Warner NUNCA compró DC: la historia de Steve Ross

Gangsters de Nueva Jersey, parkings, funerarias, Rin-Tin-Tin, una empresa de limpieza, un Mayor norteamericano enfrentado al ejército, la ley antimonopolio, la Hammer, los métodos tradicionales para ascender socialmente, Mr. X, el negocio cinematográfico desde antes de Edison pero, sobre todo, Steve Ross. El tipo del que Spielberg dijo que fue como un padre para él. Todo esto y, no os voy a mentir, mucho más se agolpa cuando uno tiene que contar qué es lo que pasó de verdad entre DC y Warner.

Es una historia que he ido diciendo que algún día tendría que escribir, incluyendo la semana pasada, así que vamos a ello.

La primera persona de la que tenemos que hablar por lógica sería el mayor del ejército USA. Malcolm Wheeler-Nicholson fue un soldado aficionado a la escritura, a la que llegó porque teniendo por delante un buen futuro en el ejército decidió mostrar su desacuerdo con la forma de funcionar del ejército publicando una carta abierta al presidente. El presidente en cuestión era Warren G. Harding, así que os podéis imaginar de cuándo estamos hablando. A la carta le siguió una serie de escándalos, investigaciones y demás investigando lo que allí se había dicho. Pero, sobre todo, el final de su carrera por motivos tirando a obvios. Así que pasó a escribir novelas cortas, relatos para publicaciones pulp e incluso adaptación de libros a tiras cómicas. Y viendo que las revistas que recopilaban cómics estaban funcionando decidió en 1933 crear National Allied Publications.

Los primeros títulos los editó Lloyd Jacquet, del que ya hablamos un poco la semana pasada, a partir de ahí se encargó él mismo fichando para cabeceras como New Fun o New Comics a gente como Siegel y Shuster. Pero su decisión de publicar personajes nuevos hizo que tuviera todo tipo de problemas económicos, hasta el punto de que cuando pensó en abrir una cabecera llamada Detective Comics lo tuvo que hacer en compañía, le debía dinero al editor, impresor y muchas mas cosas Harry Donenfeld -que había empezado como gestor financiero hasta que el crack del 29 le llevó a publicar pulps picantes, meterse en el negocio de la impresión y, ya puestos, a distribuirse bajo el nombre de Independent News– así que se asoció con él para lanzarla. Donenfeld puso a un joven protegido, Jack Liebowitz que también era su contable, como socio de Wheeler-Nicholson en esta segunda empresa, y fue maniobrando para que ambas empresas fueran convirtiéndose en una. En el siguiente revés económico le convenció de que le vendiera los derechos de su primera empresa, y para principios de 1938 le convenció de que se fuera de vacaciones a Cuba con su mujer. Para cuando Wheeler-Nicholson regresó se encontró con que habían cambiado las cerraduras, había puesto a un amigo juez como nuevo director de la empresa y le tenía preparado un finiquito para que no montara lío. A partir de ahí el Mayor decidió centrarse en escribir sus historias militares y olvidarse del mundo de los negocios, que solo traen problemas. Por su parte National/Detective, ya al mando de Liebowitz, comenzarían a publicar en los años siguientes a su marcha cabeceras nuevas como Action Comics y personajes como Superman y Batman.

Donefeld repetiría el truco un poco más tarde, esta vez con Max Gaines, metiendo su All-American Publications de nuevo con Leibowitz por medio. Gaines saldría con menos problema, sobre todo porque se iba a fundar su propia empresa: Educational Comics o EC. Para los ’50s Leibowitz, que ya había pedido un código para sus propios cómics, fue uno de los apoyos del Comic Code y su primer vicepresidente. Liebowitz ro, para lo que a nosotros nos interesa, tanto All-American como National como Detective Cómics cogerían la denominación de National Periodical Publications para su salida en bolsa en 1961. ¿No se llamaba DC Cómics? Pues no, se anunciaban como Superman-DC ya en los ’50s, y luego ya como DC Comics (sí, una reiteración, qué vamos a hacerle) pero su nombre empresarial era otro.

