Muy maduros para su edad

DC es más madura que Marvel. Dicen. Es una de esas cosas que se dicen tanto que al final parece que te las tienes que creer. Como por ejemplo: Star Wars es woke. Marvel es de izquierdas. Disney -ojo- está encabezando un movimiento “políticamente correcto” a favor de las minorías y en contra de los valores tradicionales. Son cosas que la gente (alguna gente) dice con frecuencia en Internet. Es un pensamiento que no se puede erradicar con la fuerza de los datos, de los ejemplos o de los análisis, porque enraíza en unos prejuicios profundos e innegociables. Es más, cuanto más debates sobre ello, más radicalizada encuentras a la base ajena. Por supuesto, este tipo de fanatismo no brota de ninguna parte, ha sido cultivada por una serie de individuos y grupos con intereses concretos y, habitualmente, descaradas simpatías con grupúsculos políticos que pelean con uñas y dientes por mantener “el tejido social” tal y como estaba. Da igual que el discurso sea “el Fútbol Club Barcelona está apoyando al secesionismo de izquierdas” o “la Walt Disney Company está infiltrada por radicales izquierdistas LGTB+”.

Pero volvamos a lo original. DC es más madura que Marvel. Esta aseveración no se corresponde con una realidad a largo plazo. De hecho, prominentes nombres tanto de una editorial como de la otra coinciden en señalar la mayor madurez de los tebeos marvelitas como el motivo del auge de Marvel en los 60 y los 70 como competidora contra la casa de Superman y Batman. Es célebre la iniciativa de Marvel en el trato de algunos temas como el consumo de drogas en Amazing Spider-man 96, un pequeño desafío al Comics Code en 1971 (respaldado, no creamos que Lee era tonto, por un organismo gubernamental). Aquel pequeño desafío llevó al cambio del Code y rápidamente DC tomaría el guante de la mano del equipo más “maduro” que trabajaba en la Distinguida Competencia en aquellos años: Denny O’Neil y Neal Adams.

Aunque O’Neil traería a Batman un aire renovado tras la etapa post-Adam West, sus historias estaban lejos de la madurez que en los 70 encontrarían algunos baluartes marvelitas. Esta tendencia continuó durante al menos otra década. La DC Implosion de 1978, una crisis de precios e ideas que estuvo a punto de arrastrar a la veterana editorial de tebeos al desastre, era todavía una iniciativa llena de ideas infantiles y propuestas más cercanas al cómic pulp infantil que a los dramas humanos que abordaban entonces Spiderman o la Patrulla X. En el estupendo Comic Book Implosion: An Oral History of DC Comics Circa 1978, recopilado por Keith Dallas y John Wells se puede leer a muchos de los protagonistas de aquella situación decir a ciencia cierta que Marvel era una editorial más madura que DC, que tenía puestos los ojos en un público más infantil.

Como comentaba Sark hace unas semanas, el conglomerado en el que DC estaba integrada tardó años en prestar atención o percatarse de que DC estaba ahí. La cosa comenzó a cambiar durante los años 80, cuando algunas de las franquicias Marvel que habían encabezado aquella madurez comenzaron a anquilosarse (algo en lo que tuvo que ver mantener a la cabeza de los mutantes al mismo guionista durante tanto tiempo). Casi toda la historiografía del cómic americano coincide en señalar La Cosa del Pantano como el primer indicador de un seísmo que sacudiría DC. Un proyecto iniciado en un intento de sacar rédito a la película de 1982 basada en el personaje y dirigida por Wes Craven. Para que luego digan que las pelis de personajes de segunda fila no pueden revitalizar una licencia. Bueno, la realidad es que aquellos tebeos no vendían demasiado bien, y en un acto desesperado (cuya resolución se atribuye en ocasiones a Karen Berger y otras veces a Len Wein) le dieron aquellos tebeos a Alan Moore, que venía de hacer ciencia ficción en Inglaterra. El resto, ya se sabe, es historia.

Siendo completamente sinceros, no se puede dejar sin seguir el camino de migas que habían sembrado los Teen Titans de Marv Wolfman, que habían comenzado un par de años antes y que intentaba trasladar a DC la fórmula que había triunfado en Marvel con los nuevos X-Men de Giant Size X-Men 1, escrito en 1975 precisamente por Len Wein, que en aquel momento se había integrado en las filas de la casa de Robin, Kid Flash, Wonder Girl y demás. Aunque la fórmula venía más de atrás, del propio Peter Parker que había recorrido el camino del instituto a la universidad persiguiendo a un público no adulto pero sí “juvenil”.

Con todo, buena parte de los 80 siguieron manteniendo esa dicotomía entre la Marvel madura y la DC infantil. Lo único que ocurría es que había pequeñas rendijas donde aquello no se estaba tratando así. El último adiós a aquella DC infantil, algo ridícula y con miras en el público infantil, lo tuvo que dar el mismo Alan Moore en Whatever Happened to the Man of Tomorrow? Narrando el fin del Superman que conocían los lectores de cara al reseteo del Universo DC en Crisis en Tierras Infinitas (reseteo escrito por el mismo Wolfman que había creado a los Teen Titans). Como cualquiera puede ver, eso de la madurez estaba en la mente y las manos de muy pocas personas.

