La huella del Krimi

Cuando uno mira a Europa en estos días lo mínimo que espera es notar la importancia que las relaciones entre paises tienen los unos en los otros. Precisamente por eso siempre es bueno ver cómo afecta la transversalidad a los elementos más claros de la cultura popular de manera que de un país pasan a otros.

Así reflexionaba yo, pausadamente, el pasado Halloween mientras decidía que, en lugar de trasplantes, el tema ideal para una Noche de Terror era, sin duda, los escalofríos alemanes que conseguían con el Krimi.

Pero, ¡espera! -Me diréis. Yo pensaba que Krimi es el equivalente en alemán a Policiaco. Bueno… Sí. y no, o no tan claro… Igual que hay un cine fantástico y terrorífico español que podríamos llamar Fantaterror o que italianos y estadounidenses han tenido Giallos y Slashers más allá de sus respectivas décadas de éxito y, sin embargo, cuando uno menciona el género tiene bastante claro no sólo las referencias globales sino, además, la época y los tics. De manera que decir Krimi suele referirse a esos títulos entre el suspense y el terror que entre finales de los cincuenta y principios de los setenta -es decir, fundamentalmente en los sesenta- se realizaron adaptando las novelas del inglés Edgar Wallace. Lo que tiene cierto mérito teniendo en cuenta que Wallace murió en 1932, mientras preparaba el guión de lo que acabaría siendo King Kong

En cualquier caso, un repaso a esos Krimi nos permite notar una cierta pauta. 

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¿Qué?

¿No?

Pues a mí me parecía tan claro que…

Es decir, me pongo a pensar y caigo en que…

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Al fin y al cabo el Krimi es una cosa tan popular en Alemania como una vez lo fuera el Manga. Digo, Mortadelo y Filemón.

Bien es cierto que podría tratarse de simples parecidos en los nombres, por supuesto. Es decir, si de algo no se puede acusar a Ibáñez es de inspirarse en productos ajenos.

Pero es que si echamos un ojo más de cerca veremos…


Bueno, poca cosa, en realidad. La caja de los diez cerrojos (1971) sigue la misma idea de la clásica historia de herencias de Wallace, igual que en La puerta de las siete cerraduras (1962) Lord Selfor dejó a siete personas las siete llaves que abrían la cámara de una herencia secreta aquí otro multimillonario deja también una misteriosa herencia dentro de una caja impenetrable, solo que en vez de repartir sus llaves entre personas para que se maten entre ellas las va repartiendo por el mundo. 

Sin embargo acepto que mi imaginación esté jugando malas pasadas. Al fin y al cabo en El Brujo (1964) Wallace  presenta a un personaje que está cerca de Fantomas, un maestro del disfraz. Y eso no casa con "El Brujo" Aniceto Parpadujo. (1977)

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Ni con Magin el Mago. (1971) 

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-Porque está obviamente más cerca del Dr. Mabuse (1933)- 

Si acaso con El Señor Todoquisque. (1992) 


Pero pilla tan lejos y tiebe tantos posibles padres que mejor volvamos con el Rana.

En La banda de la Rana (1959) Edgar Wallace tocaba su tercer tema favorito. Tras el criminal enmascarado – como en El Brujo pero también en La Marca del Escorpión o El Encapuchado o El Monje Siniestroy las herencias locas -como en La Puerta de las 7 cerraduras pero también El Pañuelo asesinoque es la de la Organización Criminal Ominosa. -Aunque en realidad parecía disfrutar más cuando podía usar todas en una, como en Los ojos muertos de Londresque es lo que se presentaba aquí, con una banda de malhechores que dejan como marca de sus crímenes una rana y están capitaneados por un villano misterioso cuya apariencia -la del cartel, vaya- da nombre a la banda.

Mientras tanto en Objetivo: Eliminar al "Rana" (1975) Mortadelo y Filemón tratan de infiltrarse en una banda criminal temible y extensa, la Hermandad Internacional de Gamberros Orbitales, el H.I.G.O., para acabar con su cabecilla, aquel que con sus caracerísticas físicas es conocido como… El Rana.

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Pero, quién sabe. Puede que sólo sean extrañas sintonías que expliquen por qué Ibáñez era tan grande en Alemania como David Hasselhoff. Cuanto más lo pienso más cuenta me doy que parece que algo… algo…

Lo enturbia todo…