De momento dejamos a la editorial de cómics ahí y nos vamos al lado de las películas. A Jack Warner. Un pieza que lograría montar un imperio partiendo de la manera habitual punto tres: Gracias a su familia. Primero actuó como cómico, luego su hermano Sam entró en el negocio y él fue detrás, tuvieron un teatro en 1906 hasta que Edison les sacó del mercado con su idea de una empresa que metiera a los peces gordos de la distribución, la película y todas las cosas, lo que les acabaría llevando a la producción. Una empresa que iba intentándolo con éxito desigual hasta que lograron el enorme éxito de las películas de Rin Tin Tin a mediados de los años ’20. para 1927 Sam había apostado por las películas sonoras, aunque moriría de una neumonía antes del estreno de El cantor de Jazz. El inesperado fallecimiento del Warner bueno con solo 40 años y el éxito de la película llevó a Jack a volcarse en ellas, establecerse incluso más claramente en el mercado e ir convirtiéndose en un personaje fundamentalmente odiado. A punto de perderlo todo varias veces pero capaz generalmente de salvarlo, incluyendo 1962 cuando lo apostó al éxito de My fair lady. Y le salió bien. Pese a todo, con 70 años cumplidos, comenzó a considerar la posibilidad de retirarse del negocio. Así que en 1966, tras el descalabro de la producción de Camelot, decidió ceder y le vendió la mayoría de sus acciones de la Warner a otra empresa. La Seven Arts Productions, una productora independiente que servía también de distribuidora, trabajando por ejemplo con la Hammer británica.

A partir de 1967 pasaría a llamarse la Warner Bros.-Seven Arts. Jack Warner seguiría por allí, ya con muy poco poder pero aún con enormes capacidades para dar por saco, como sus intentos de que no se realizara Bonnie & Clyde.

El negocio del cine era turbulento en los años ’60s, el negocio de los cómics también era turbulento en los años ’60s. Así que -poco más de mil palabras más tarde- ha llegado el momento de que presentemos a nuestro personaje principal: Steve Ross.

Steve Ross tuvo una fulgurante carrera en el mundo de los negocios gracias a la manera habitual número dos: Se casó con la hija del jefe. Su suegro era Edward Rosenthal, el dueño de la mayor funeraria judía de Nueva York: Riverside Memorial Chapel. Y responsable de su expansión. Porque si su familia había ido añadiendo a la original, que se había ido mudando y ahora estaba en el Upper West Side, también otras en Brooklyn, Bronx, Westchester e incluso Miami, Rosenthal se dedicaría a adquirir otras empresas de servicios funerarios hasta convertirla en la principal empresa estadounidense del ramo. Y, tras trabajar con él un lustro, en 1958 decidió retirarse de los negocios y pasarle el testigo a su yerno, Steve Ross.

Ross ya había dado muestras de su inventiva empresarial al darse cuenta de que las limusinas que se usaban para los servicios fúnebres se usaban muy poco y convencer a su suegro de que le dejara montar su propia empresa de alquiler de limusinas: Abbey Rent a Car.

Su paso a dirigir el negocio de las funerarias y de los coches de alquiler tuvo tanto éxito que decidió que debía buscar una manera de expandirse con ayuda de una empresa complementaria. De las de los coches de alquiler, claro. Y ahí es donde entran los gangsters de Nueva Jersey.

La Kinney Parking Company había sido fundada por Manny Kimmel, Sigmund Dornbusch y Abner Zwillman. El de en medio había fallecido en 1956, pero los otros dos eran buenas piezas más que conocidas por las autoridades. El último en concreto era conocido no solo por su apodo Longie, o sus tratos comerciales con Lucky Luciano o que le llamaran El Al Capone de Nueva Jersey, todo porque se dedicaba al negocio de la bebida durante la prohibición. Pero tampoco era un problema para la compañía. Fundamentalmente porque había muerto de manera sospechosa en 1959, en un movimiento que había quien decía que tenía el sello de Vito Genovese. Manny Kimmel, sin embargo, seguía vivo.