Con este hito ya estamos en 1986 y todavía entonces la convención general era que DC era para niños y Marvel era para chavales preadolescentes. Una horquilla de edad que fue aumentando a medida que las editoriales se obsesionaron con el público ya cautivo y la idea de que las nuevas generaciones estaban entretenidas con otras cosas. En octubre de 1985 se había lanzado en el mercado estadounidense la NES, comenzando una era de consolas de sobremesa que resultaría muy socorrido para explicar el bajón de ventas sucesivo.

La madurez de los cómics de superhéroes no fue una decisión basada en conceptos artísticos, sino más bien una búsqueda de mantener a un viejo público ante el miedo a que no hubiera un relevo generacional. Los cómics de ambas editoriales intentaron encontrar su camino, y, a modo de profecía autocumplida, sellaron su propio destino. Marvel optó por la violencia extrema, el dibujo llamativo y el bombardeo del mercado. DC, por su parte, dejó desatendidas sus franquicias clásicas en favor de aquellos conceptos que parecían más fáciles de dirigir a ese público. Aparecen Watchmen, Sandman y la línea Vértigo, que pretendía contener la oscuridad de la editorial ahí mientras los personajes tradicionales mantenían la puerta abierta a todos los públicos. En líneas generales, claro.

Porque no podemos obviar que DC hizo lo que pudo con dibujantes sugerentes y potentes. Durante casi toda la década de los 90, Peter David se entregó a Aquaman, intentando liberarlo de una cierta esencia ridícula que venía arrastrándose gracias a sus adaptaciones televisivas animadas. Una fachada violenta y madura, incluyendo la mutilación de una mano, que años después echarían por tierra unos pocos chistes de The Big Bang Theory, Padre de Familia y Robot Chicken, y que ha consumado con la película de James Wan. Es irónico que el artífice del que ahora mismo es el único baluarte de DC que no se la ha pegado en las salas de cine está ahora pidiendo dinero por Internet para poder salvar su vida gracias al sistema sanitario estadounidense.

Y por supuesto, Marvel también intentó mantener una línea divisoria entre sus franquicias clásicas y sus elementos más violentos y adultos. Para eso puso al grupo de X-Men original en un nuevo título (X-Factor) o devolvió a Gerry Conway (guionista arácnido de los 70) a escribir una cabecera de Spider-man, con resultados terribles. Todo esto sin olvidar que tanto Marvel como DC se arrojaron a perseguir al lector adulto con un nuevo cebo: el coleccionismo. La idea de que las obras de tu infancia podían tener un valor especulativo inconmensurable produjo un alto pico en las ventas que rápidamente se esfumó cuando la burbuja especulativa quedó atrás. En 1994 la mayoría de tebeos de coleccionista habían visto sus precios derrumbarse y los inversores se marcharon. En 1993 había salido en el mercado angloparlante el juego de cartas coleccionables Magic the Gathering.

Marvel se sumió en una bancarrota de la que solo se salvó vendiéndose a la empresa juguetera que hacía los muñecos de Spiderman y dilapidar todas sus licencias audiovisuales regalándolas a precios ridículos a los estudios de Hollywood. DC se sostuvo gracias al apoyo de su empresa matriz y a su enorme brazo de venta de productos relacionados, apoyándose también en los estrenos cinematográficos centrados en Batman. Hasta la debacle de estos en 1997, con Batman y Robin. Una película que recuperaba parte de aquellos códigos infantiles, ridículos y absurdos que los cómics de DC, en realidad, nunca habían dejado completamente fuera.

En el año 2000 se estrena X-Men, la primera película de imagen real centrada en el grupo mutante de Marvel. En ella se encuentra el famoso (o infame) “yellow spandex joke”, una broma en la que la película ironiza con el aspecto “comiquero” de los personajes a los que está adaptando y los ciñe en trajes oscuros de cuero. 

En 1998 Marvel había creado el sello Marvel Knights, que pretendía contener las historias adultas y más macarras, sangrientas y duras del Universo Marvel. Esta fue una de las ideas que llevó a su impulsor, Joe Quesada, al puesto de Editor en Jefe de Marvel. El mismo año que se estrenaba en cines X-Men se comienzan a editar los cómics del universo Ultimate, una versión renovada, dirigida a una nueva generación de potenciales lectores que necesitan una aproximación fresca, radical, desprendida de los convencionalismos del origen infantil de sus personajes. El mismo mes que comienza Ultimate Spider-man a venderse en las tiendas de cómics, Estados Unidos vive el lanzamiento de la PlayStation 2. 

