Los eruditos al huevopascua

Yo tenía intención de estar aquí hoy hablando de un libro con ‘geek‘ en el título, pero como ya hemos superado aquella época de cuando Planeta consiguió los derechos de DC. Perdón, quería decir, de hacer leña de las traducciones espantosas me limitaré a recomendároslo. En inglés. Excepto a los que queráis leerlo en español por uno de los dos motivos razonables para ello: 1) No saber inglés. 2) Ser nostálgico de las traducciones de La Factoría.

Así que, en lugar de eso, parece un momento tan bueno como cualquier otro para echar un ojo a lo que la popularización moderada del mundillo – la famosa normalización, la transversalización o como le toque llamarse esta semana- ha hecho con el mismo. Es decir, el actual momento del huevopascuismo. La introducción de referencias apiladas. Porque ya sabemos que lo que se espera no es un trato a los personajes o una historia desarrollada… ¡Son los contenidos extras!

Probablemente porque vivimos en un momento de gran éxito de lo que podríamos llamar la Cultura Popular. Más éxito que comprensión, claro. Porque parece que lo que algunos consideran que es un interés por la misma no se centra tanto en las historias como en la posibilidad de que alguien rellene el listado de todo lo que ha acertado.

Si en tiempo se habló de una falsa erudición que se separaba del auténtico conocimiento del mismo modo que no era lo mismo una enciclopedia que su índice, ahora podríamos decir que no es lo mismo un documental que su página de trivia en el IMDB. Pero por supuesto, existen motivos para todo. Y viene de atrás.

Creo que ya he dicho las suficientes veces que Star Wars fue la película más taquillera -con mucho- de su año, que tuvo muchas candidaturas a los OscarTM y, de hecho, ganó 7 de ellos. No el de Mejor Película, aunque fue candidata. También de El Señor de los Anillos he hablado alguna vez como ejemplo de fenómeno editorial. Pero quizá no puse ejemplos. Ya sabéis, de cómo había funcionado como fenómeno de ventas en, por ejemplo, España:

Entonces… Si estamos hablando de libros super-ventas y de películas que ya ni te cuento, ¿cómo es posible que haya ahora discusiones?

Pues porque esto es solo parte de la historia. Es cierto lo de estos dos tanto como que en 1989/’90 Batman se convirtió en un fenómeno y, a su vez, en la película más vista. Igual que los supes habían tenido popularísimos seriales y series de televisión, que Doctor Who vivió la dalekmanía y que de Star Trek se había hecho hasta una serie de dibujos animados.

Pero todo tiene sus niveles de conocimiento. O un círculo. Y la idea de estar más cerca del centro del círculo de conocimiento es precisamente lo que nos ha llevado aquí. Prácticamente a todo le suena ‘el tipo ese de las orejas, el doctor Spock‘, que es algo así como un círculo superficial en el que está el público general y los periodistas generalistas. Es ese nivel que tantas alegrías nos ha dado hablando de ‘Superman y Batman, los dos grande héroes de Stan Lee‘ y demás. El círculo «Oír campanas«. Sabes que algo existe, puede que incluso hayas leído o conozcas a héroes y personajes. Al fin y al cabo han tenido una enorme exposición mediática, como decíamos antes. Pero ni han dejado poso ni lo pretendían. Sí, les suena Flash porque lo pusieron en la tele en algún momento de los novenas, ¿es que hacía falta saber algo más? Pues no, como hacer falta, no hace. Ningun producto cultural es indispensable más que para hacernos la vida mejor. Vamos, falta hace para escribir sobre ello. Y ya hemos visto que muchas veces ni por esas. Así que, ¿para qué?

El siguiente círculo sería el que recuerda los datos correctos. Lo han visto, saben que existe. Y ya. Porque puedes conocer algo y no pasar de ahí. Ya, ya sé. Hay gente a la que el asunto X le apasiona y le extraña que al resto no le ocurra lo mismo. Inexplicablemente luego no coinciden en los gustos con otra gente y le parece perfectamente normal. ¿Quién entiende nada?

Luego ya llegamos a la parte enjundiosa del asunto. Los que, además, se han preocupado por formarse e informarse. En teoría aquí también entran los periodistas y críticos culturales. Unos llevarán años y otros en un par de horas lo tendrán resuelto. Pero el asunto es que hay un interés y un conocimiento detrás sobre el tema.