Manny Kimmel era el que se había metido originalmente en el negocio de los aparcamientos, la había montado en 1945 cuando decidió darle una vuelta a sus negocios. Quizá porque esos negocios parecían incluir ya de antes a los parkings, pero con unos propósitos mixtos. Es decir, Kimmel facilitaba a Zwillman y otros un lugar a los que ir moviendo de un lado a otro de la ciudad vehículos durante la prohibición. El contenido de lo que podían transportar los mismos no era, sin duda, de su incumbencia. Que es más o menos lo que podemos sacar de cuando le tocó declarar en los juicios a Zwillman o a Joe Adonis. Sea como fuera en 1945 montó esta compañía. Bueno, la montó además. Además del negocio que tenía fama de gestionar de apuestas ilegales. Considerado el mayor corredor de apuestas ilegales de carreras de caballos en Nueva York en un momento determinado, propietario de varios caballos de carreras, y conocido también por sus negocios en las partidas ilegales de cartas, hasta el punto de que parece ser la inspiración directa para el Mr. X de Beat the Dealer.

Motivos todos por los que Ross sabía que más le valía ser rentable, pero también que tendría el dinero y las conexiones mientras lo necesitara. Al fin y al cabo Zwillman había… ahm… tomado especial interés en el negocio del cine, especialmente en la carrera de Jean Harlow. Así que Kimmel conocía a gente. Aunque creo que podemos dejar de hablar de estos asociados de Ross, pero quien quiera más puede leerse Master of the Game de Connie Bruck.

A Ross siempre le había interesado el mundo del espectáculo, así que además de continuar con la funeraria, los coches y los parkings (que ofrecían aparcamiento gratuito a los alquilados del mismo grupo) e incorporarle empresas de limpieza o edificios enteros, de hecho de su fusión con la empresa de servicios National Cleaning Company saldría el nombre con el que se conocería por el siguiente lustro: Kinney National Company.

Por supuesto, el interés por el mundo del espectáculo se notó también por cómo se dedicó a comprar empresas. Se hizo con la agencia de talentos Ashley-Famous, la empresa Panavision de equipamiento cinematográfico, las discográficas Elektra Records y Nonesuch Records, y para 1969 decidió que podía hacerse también con Warner Bros.-Seven Arts. Total, ya puestos. La productora aceptó. Lo último que saldría con este sello sería la distribución de una película de la Hammer: Frankenstein Must Be Destroyed, en lo que solo puedo considerar como ironía del destino.

En principio todo iba bajo el paraguas de la Kinney Parking Company, pero un escándalo múltiple que incluía fijar el precio de los parkings, expandirse sin medida y meter las zarpas en todos los niveles posibles fue notado por las autoridades estadounidenses que en lugar de recomendarles que se cambiaran el nombre a Sectorial y se dedicaran a cagarla en la comunicación le montaron una investigación por prácticas monopolísticas. Y si estáis sorprendidos de que las leyes antimonopolio sirvieran para algo sabed que ya somos dos. Sigo sorprendido de que acaben de echar para atrás PRH/Simon & Schuster no me voy a sorprender menos de que a principio de los ’70s fueran efectivas.

Pero lo fueron. Así que Kinney se dividió en dos bloques en 1971, el de las Empresas de Servicios que tendría por nombre Kinney National y que dirigiría Paul Milstein, parte de una empresa familiar dedicada a los suelos, Circle Floor, que había sido comprada por Kinney pero que se había quedado dirigiendo. De esa manera Steve Ross podía dedicarse a gestionar el segundo bloque, el de las empresas del mundo del espectáculo. Que pasaría a llevar por nombre Warner Communications.

A partir de ahí Ross se dedicaría a cosas como montar la MTV o Nickelodeon, se ocupó de la parte de películas hasta el punto de que Spielberg dijera que era todo lo que deseó que su padre fuera y le dedicara La lista de Schindler, e incluso compraría Atari llevando a Warner al bordé de la compra hostil por su fracaso. Logró evitarlo. E hizo más cosas como promocionar el fútbol e intentar que Pelé fuera una estrella en Estados Unidos. De esas que hacen anuncios, supongo. Pero de todo eso no tenemos por qué hablar -al menos no aquí, no hoy- porque lo importante es lo que hemos estado dejando de lado.

