El futuro ya no es lo que era

Estamos ya lo suficientemente adentrados en el Siglo XXI como para haber perdido casi toda la ilusión de ciencia ficción que el traspasar el año 2000 parecía que nos iba a proporcionar. El paso a los dosmiles era el guarismo clave en el que para la narrativa dibujada popular todos iriamos en nuestras mininaves espaciales por las espacioautopistas a nuestras ciberocupaciones. Y ahora visto a pie de calle, ni siquiera en mitad de una pandemia podemos ver el encanto futurista que unas buenas caretas antigás o trajes termosellados de protección biológicas nos proporcionarían. Mascarillas desechables del chino de abajo y gracias. Si al menos el chino tuviera luces a lo Blade Runner, pero tampoco…

En la práctica, todos aquellos ciberimplantes se han reconvertido en una terminal de llamadas ilimitadas y datos acumulables con tarifa mensual, el cuero negro crepuscular del cyberpunk deviene pantaloncitos por donde asoman las nalgas (aunque no es hipersexualización sino empoderamiento), y en vez de punk progresivo tenemos reguetón. Sonidos indescifrables igualmente.

No se trata de indagar sobre dónde o cuándo se torció la cosa, esto es simplemente un reflejo más de la poca capacidad de previsión que tenemos. Hartos estamos en base macroeconómica (economía, la ciencia capaz de predecir el pasado) de que se tomen medida a principios de año en base de las previsiones de crecimiento estimadas, previsiones que cada pocos meses se reajustan, con un ajuste casi final de última hora que es el que cuenta para poder decir que acertaron. Si doce meses les dan para equivocarse de tanto en la primera previsión, qué no fallaremos cuando vamos a decenios de años vista.

Teniendo esto en cuenta, no debería extrañarnos tanto que cuando en los años ochenta se aventuraron a describir la raza humana del entonces lejano año 2028, se pasaran de optimistas con el potencial de crecimiento en altura de las nuevas generaciones.

Uy, si cumplió años el domingo, felicidades

Ahora bien, hay que decir entonces que si estas eran las fichas de los personajes con los que trabajaba, José Luis García López en Atari Force, tenía tendencia a dibujarlos más bien rechonchos.

Eso en primera previsión, claro, que los consiguientes reajustes se acercaron más a la realidad presente de doritos y sillas gamer.

La correction de Dart salió en el correo de otro número, pero la omito por caballerosidad. Un Índice de Masa Corporal de 32 (obesidad) para Tempest, y un sobrepeso (29.09) para su padre debería ser suficiente. Y la tendencia de García López era por tanto de dibujarlos demasiado estilizados. Se entiende que la editorial le encargase tanto diseño corporativo de sus personajes.

Capaces serían de echarle la culpa al sistema métrico decimal, estos yanquis. Seguro que por eso las fichas en DC a partir de entonces fueron con libras y pulgadas.

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