Y, a partir de aquí, la juerga. Los fanes ‘de toda la vida’ en sus distintas categorías, desde los que se limitan a ser fanes de algo y a estar al día y seguir al objeto de su fandom a los que pretenden estar ‘en misa y repicando‘.  Que, por algún extraño motivo tienden a interconectarse. Sí, todos podemos acabar siendo el ‘ese fan’ de alguien.

Pero, peor aún, según se entra en el conocimiento se encuentra uno con que hay quien le da más valor al conocimiento de catálogo que al cultural. No importa tanto el contexto y los influjos interiores y exteriores o el desarrollo de los personajes y trama como el poder decir en qué viñeta de qué página aparece un personaje o saber reconocer un vehículo concreto usado en un par de números.

Usemos como ejemplo el Spider-Buggy.

Creo que a estas alturas podemos decir que el factor de reconocimiento de Spider-Man es enorme. Probablemente uno de los superhéroes más conocidos globalmente. Series de televisión, animadas o no, y un montón de películas que no saben contar hasta cuatro. Y tuvo un coche.

La historia del coche es medianamente conocida. Dentro de la historia arácnida se trata de una propuesta de un par de publicistas que acaba dando lugar a ese extraño coche que se convertirá en centro de una buena cantidad de chistes en la serie durante un par de años. Externamente será una suerte de manifestación de al protesta que su guionista, Gerry Conway, hacía ante las presiones editoriales para poder incluir el juguete. Así que…

¿Es un ejemplo de las interferencias de otras narrativas por motivos monetarios en el cómic? ¿O lo importante es la retahila de datos de cómo, cuándo y cuánto aparece?

Por supuesto, lo primero es un asunto abierto al debate y la reflexión -tanto por el tratamiento dado como por la manera en la que se gestiona la posibilidad y la evolución que ha tenido esa separación entre muñecos y narrativa- mientras que lo segundo Son hechos. Oh, sí, puedes discutir si la primera aparición es la primera vez que aparece o que se le menciona y si la última es la última dentro de ese arco o todas las veces que ha ido apareciendo después. En muchos casos ya dentro del espacio para guiós, bromas y cameos.

Pero así pueden entrar en los terrenos del repartecarnetismo, con sus preguntas de trivia y sus jocosas anécdotas.

Por si esto no fuera suficientemente malo, el interés en las obras con base en la cultura popular han ido favoreciendo precisamente eso. Que se vayan apilando y amontonando referentes. Probablemente porque el humor referencial requiere de entrada una persona incluyendo el guiño y otra reconociéndolo – algo que obliga a cuestionar la pervivencia del mismo en tanto en cuanto la influencia/ conocimiento del mismo es un asunto cultural, temporal e incluso geográfico, como demuestran los follones con los numerosos casos en los que la presencia de determinadas figuras muy populares en USA (léase del reparto original del SNL a David Letterman pasando por Don Rickles y muchos muchos más ejemplos que acaban necesitando de un N. del. T. abajo, y eso cuando el traductor no se arma un lío y decide que aunque se esté hablando de Peter Pan y Wendy él está seguro de que hay una película ochentera que le suena mucho) han tenido que ser explicadas para los de fuera. No digamos ya cuando en lugar de por nombre o aspecto se cita un latiguillo o momento concreto.

Algo que, por cierto, tampoco debería de pillarnos de nuevas. Que ya los recopilatorios de tiras cómicas tienden a incluir referencias necesarias que eran contextualmente evidentes y que hoy en día son más oscuras que intentar descubrir con quién me estaba metiendo en un post de hace una década. (Ni creo que lo descubra nunca. *cof*)

Imaginad ahora con un, digamos, recopilatorio de tiras cómicas aparecidos en tebeos de la época y su material derivado.