¿Y qué pasa con los cómics?

La última vez que vimos a la National Comics Publications, Inc. estaba saliendo a bolsa en 1961, los cincuenta habían sido unos años convulsos en los que los superhéroes no parecían interesar tanto. Aunque gracias a mandar también en Independent News tenían una situación de superioridad que les permitió hacerse con los restos de Quality Comics, por ejemplo, y quedarse como la principal empresa de cómics. Pero la muerte de Donenfeld en 1965 y los cambios que estaban sucediendo con el cambio de gustos en los superhéroes animaron a Liebowitz a aprovechar el éxito de la serie para televisión de Batman de 1966 y vender en 1967 su empresa a Steve Ross.

Ahora llega ese pequeño y molesto momento de comprobar cómo de atentos habéis estado a toda esta cháchara de más de dos mil palabras. ¿Pero no había dicho yo que Warner NUNCA compró DC? Efectivamente. Y os lo acabo de contar.

Liebowitz vendió National etc a Steve Ross. Y no, el asunto no es que se llamara National y no DC Cómics. ¿Por quién me tomáis? ¿Por el Monstruo de Frankenstein?

National Comics Publications, Inc. fue adquirida en 1967 por la empresa de Steve Ross… que en aquel entonces era Kinney National Company. Y lo era, entre otras cosas, porque hasta 1969, dos años más tardes, no compraría el mismo Ross con el mismo Kinney la Warner, y no llevaría el nombre Warner la compañía resultante en la que se engolbaban todas las de la industria del espectáculo, incluyendo National/ DC Cómics, que compró entre Ashley-Famous y Panavision, hasta 1971. Para entonces DC llevaba cuatro años operando bajo sus nuevos jefes.

POR ESO Warner NUNCA ha comprado DC Cómics. La compró Kinney, que compró después a Warner y que unos años más tarde se puso su nombre.

Es posible que por eso Warner siguiera durante años sin hacerle caso. Antes de todo este movimiento jamás había trabajado con ellos y después seguiría sin hacerlo hasta el Batman de 1989. De ahí que el Superman de 1978 lo produjeran Dovemead Ltd. y la International Film Production dedicándose la Warner solo a distribuirlo, un trato habitual durante muchos años. Hasta que se diera cuenta de las posibilidades de explotación del negocio de los cómics.

Luego ya pasaron más cosas, con Steve Ross y tras su fallecimiento en 1992. Y ahora mismo DC está como está. Con Wakanda Forever superando en un fin de semana lo que Black Adam en el mes que lleva estrenado, Los Minions 2 superando a The Batman en taquilla y Zaslav haciendo sus cosas que si no fuera por los Musk o Bezos lograrían un primer puesto. Pero, claro, ni en eso pueden ser primeros. Los pobres.

Así que, visto lo visto, ¿no os parece normal que Warner NUNCA comprara DC?

Ah, sí, National Comics Publications, Inc. pasaría a ser oficialmente DC Comics, Inc. en 1977.

13 comentarios en «Warner NUNCA compró DC: la historia de Steve Ross»

    1. ¡Gracias! En realidad lo más complicado ha sido buscar un orden y podar historias laterales (sí, mi idea original era MUCHO MÁS LARGA).

      Hay algunas, como las de Independent News y American News Company, más la segunda que la primera en realidad, y cómo marcaron los cómics -Especialmente todo lo relacionado con la Dell Publishing- que no descarto acabar usando para otro posteo en algún otro momento.

      Pero supongo que al final la cosa es esa, decidir qué dejar y qué podemos aprovechar para un posteo otro día.

