La fina linea que un infante ha partido de un trancazo. Concretamente este niño:
Bastien Vivés. A partir de ahora Basti El Niño Plumilla.
Basti es un joven dotado con una gran capacidad evocadora. En sus inicios en la historieta francesa iba algo perdido, de ahí que la obra con la que se dio a conocer fuera una tranche de vie (allí no lo llaman slices of life como en castellano), lo que se solía hacer, son franceses. En El Gusto del Cloro (2008) al menos el metachiste era bueno. Se trataba de un tebeo romántico y costumbrista sobre una chica que…nada.
¿Lo pilláis? nada. Nada de nada, pero al mismo tiempo hace natacion, de ahí el doble sentido. La gracieta es evidente, pero el público francófono no la pilló y se tomó a Basti en serio. Y es que se lo trabajó, un tebeo con un ritmo y una paleta de colores que conseguía oler a piscina cuando lo comenzabas a leer.
Pero Basti es un jachondo. Siempre lo ha sido. Aquí lo calamos rápido y una Navidad os mostramos por entregas en forma de Calendario de Adviento una de sus historietas de su tebeo La Familia, donde parece quedar claro su ácido y oscuro sentido del humor.
Cuando tienes a la crítica de cara todo es posible. Qué no hubiera hecho jotace con esta portada (yo hubiera añadido alguna letra en el título, hasta dejaron el sitio) de Polina (2011).
Pues allá, Premio de Librerías Especializadas 2011.
De manera que Basti piensa que va a dejarse de sutilezas. Más claro imposible. Historieta en papel barato, con anuncios pornográficos falsos por medio, sobre una adolescente con problemas de espalda a causa de sus enormes pechos, a la que llevan a médicos que ante el panorama abusan de ella. El padre se entera, se enfada y hay escabechina. Sucio y directo. Pulp a tope.
Lo que pasa es que aquí nos sale sin anuncios y tapa dura, con lo que se nos vuelve a presentar como producto de culture. No hace falta ni maquillar el título. Seguimos en 2011.
Hubo quién supo verlo,claro. Resalto esta reseña de Álvaro González para Culturplaza del mes pasado. Gran visión y gran visionario.
En ese punto tan soberbio y tan elevado al que había llevado el noble arte de la viñeta este joven autor nacido en 1984, llegó la bomba de neutrones. Los melones de la ira. Una historia breve, intensa, punk y porno a más no poder. Una broma de humor procaz y descarnado imposible de vender en plena era del boom moral en el que vivimos, pero ahí está, como los libros proscritos de En el nombre de la rosa, para el que se atreva a abrir sus páginas.
Y damos el salto a la actualidad. Basti ha ido sacando cositas, sí, pero siempre breves. De manera que cuando sale su próxima gran obra, comprobamos que la sociedad ha ido cambiando (el boom moral de la reseña), pero Basti no.
Retoma los personajes de Los Melones de la Ira con Paul, el hermano de la niña de grandes pechos que ya salió brevemente pero con todo su empaque en la obra anterior. El pequeño también adolece de cierto crecimiento exagerado, y eso provoca situaciones comprometidas y divertidas. Porque Basti es un jachondo, siempre lo ha sido.
Pero es 2018. Y aun siendo el primer título de una colección dedicada a la pornografía se produce indignación.
Hay niños, hay sexo. Conclusión, hay pedofilia. Que ardan las Redes.
Finalmente, las cadenas francesas de librerías afectadas no han sido quemadas, pero han retirado el título de sus estanterías ¿Ya no lo venden? no, no han dicho eso (guiño) Ya no está en sus estanterías, pero si lo quieren, pregunten por él (codazo). Todos tranquilos.
Y eso es lo que explica esto:
Y por otra parte esto otro:
No, no significa «mejor que te vengas».
Puede haber debate, por supuesto. A mi particularmente me encantan los noventa, pero considero que todo lo que sea volver a ellos supone un retroceso.
Aunque claro, si tu menú habitual es americano ¿estas cosas te afectarán? ¿no? ¿si? ¿no? la respuesta correcta es…
…*ierda.
«Bullshit, lo dejé olvidado en los pantalones».
Le habrán borrado el tema pero sus increíbles músculos y venas se me antojan tan o más erotizantes.
Sin embargo en la portada de Los Melones no renuncia a la Alta Cultura™, todos hemos reconocido la referencia a esa famosa obra clásica: la portada del episodio 43 de Predicador.
Es que eso de dar por sentado que los niños tienen pirulí y no lo que les dé la gana es puro neo-nazismo. Misgenerar, ¿a quién se le ocurre?
Lo de «libros proscritos» que pueden conseguirse fácilmente en cualquier librería todavía me tiene un poco descolocado, la verdad.