En 2001 Marvel renuncia al Comics Code, rompiendo por completo con su pretensión de estar creando cómics dirigidos al público infantil, y adoptando un sistema de calificación propia que está dirigido a un consumidor ya más maduro. Se pone a los guiones a una generación de autores que vienen de historias dirigidas a un público ya no juvenil sino adulto. DC tardaría 10 años más en desembarazarse del Code, lo haría en 2011. Hasta entonces DC había continuado con su sello Vertigo, con resultados mixtos que incluyen fracasos obscenos y obras exitosas como Lucifer (adaptado a televisión a partir de 2016) o Fábulas (que en 2013 serviría de inspiración para el videojuego The Wolf Among Us). Y, por supuesto, había vuelto a intentarlo en el cine. 

En 2005 tropezó con Constantine (protagonizada por el actor principal de la saga Matrix) y tuvo un éxito más que notable con V de Vendetta (dirigida por las directoras de la saga Matrix). También intentaría reclutar el talento que había hecho triunfar a los X-Men que no llevan spandex amarillo para relanzar a Superman. En 2006 Superman Returns fue tratada duramente por los aficionados. Sin mucho mejor suerte con la crítica, no obstante, Batman Begins se convirtió en el modelo a seguir. ¿Por qué, si ambas habían recaudado una taquilla similar? Superman hizo 391 millones de dólares, mientras que Batman no había llegado a los 374. Pero Batman Begins y su espíritu “realista” había costado 70 millones menos. Y eso es suficiente dinero a veces. Como se puede apreciar, la madurez de DC, de nuevo, consistía en probar lo que ya se había hecho. Y en reducir costes. Luego la segunda les salió bien.

Pero desde entonces, ¿es DC más madura que Marvel? Pues si nos fijamos en las películas, The Batman, el primer estreno DC del año, tiene una clasificación PG-13. La misma que Dr. Strange 2, la película del Universo Marvel con la que abrimos 2022. La misma que tienen Black Adam y Wakanda Forever. De modo que en lo audiovisual podemos concluir que el objetivo de edad es el mismo. Adolescentes y tardoadolescentes, aparte del famoso público cautivo, mayoritariamente adulto.

¿Y en los cómics? Revisar la calificación por edades de los tebeos de Marvel y DC es un asunto distinto, puesto que la valoración no responde a unos criterios objetivos demasiado firmes. Lo que sí que podemos asegurar es que ahora mismo ninguna de las dos editoriales parece estar haciendo algo radicalmente distinto. Marvel liquidó en 2015 su Universo Ultimate. En 2019 DC puso fin a Vertigo, creando en contraste su calificación Black Label, dirigida a un público 17+. Entrar a calificar qué es la madurez y pasar ese filtro por todas y cada una de las cabeceras publicadas por ambos puede que sea un trabajo titánico e inconcluso. Porque como decía, hay cosas que están grabadas de forma fanática en la gente. Ideas (inocentes o perniciosas) que viven arraigadas en la mente de las personas y que no se pueden combatir. Y puestos a dejarnos la piel en alguna batalla perdida, tenemos por delante algunas más importantes.

8 comentarios en «Muy maduros para su edad»

  1. Claro. La madurez es atractiva. Lo mejor es que cuando eres ya cincuentón te siguen gustando veinteañeras, treintañeras, cuarentonas, cincuentonas, y así hasta que uno ya no puede más pese a los avances tecnológicos de esta época y…

    Ah, no, que estábamos hablando de pijamas (sin fiesta de)…

  2. Conste que antes de los sesenta ya había habido pa’lante pa’trás cuando en los sesenta intentaron darle un tono más adulto a Batman con el ‘New Look’ -incluyendo matar a Alfred, aunque eso estaba también para que fuera menos gay la serie-, llegó la serie y desde arriba pidieron que pa’trás. Luego cancelaron la serie y pusieron a Denny O’Neil y Neal Adams para hacerla avanzar. P’atrás p’alante.

  3. El dibujante asignado a cada serie también hace mucho. Tú cogías un ‘Crisis en tierras infinitas’ en los ochenta, ojeabas los dibujos de Pérez y decías: «Uy, qué adulto». Le echabas un vistazo a ‘Secret Wars’, y pensabas: «Esto es para críos».
    Luego te los leías los dos y resulta que eran la misma chorrada vende muñequitos.

    1. Bueno, por supuesto. De eso sabemos mucho en esta web, porque resulta que si un cómic te lo dibujaba, por decir, Steve Yeowell era una maravilla intelectual pero si lo dibujaba, vamos a decir, ROB!, entonces no era merecedor de ninguna consideración artística para los pedantes de turno.

  4. Te equivocas. Medir el nivel de madurez que tiene una obra es muy fácil. En el audiovisual se mide por lo desaturados que estén los colores y en el cómic se mide por el número de brazos arrancados. Y en ambas cosas DC gana a Marvel por goleada.

    1. ¡Tengo mis dudas sobre los brazos arrancados! Y sobre los colores desaturados, en fin, ¿tú has visto las películas del Capi de los Russo?

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