba obsesionado con que el autor de Scott Pilgrim había plagiado a Gen 13. Si no saben de quién hablo, mejor para ustedes. Hay abismos de la locura que es mejor no explorar, ya lo sabía Lovecraft.

    1. >>el autor de Scott Pilgrim había plagiado a Gen 13. Si no >>saben de quién hablo, mejor para ustedes.

      Es posible que el insultantemente joven Pablofluiters no sepa quiénes fueron Gen13, es verdad.

  3. A mi lo que me horrorizó cuando la leí en aquella época (recomendadísima por gente modernilla y progre) no era Ramona sino la misma idea de que Scott tenga literalmente que derrotar a todos sus ex para ganarla. Que está planteado así completamente en serio, no como en Alta Fidelidad donde está claro que su personaje es mezquino. Eso y la menor de edad que se está tirando y cómo la trata como un kleenex.

    1. Knives Chau, posiblemente de los personajes menos espantosos del cómic. Pero, vamos, creo que en esta, «Alta Fidelidad», «Buscando a Amy» y «Beautiful Girls» los autores no eran de todo conscientes de cómo de insoportables eran los personajes.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.