    1. «ahora mismo DC está como está. Con Wakanda Forever superando en un fin de semana lo que Black Adam en el mes que lleva estrenado, Los Minions 2 superando a The Batman en taquilla y Zaslav haciendo sus cosas que si no fuera por los Musk o Bezos lograrían un primer puesto. Pero, claro, ni en eso pueden ser primeros. Los pobres.»
      Retiro lo dicho. En AVID no creen en sucios marvelit… digooo, la subjetividad.

      1. JAJAJAJA.

        Es cierto que el final puede sonar anti-DC. No es la intención en absoluto, la idea era más señalar que a Warner se la sudaba antes y ahora cualquiera diría que se la sigue sudando. Está siendo un año flojo -por no decir otra cosa- para las películas de supers y se está notando especialmente en las de DC. Pero bueno, podría ser peor. Podría ser «Morbius».

        1. (Me refiero obviamente a su desempeño crematístico y monetario. Obviamente todas las películas citadas, desde la centrada en El Señor de la Noche Cerrada, como la de Adam, No, El Otro Adam, y por supuesto Vampiros Genéticos Rehuyen La Ducha, son piezas maravillosas de ficción que merecen nuestra Defensa)

  1. Pues se agradece el desbroce y la paciencia. Mientras iba leyendo me venía a la cabeza la clarividente escena de Idris Elba explicándole a su coleguita de Baltimore lo que era la elasticidad de la demanda. Responsabilidad Social Corporativa o algo así creo que lo llaman.

    «De ahí que el Superman de 1978 lo produjeran Dovemead Ltd. y la International Film Production dedicándose la Warner solo a distribuirlo»

    Gensanta. Es que ni co-producir. Pa qué.

    1. JAJAJA. ¡Es que no les interesaba a ellos! En realidad todo lo de los derechos de aquella época es un sindios importante, por eso se pasaron años sin poder sacar en DVD el Batman de los años ’60s de tanta gente que se metió por medio.

      Y esos tratos explican lo que acabaría dando lugar a «Superman IV», que fue algo así como la tormenta adaptativa perfecta.

      En el lado bueno, el éxito de las primeras de «Superman» y el desastre económico de la última fue lo que les animó a pasar a producir ellos «Batman». Después de mil historias. Pero eso será material para otro posteo, en otro momento de solo ROB! sabe qué año.

  2. Muchas gracias por el trabajazo de resumir toda esta historia. Ahora entiendo muchas cosas que durante años me habían extrañado y nunca me había dado por buscar la verdad.

    1. Pues yo te diría que fueras tirando de los hilos, que aquí me he dejado cosas. La verdad es que igual que de Marvel hay mil libros porque la mayor inestabilidad y la figura de Stan Lee lo han favorecido, de DC no hay mucho y casi todo tira más por lo celebratorio/ conmemorativo que por contar lo otro.

      Y es una pena porque lo otro está lleno de grandes personajes como Harry Donenfeld, que se traía unos tejemanejes fastuosos.

      O todas las historias de la Kinney, que son maravillosas, desde el principio con ‘esa gente encantadora de New jersey’ a después de la separación, que ya no he incluido, pero que demuestra lo de las cabras y los montes con historias como la decisión de comprar el casino Aladdin en Las Vegas, que sale mal porque la mujer de Johnny Carson habla en exceso.

      Y en DC todo lo que tiene alrededor la serie de Batman de los años sesenta, que se hace básicamente sin hablar con ellos y les cae encima como una mezcla de bendición y maldición. Eso sí que está un poco más/ mejor contado en «The Caped Crusade» de Glen Weldon -que espero, este sí, que acabe trayendo alguien a España- pero desde el punto de vista de la importancia para el fenómeno-fan que desde las broncas empresariales que hubo a su alrededor.

      Pero, vaya, que parte del punto de partida es explicar por qué si Warner había comprado DC no había hecho nada con ella durante años. Y la respuesta es la más obvia: Porque no lo había comprado.

      1. «de DC no hay mucho y casi todo tira más por lo celebratorio/ conmemorativo que por contar lo otro.»
        Pues no sé a qué espera. Ese libro no se va a escribir solo.

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