Pues en esas estamos. Más aún cuando llega el Efecto Big Bang y no tiene una finalidad. No se hace un chiste con el objeto referenciado sino que la simple referencia es el chiste. Esto se nota especialmente cuando podemos usar un X que vaya variando. Si la creación incluye algo del estilo de «Si tiene hasta un X» en el que ese X no aporta información nueva sobre el personaje o no sirve para rematar un chiste porque la referencia en sí es suficiente entonces lo que sea ese X era algo innecesario. Por supuesto idealmente el chiste debería poder sostenerse sin necesidad de conocer ese X precisamente por lo que decíamos antes de que el círculo de conocimiento siempre va a ser concreto y reducido… Pero eso no significa que no pueda funciona a dos niveles. Uno general para los que no conozcan ese X y otro para los que sí.

Probablemente uno de los más populares que se pueda usar para ejemplificar esto sea el archifamoso de «¿Preferirías licra amarilla?«. Para un espectador cualquiera la posibilidad, en el contexto tirando a oscuro y de cuero de la película de Bryan Singer, funcionaba como un chiste en sí. Mientras que para – el muy amplio grupo de- los conocedores del personaje entendían el guiño al traje original del mismo.

Guardar dinero de emergencia dentro de las nalgas de una estatua de Green Lantern… ahm… no.  Ahí tenemos una X que podría ser practicamente cualquier otro superhéroe y una buena cantidad de acompañantes animales sin que influya en la trama o tenga realmente atisbo humorístico alguno. Más allá de «Ha dicho culo«, claro.  Entonces, ¿por qué GL? ¿Es decir, si alguien puede sacar dinero de su culo sin duda debería de ser Nightwi¡QUIERO DECIR! No es una referencia, no aporta nada al desarrollo del personaje y no se hace ningún tipo de humor con ello.

Y por eso se llama Efecto Big Bang.

Por supuesto para los que se conforman con la existencia sin contexto o a los que les gusta señalas esos datos triviales les parecerá bien tener la posibilidad de ambas cosas.

Porque igual que antes siempre había una voz en el cine que según aparecía la Torre Eiffel en pantalla decía un «¡Mira, Paris!» ahora pueden estar igual de felices diciendo «¡Mira, Green Lantern!«.  Dándole igual que nadie haya logrado convertirlo en un chiste efectivo desde Martin Campbell.

Precisamente por eso ahora van abundando las creaciones en las que se acumulan. Porque acumular cosas es fácil y permite desplegar esa sabiduría para que la gente pueda hacer el idiota y disputar quién es el que más y mejor sabe.

A veces, incluso, uniendo el factor Nostalgia. El teacuerdismo que siempre ha estado allí en sus diferentes formas, lo mismo como nostalgia de los cincuenta en los setenta que ahora con la de los ochenta en el audiovisual y los noventa a punto de llegar también desde la brillante reconstrucción que están haciendo los cómics.

Sea por lo uno, lo otro o lo de más allá, el reinado de los huevos de pascua, más allá de contentar a gente fácilmente gratificable por aquello que les hace sentir especiales y acompañados, acabará dando lugar a monstruos. Es decir, además de la película que todos sabemos como pura apoteósis del mismo concepto. -Esperemos que mejor que el libro, pero es que si hablamos del libro la D de Defensa lo mismo se queja-. Y, por supuesto, las quejas de aquellos que hacen una defensa preventiva de este mismo concepto.

Una idea tan nefasta como la del Es mala pero te ríes, que parece concebida solo para poder establecer jerarquías de conocimiento basado en los datos espúreos antes que en el propio conocimiento -y que acaba explicando las wikicontinuidades que estamos viviendo, con brillantes ideas como la de JMS encajando el previo de Sins Past en donde a ellos les parece mejor- porque, además, así pueden negar a los demás ser auténticos fanes. No digamos ya la posibilidad de tomar una parte por el todo y establecer que su área de conocimiento resume el completo de las aficiones, modos y maneras. Y eso sí que no. Si para algo tenemos que servir es para recordar que hay todo tipo de aficionados, con muchos intereses variados, y que ponerse a repartir niveles es ridículo. Porque la asimetría diría que de unas cosas podemos tener mucho conocimiento y de otras -por muy sistemáticamente despreciadas que sean por no meterse en ese grupo de interés- tendremos inevitablemente menos. Pese a la tendencia en centrar en una pequeña parte de toda la posibilidad.

El problema es, por supuesto, que al final les da tanto lo mismo que al final todo es un batiburrillo y, claro, pasa lo que pasa…

¡AH, LOS ’80!

2 comentarios en «Los eruditos al huevopascua»

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