En este blog, obvio es decirlo, lo que sentimos por Scott Lobdell es devoción. Hablamos de alguien que, junto a Fabian Nicieza, es una de las piezas más importantes del epicentro de todo lo que en los noventa era molonidad: los mutantes Marvel. Bueno, «importante» para ser un guionista, claro.
Pero, ay, todos somos humanos (salvo ROB!, que es divino). Y errare humanun est. Nadie tiene un pasado impecable si hurgas lo suficiente en sus olvidados recovecos y más si se tiene en cuenta que sensibilidades sociales que hoy nos parecen básicas y fundamentales no lo eran hace diez o veinte años.
Aun así hay que preguntarse qué se le pasó por la cabeza a nuestro Scott guionista favorito cuando allá por 1990, en el número 43 de Marvel Comics Presents, introdujo a una nueva villana en la historia de complemento protagonizada por Syrin.

Una nereida, una ninfa acuática dotada de místicos poderes (claro) acuaticos que pone en serios apuros a nuestra mutante pelirroja SIN poderes cósmicos favorita.

Y claro, uno puede entender que en el tema de los nicks superheroicos la cosa está muy jodida, tanto que ya por aquella época Alan Davis bromeaba en su Excalibur en solitario sobre que todos los nombres buenos ya estuvieran cogidos. Pero Scott de mi alma, Scott de mis entretelas, habiendo tantas palabras combinables referentes al líquido elemento en todas sus formas y manifestaciones ¿era necesario, por NO QUIERO SABER QUÉ proceso de asociación, llamar a tu personaje…

…BOLLERA?
¿EN SERIO JORG SCOTT?
O sea, que al final América Chávez la inventó LOBDELL! hace dos décadas. AVIV!
Y a ver si usamos los ripeos digitales, concho. No se ve nada con todas esas viles materias en el papel.
Peor es ser actor, llamarte Dick Van Dyke y hacer películas para Disney