El dardo en la palabra

La crítica de cómic es muy complicada, niños. La crítica en general, de hecho. Ustedesvosotros se sientan ahí, en sus piltras, mirando cómo nos devanamos los sesos cuatro mataos para juntar letras con cierto sentido, y ni se les pasa por la cabeza lo que se sufre. Y más si uno procede de la estirpe de los gafapastas, como un servidor. No saben, no llegan ni a imaginar la cantidad de textos teóricos que me zampé yo en mis años de universitario, intentando elucubrar cuál era la medida justa, el poso correcto de opinión sintáctica y opinion morfológica, cuál era el equilibro estable, dorado, entre paja mental y tesis férrea. Yo lo sé. Lo que se sufre, digo. Porque yo he defendido Psicosis de Gus Van Sant. A mí me gusta DK2. De lo otro, de cuál es el equilibrium del amor no tengo ni idea aún.

Y si se mezclan crítica de cine y de tebeo, ni les cuento el sindiós semiológico que se arma. Ahí están esos líos que se hace la gente, que llegan a decir que Sin City de Robert Rodríguez es un buen tebeo en movimiento (risas) o, agárrense, que el comic de Sin City es como una película en viñetas (más risas).

Pues dejen de reirse. Estos líos vienen de la continua retroalimentación de lenguajes (avisen si empieza a parecer que estoy en otro blog), que está todo muy contaminado. La culpa es nuestra por reírle las gracias a Stan Lee cuando hace cameos en las películas de la Marvel (anda que no molaría verlo de súcubo con rabo «no, esperen… ¡¡con dos rabos!!- en Ghost Rider), pero les juro que había un tiempo en el que esto no pasaba. O se disimulaba más. Era cuando se editaba todo desordenado, cuando las viñetas hacían cosas raras, los increíbles textos menguantes, qué les voy a contar yo sobre temas que han sido tan comentados por estos lares. Y pongo a Dios por testigo que no echo de menos esos tiempos de mierda. Echo de menos la primera vez que vi Vestida para Matar, echo de menos coger un tebeo de los Nuevos Vengadores y que un escalofrío no me arrase el espinazo, pero ya está. Y quien lo eche, es imbécil.

Sin embargo, lo reconozco, había tiempos en los que era más sencillo teorizar. No había toda esta maraña de narrativas que se cruzaban, que si el videojuego ad hoc extiende pasajes de la película ad hoc que se han prologado en el libro ad hoc. Todo muy ad hoc, ad hoc siempre hasta el ad hoc final. Pero cuando Dardo Gómez escribió Superman Superstar para Bruguera en 1979, con motivo del estreno de la película de Richard Donner, era todo más sencillo. Acumulas toda la información que puedes de las tres fuentes medio reconocidas que tienes a mano (los caóticos archivos de la propia Bruguera, las necrológicas de George Reeves y un par de conversaciones con Javier Coma), algo de prosa sugerente (ahora veremos unos ejemplos) y, hala, tochito de Superman para los niños. ¿Quién va a discutir las frases de cinco líneas, los datos sin contrastar? ¿Los pajeros lactantes, Lolo Rico, algún precedente de Miguel G. Saavedra? Ay, anda que no hubiera yo dado nada por ser escribiente en aquellos tiempos.


Dardo Gómez, un buen hombre, pero no un buen seudónimo (ni malo: es su nombre real, y hoy día es presidente del Sindicato de Periodistas de Cataluña, con todos los respetos que nos merece tal institución), arranca ofreciendo una breve historia del comic-book, de la que yo resaltaría este párrafo.


Estoy completamente convencido (entre mis numerosas virtudes no está la de ironizar) de que Dardo sabía, como todos nosotros, que Yellow Kid se llamaba así… porque era oriental. Pero sin duda, no queriendo redundar en estereotipos raciales que en 1979 ya empezaban a ser de mal tono, improvisó una excusa apresurada e incoherente. Que como no tiene nada que ver con Superman, ya nos va bien.

El tomo prosigue con el capítulo Vida y Milagros de Superman, sin duda una obra titánica. Porque hay que tenerlos cuadrados (icosaedrales, diría yo) para resumir en veinte páginas (que se pasan volando, miren a mí cómo me está quedando este post y aún no he dicho nada) y li-ne-al-men-te toda la vida de Superman. Y estamos en terreno pre-crisis, pero ni Tierra 2 ni hostias. Plas, plas, plas, que si Villachica, que si Superboy, que si Krypto (aquí jocosamente denominado Supercán, que a la hora de poner a caldo a Novaro a todos se nos llena la boca, pero hay que reconocer que eran unos dioses). Y Dardo, nuestro dardo, dice cosas como que Bizarro es de Krypton (un TIO FEO de Krypton, será), y hay párrafos como este, que es bellísimo:


Me permito recalcar la importancia no ya de resumir la ingente catarata de disparates conceptuales que supone la historia de Superman en veinte páginas (con tipografía de tamaño 16), sino de ignorar Tierras alternativas y zampárselo todo a un desprevenido infante lector, que me lo imagino pillando el libro a la salida del cine, recién vista la película, pensando sólo en toalla=capa y balcón=volar, y encontrarse con este maremagnum, con datos como


, y preguntarle al padre que por qué eso no salía en la película, y el padre cagándose en dios. Aunque todo se perdona, piensa el padre con una… euh… paternal sonrisa si los jefazos hollywoodienses se han encargado de que los ancianos Siegel y Shuster, responsables de la ilusión de millones de niños y del enriquecimiento exagerado de miles… no… un puñado de adultos encuentran al fin su merecida recompensa. Porque si lo dice el libro, será verdad:


Posiblemente, entre esto y el resumen de la película, quedó un libro un poco mustio. Me imagino al gerifalte de Bruguera mesándose las barbas y diciendole a Dardo que, hombre, que a ver si se curraba una historia de la editorial esta de supermán. Una historia completa. Los «Pe… pe… pero» del señor Dardo valdrían bien poco ante estos estajanovistas de la información, y hallamos así el capítulo El Rey del Comic, en el que el futuro sindicalista resume la historia de DC en menos espacio del que ha tardado en resumir la del propio superhombre. Ahi nos encontramos semblanzas de Batman tan diestras como esta:


El capítulo culmina con una acertada visión de Superman en la vida cotidiana: sus combates contra las hordas hitlerianas, sus misiones a las órdenes de Kennedy o sus aventuras pacíficas a las órdenes de Unicef y otras Organizaciones Del Bien.

Y luego
el cine, la gran pantalla, la tierra de los sueños. La hipérbole y el pleonasno. ¿Ven a lo que me refería? Sin cambiar de registro, este Dardo puede hablar de cine, de tebeos, de lo que le salga de los cojones, oigan. Eran tiempos felices y sencillos. Una simple palabra, un cambio de capítulo, y júrolo, no se liarían ni un ápice. Todo está perfectamente desgranado. ¿Qué tiene que hacer un making of? Pues nos cascamos un


recreando perfectamente el habla incesante, chispeante, el burbujear dialéctico de Hollywood. ¿Que hay que hablar del reparto? Dardo sabe. Miren qué
precioso fragmento de la semblanza de Marlon Brando:


He disfrutado como un poseso del libro de Dardo Gómez: tiene sentido del humor, es completo, y sobre todo, me ha descubierto encarnaciones de Superman que desconocía.

Pero del todo.

Por completo: