Conservar las tradiciones

Durante este puente festivo hemos tenido que padecer, un año más, cómo nuestras costumbres más ancestrales se están viendo desplazadas por lo que llega de fuera sin ningún sustrato histórico que lo justifique. Y entra como un elefante en una cacharrería, revolucionando un evento asociado desde antiguo al recogimiento, al lamento y el respeto a seres difuntos, y trayendo en cambio risas y alboroto. Que dicen que hay que ser tolerante, pero es de esas ocasiones en que las cosas sencillamente son incompatibles, como un botellón y un funeral. O una cosa o la otra.

Que siempre es tentador lo que nos viene de la otra parte del mundo, sobre todo si además tiene una carga festiva y queda bien en las noticias tontas de la tele. Pero que no es plan que uno vaya con idea de que llega el frío, que ya oscurece pronto, con ese sentimiento melancólico rememorando tiempos pasados, y que te aborden de repente con sus risas, sus cánticos, sus disfraces, y muchas veces pidiéndote cosas aunque no te conozcan de nada.

Porque hay momentos en el calendario en los que el cuerpo pide algo tranquilo, algo ceremonioso, un ritual. Encontramos tranquilidad en lo previsible, y un cierto punto de mortificación puede ser beneficioso para la madurez del espíritu. Y no hace ninguna gracia que cuando el evento ya viene consolidado de antiguo se nos intenten cambiar las costumbres establecidas por caos y desenfreno basado en el imaginario popular de otros países. La juventud, en tanto que inmadura, es manipulable y sigue lo que le dictan los medios. Lo hace, aunque no sabe en realidad por qué. "Porque mola", dirán, como mucho. Y tanto jijijaja amenaza con terminar con lo tradicional, con lo que toca. Con lo que verdaderamente es nuestro.

Y trayendo encima, con más retintín, su nombre incomprensible anglosajón ¿Cómo diantres lo llaman? ah, sí. Cosplay.

Con lo bonito que es ir a un Salón y que esté todo tan bien programado, siguiendo su pauta conocida, con su mesa redonda sobre lo de que el mundillo se acaba, otra con lamentos sobre lo difícil que es publicar en España, tal vez por innovar introducir alguna sobre los peligros de la piratería. Y como traca final, el llamamiento de algunos sectores para asociarse asegurando que esta vez de verdad sí que será la buena. Todos serios. Todos callados. Tiene su encanto. Es tradición, es Cultura.

Definitivamente, los tiempos están cambiando. Quizá fue por eso que este fin de semana además cambiaron la hora. En fin, siempre nos quedará Alemania.

6 comentarios en «Conservar las tradiciones»

  1. ¿Dónde está el botón de «Me gusta», para poder dejar constancia de que me ha molado sin tener que escribirlo? Jo, que eso de darle a las teclas es un rollo.

  2. Será por las fechas, será por la tradición, pero cuanto más leo esto más me lastima al corazón.
    Que un salón dedicado a las tendencias japonesas, de un país que, principalmente, se basa en la tradición, en el respeto, cuya política aperturista viene desde unas fechas muy recientes y que por tanto, su tradición es de las que mejores se conservan… que todo esto se considere lo contrario… no demuestra precisamente respeto ni decoro.
    Quizá no sea costumbre para algunas personas que el fin de semana en que el día empieza antes para aprovecharlo en toda su profundidad, que las fechas en que los espíritus de los muertos velan más por nosotros, que se rían con nuestras alegrías y lloren con nuestras penas, que en ese fin de semana en que el contacto con lo que se ha perdido aviva la llama de la vida, nos hace renacer y obtener nuevas esperanzas y anhelos y apreciar la vida y no malgastarla… quizá, como digo, no sea costumbre para esa gente, aprender de lo que la tradición conlleva. Quizá nunca se lo plantearon. Quizá, en sus tiempos, su educación consistía en obedecer al que llevaba una regla en clase y a quien, si no se le obedecía, estando de acuerdo o no, se llevaran un golpe de regla o dos.
    Sólo me queda esperar que quizá, algún día, aquellos que no supieron o no pudieron gozar de una vida, ya fuera por la guerra, las penurias o lo que fuera, puedan ahora, gozar de ella, aprendiendo de aquellas culturas tradicionales y milenarias lo que puedan aportar a la nuestra. No es preciso recordar los placeres más sencillos, una taza de té en un jardín, como el descubrimiento del mismo, igual de sencillo, estando el emperador en su jardín, disfrutando de un día frío con una taza de agua caliente entre sus manos, con el viento soplando alrededor, unas hojas de té cayeron en su taza de agua caliente y así, descubrió el té. Qué sencillo es todo cuando se comprende.

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